martes, 23 de octubre de 2007
De la agricultura ecocida y criminal de los jodidos invernaderos
Pasado Motril, en dirección Almería, el paisaje se plastifica. Hay momentos en los que la carretera parece envuelta en celofán. Un mar de plástico ha invadido la Costa. Y el término puede usarse casi en sentido literal.
Un informe interno de la Guardia Civil ya alertó hace cinco años de la proliferación sin control de este tipo de estructuras. Se mantuvieron reuniones, los alcaldes recibieron instrucciones precisas para acabar con el problema... todo un glosario de buenas intenciones. Después el tema se silenció y, pasados los años, sólo se puede decir -cuentan los profesionales- que la situación no ha ido sino a peor.
Todo vuelve a la actualidad cuando truena. En Almuñécar cada vez que escuchan crujir el cielo se acuerdan de la tromba que derramó 180 litros por metro cuadrado en un momento y se llevó por delante la vida de una persona. Las nubes podían haberse posado unos kilómetros antes, pero eligieron Almuñécar.
El agua cayó a granel. Igual que el 5 de octubre de 1941, cuando se desbordaron los ríos Verde y Seco. La diferencia es que medio siglo antes los terrenos aledaños al cauce eran tierra de cultivo y hoy están sembrados de casas.
La zona de peligro
También medio siglo antes, el terreno entre la desembocadura del río Guadalfeo en Salobreña y la rambla Huarea -al límite con Almería- era un mapa de cerros casi vírgenes, ramblas, cuencas y barrancos. En esta zona se encuentran Motril, Carchuna, Gualchos, Lújar, Rubite, Polopos, Sorvilán, Albondón y Albuñol, nueve municipios que coquetean con el mar y con las montañas.
En la actualidad, este terreno está sembrado de invernaderos. En algún momento se mira al horizonte y ni siquiera se ve el color de la tierra. Nueve pueblos envueltos en plásticos. Hay puntos, como en Carchuna, donde los invernaderos han copado casi al cien por cien la zona llana y ya se expanden hacia la sierra.
La emboscada
La construcción sin control de invernaderos se ha convertido en una emboscada. Para montar estas estructuras -según un exhaustivo informe oficial de 20 folios- se han invadido terrenos ganados al cauce de ríos «predispuestos a ser inundados por el agua», se han desfigurado montes y se han ocupado ramblas y barrancos.
Las consecuencias pueden ser graves: «Estas circunstancias podrían influir decisivamente en la evolución de las catástrofes que como consecuencia de lluvias torrenciales pudieran producirse». «No hay que olvidar que la zona es propicia a la creación de tormentas, que en varias ocasiones han originado que barrancos y ramblas, normalmente secos, recojan grandes cantidades de agua, originando en algunos casos catástrofes con importantes daños en los bienes e incluso con pérdida de vidas humanas», se refieren los investigadores a la tromba que descargó sobre La Rábita en 1973.
Algunos ejemplos. En Calahonda hay una urbanización próxima al cauce donde «el riesgo de inundación es continuo». En La Mamola el edificio más próximo a la rambla es el colegio público.
La explicación es muy simple. Antes los montes se empapaban con el agua y la lluvia corría por las ramblas. Ahora las tormentas caen sobre una alfombra de plástico que no cala, se deslizan y vienen a descargar a plomo sobre los pueblos. Hay invernaderos construidos en terrenos con una pendiente superior al 30%.
En algunos casos se han encauzado los barrancos y ramblas a su paso por las poblaciones, «si bien esto también ha originado un estrechamiento de los cauces y una mayor aproximación a los mismos de las viviendas».
Desmanes urbanísticos
La transformación urbanística de la Costa y el 'boom' de los invernaderos representan un riesgo para la «integridad física de las personas y para los bienes». No es una alarma gratuita, es una conclusión fruto de una investigación profunda realizada en 2001 a lo largo de las tres cuencas y por los 14 barrancos de la zona oriental de la Costa.
Los investigadores detectaron además que se estaban realizando «grandes movimientos de tierra» para conseguir las explanaciones necesarias para montar los invernaderos, lo que origina «grandes excavaciones».
La consecuencia es que se ha «desfigurado el terreno de forma escandalosa». Se han creado terrazas donde no las habían sin construir muros de contención que eviten desprendimientos sobre las zonas habitadas.
Las carreteras
Los movimientos de tierra y la invasión de invernaderos también ponen en riesgo a las carreteras. Están al borde del arcén.
El crucigrama de ramblas y carreteras es una mezcla peligrosa. En La Mamola la N-340 cruza una rambla a la altura del kilómetro 361, donde hay un puente. Se queda en un plano superior al municipio, por lo que en caso de desbordamiento las aguas correrían derechas al núcleo urbano.
Los pueblos se han convertido en ratoneras cercadas de invernaderos.
quicochirino@ideal.es
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