Cada día se hace más ininteligible la prosa de Gabriel Albiac. Si hiciéramos un simple ejercicio de comparación textual de lo que mendigaba en los años ochenta y lo que prostituye en días como estos nos saldría fácil una conclusión: ¡no es el mismo individuo! Alguien -algún Otro: alienación ideológica brutal- habita en el cuerpo de Albiac. Podríamos ir más lejos usando la terminología de José Antonio Fortes y decir que el alias Gabriel Albiac no es más que una figura retórica del típico FIS -funcionario integrado del Sistema-.
Quizá eso ya se sepa por parte de mucha gente, pero no deja de llamarnos la atención. En 1987 escribía en prensa minoritaria de estirpe trotskista y clamaba palabras incendiarias que lo ponían en línea directa con la romana tradición de Nerón. Algunas de aquellas perlas las reunió en formato de libro. Y en latín lo tituló: Adversus socialistas.
Hoy parece olvidar hasta el oficio por el que le pagan como catedrático y del que tantas ganancias personales ha acumulado. Si se le hiciera la huella ecológica a su Puta carrera pseudoacadémica y se universalizara su trayectoria para todos los habitantes que pueblan el planeta Tierra nos harían falta unos cuantos miles de planetas.
Hablamos de pseudoacademia en su caso y conviene explicarlo. Pese a que, de vez en cuando, ha escrito textos de apologética platonizante su escritura es radicalmente antidialógica. Nunca ha sabido mantener un diálogo con nadie. Ni en los años setenta cuando iba del más aplicado de los discípulos del homicida Louis Althusser ni en los noventa cuando pregonaba su fe en el Estado garantista israelí.
Se inventa la historia. Y cuando echa mano de ella lo hace por arte de magia. Cuando habla de Derecho, de Igualdad o de Ley. Pareciera que nunca leyó a Marx. Y que se le hubiera olvidado por completo la realidad social de la lucha de clases. Lástima que el confort y la comodidad sólo sea disfrutable por una finísima capa social. La ceguera es sintomática de muchos males.
En Europa no han existido nunca realidades sociales como las que sus intelectuales nos cuentan desde sus cátedras. Ni Occidente ha pasado nunca de ser una metáfora dinámica que se desplaza de referencia en cuanto el sujeto también modifica sus posiciones de partida y sus ejes de referencia.
Quizás nos cueste trabajo saber qué es la Ley, qué es la Democracia, qué es un Estado de Derecho. Lo que sí sabemos es que esas palabras son sólo asíntotas en la incivilizada y criminal Europa.
Qué contarían ciertos y determinados periódicos si lo de La cañada Real hubiera ocurrido en Venezuela, en Cuba o en la extinta URSS. Y, por qué no usan esas mismas formas de escribir contra esos regímenes cuando se debiera tratar la cuestión de las migraciones desde los espejismos especulativos de la publicitaria Puta Monarquía de los Bribones borbónicos.
Quizá eso ya se sepa por parte de mucha gente, pero no deja de llamarnos la atención. En 1987 escribía en prensa minoritaria de estirpe trotskista y clamaba palabras incendiarias que lo ponían en línea directa con la romana tradición de Nerón. Algunas de aquellas perlas las reunió en formato de libro. Y en latín lo tituló: Adversus socialistas.
Hoy parece olvidar hasta el oficio por el que le pagan como catedrático y del que tantas ganancias personales ha acumulado. Si se le hiciera la huella ecológica a su Puta carrera pseudoacadémica y se universalizara su trayectoria para todos los habitantes que pueblan el planeta Tierra nos harían falta unos cuantos miles de planetas.
Hablamos de pseudoacademia en su caso y conviene explicarlo. Pese a que, de vez en cuando, ha escrito textos de apologética platonizante su escritura es radicalmente antidialógica. Nunca ha sabido mantener un diálogo con nadie. Ni en los años setenta cuando iba del más aplicado de los discípulos del homicida Louis Althusser ni en los noventa cuando pregonaba su fe en el Estado garantista israelí.
Se inventa la historia. Y cuando echa mano de ella lo hace por arte de magia. Cuando habla de Derecho, de Igualdad o de Ley. Pareciera que nunca leyó a Marx. Y que se le hubiera olvidado por completo la realidad social de la lucha de clases. Lástima que el confort y la comodidad sólo sea disfrutable por una finísima capa social. La ceguera es sintomática de muchos males.
En Europa no han existido nunca realidades sociales como las que sus intelectuales nos cuentan desde sus cátedras. Ni Occidente ha pasado nunca de ser una metáfora dinámica que se desplaza de referencia en cuanto el sujeto también modifica sus posiciones de partida y sus ejes de referencia.
Quizás nos cueste trabajo saber qué es la Ley, qué es la Democracia, qué es un Estado de Derecho. Lo que sí sabemos es que esas palabras son sólo asíntotas en la incivilizada y criminal Europa.
Qué contarían ciertos y determinados periódicos si lo de La cañada Real hubiera ocurrido en Venezuela, en Cuba o en la extinta URSS. Y, por qué no usan esas mismas formas de escribir contra esos regímenes cuando se debiera tratar la cuestión de las migraciones desde los espejismos especulativos de la publicitaria Puta Monarquía de los Bribones borbónicos.
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