Salvador Vila Hernández resulta ser un perfecto desconocido en Granada. Pese a que podría tener muchos aspectos de su vida que le podrían haber hecho ser uno de los personajes más célebres de la intelectualidad española. Pero la endogamia universitaria de las maffias y la malafollá congénita granaína se cebó con él y con los suyos. Su amiga berlinesa Margarete Adler también sería violada y fusilada por la chusma falangista granadina por la simple razón de haber coqueteado con un concejal del Frente Popular en el ayuntamiento granadino durante el mes de julio de 1936 cuando se encontraba pasando unos días de vacaciones en aquel sangriento y criminal verano.
Fue quizá el rector más joven -sólo tenía 32 años- y el más breve -escasos tres meses duró en el cargo- que haya poseído la Universidad granadina. Pese a que la inquina fascista granadina no le dejó ni respirar fue fusilado en Víznar el 22 de octubre de 1936. Cuesta trabajo creer que se dieran cita en un personaje tan sublime tanto odio en tan poco tiempo como estuvo ocupando la cátedra de "Cultura e Instituciones Musulmanas" en la Facultad de Letras de la Universidad de Granada. Su fusilamiento y después olvido pone en cuestión la teoría fascista que justificara durante decenios el criminal golpe militar de los genocidas del 36. No es cierto que fuera necesario dar aquel criminal zarpazo contra el legítimo gobierno republicano del Frente Popular porque la chusma salvaje se había apoderado del poder en España.
Salvador Vila Hernández tuvo dos maestros fundamentales en su formación intelectual: Miguel de Unamuno y Wenceslao Roces. De ambos hablaremos en próximas ocasiones. El primero dejó manuscritas unas célebres frases en el mismísimo papel que le daba a conocer el cautiverio de su amado discípulo. Las escribió siendo aún Rector de la ilustre Universidad de Salamanca. El dolor que sufrió tras la noticia le hizo rebelarse contra las autoridades fascistas que presidían el acto de inauguración del nuevo curso escolar del año 1936/37: aquel sonoro "venceréis porque tenéis de vuestra parte la fuerza bruta, pero no convenceréis porque os falta la razón" le hizo gritar al militar Millán Astray su castizo y célebre gruñido: "¡Viva la Muerte, muera la inteligencia!". Aquel otoño fue el último del inolvidable catedrático de griego. Fallecería el último día del año 1936 fatigado, melancólico y solitario.
El otro gran intelectual que influyera en nuestro joven rector fue el genial Wenceslao Roces que con sólo 23 años ocupó una cátedra de "Derecho romano" en la Universidad de Salamanca. Se fue a ampliar estudios a Alemania y conocería la obra filosófica alemana de primera mano. Sus traducciones no se hicieron esperar. Creó la editorial Cénit y en sus imprentas vería la luz una inolvidable traducción de El Capital. Crítica de la economía política de Marx. Durante la dictadura del general Primo de Rivera tomó partido y militó activamente en el Partido Comunista de España. Con el triunfo del Frente Popular formaría parte del Ministerio de Instrucción Pública, sus decisiones fueron muy criticadas. Pero gracias a ellas muchos milicianos de la República aprendieron antes a leer y a escribir que a disparar. En el exilio creó en México una excelente escuela de traductores. Fiel ejemplo de su incansable labor fue la creación del Fondo de Cultura Económica.
Con tales maestros no fue nada extraño que Salvador Vila se implicara políticamente. Es aún encontrable su traducción del alemán del teatro político de Erwin Piscator. La maravillosa editorial de Eva Forest y Alfonso Sastre, la pequeña y familiar Hiru de Hondarribia, la rescató del olvido hace unos años. Si en la Universidad de Granada hubiera aún algo de dignidad de aquella ética académica que caracterizara al sabio quehacer de Aristocles -conocido más por su alias de Platón- se decidiría que el nombre de Salvador Vila Hernández le diera renombre a tan famélica y endogámica institución creada en 1531 por el incinerador inquisitorial Gabriel Cisneros. Pero ni habrá ni será el caso...
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