Es espantoso darse de bruces con datos tan poco edificantes como los que publican anualmente los organismos dependientes de Naziones Hundidas.
Con sólo usar el 8% del gasto "mundial" de cosméticos se evitaría el hambre fisiológica como un mal de este maltrecho planeta. Hay un hambre estructural -la que nos hace explotar mediante el deseo de apoderarnos de más riqueza que la que cada cual puede absorber de manera individual- que sólo se puede erradicar mediante una verdadera y auténtica revolución anticapitalista.
Por contra los medios de incomunicación de masas nos venden los modelitos de Hollywood dirigiéndonos la mirada a la hora de sorbernos nuestra impotente tristeza en las horas de la sopas bobas.
Son ya miles los individuos que se someten a criminales cirugías estéticas porque tienen problemas con su puta y jodida identidad. Hasta las pseudoizquierdas juegan al confuso engaño de las identidades asesinas y colocan en sus paneles vindicativos hasta los arreglos mecánicos de las miserias transexuales. Hace falta algo más que un Pacto de Kioto; se necesita una especie de Tratado de Ciudadanía por la Quietud.
Una izquierda postsesentayochista nos ha llevado a confundir la velocidad con el tocino y desde sus macrofiestas nos ha querido vender que la libertad, la felicidad, la dignidad tienen algo que ver con el macrobotellón del Sexo mercantilizado, las drogas adulteradas y las músicas electrificadas.
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