lunes, 22 de octubre de 2007

Ni se olvida ni se resigna: se multiplica a diario el coñocimiento con Filo



Hipócritas en acción

GREGORIO MORALES
Ideal, Granada 21 febrero de 2006

QUIEN a los 16 ó 17 años no haya visto pornografía que dé un paso adelante. Los reclamos aparecen incluso en las páginas infantiles de Internet. En televisión, basta con hacer zapping a partir de la medianoche para toparse con películas porno. Los adolescentes se intercambian por los móviles las más osadas imágenes.

Que un profesor de filosofía plantee en clase una reflexión sobre la pornografía resulta casi obligado. Así lo hizo un docente granadino con sus alumnos de Primero de Bachillerato, para lo que usó naipes, una carta de Joyce y un cómic. Y hete aquí que, de súbito, algún fariseo se ha mesado las vestiduras. ¡¿Anatema?! ¡Sea anatema! Poco importa la intención moralizante del profesor. Para los estólidos, el material utilizado es una «provocación sexual». Henchidos de santo escándalo, debieron de narrar la 'atrocidad' al director del centro, quien, a su vez, la puso en manos de la Inspección, y ésta, de la Fiscalía.

Penoso. Según el surrealista razonamiento aducido, el albañil que derruye muros para reconstruir una casa va contra la propiedad privada; el cirujano que abre y corta tejidos para curar es un asesino; el policía que rastrea las páginas de pedofilia de la red para inculpar a los responsables es un pedófilo.

Alegan que en el cómic se mostraba un concurso de violaciones. Pero no parecen haber entendido que formula una crítica de los 'reality shows' y del uso inhumano que en ellos se hace de las personas. La historieta no sólo iba en contra de las agresiones sexuales: era una irónica y cruda sátira de una sociedad que, incluso en el entretenimiento, cultiva la violencia. Echando mano de una 'reductio ab absurdum' –el famoso concurso-, se mostraba el salvajismo subyacente en cosas aparentemente triviales y cotidianas.

Claman igualmente contra una de las cartas íntimas que Joyce escribió a su mujer y que, subastadas por Sotheby's en el 2004, alcanzaron la friolera de 357.000 euros. ¿Pero hay un mejor camino de comprender que lo que en un contexto es pornografía se vuelve en otro literatura? Como afirma Peter Shelley, el especialista que subastó las misivas: «El alto precio alcanzado refleja la importancia de la relación entre Joyce y Nora». La carta es, por tanto, el testimonio de una unión en la que el sexo se alía al amor. Lo que parece pornográfico para las mentes obtusas es sencillamente sublime.

Queda la ridícula acusación de distribuir naipes «con representaciones de hombres y mujeres durante prácticas sexuales». Aparte de que muchos de los estudiantes tendrían en sus móviles imágenes más atrevidas, ¿qué diríamos si esos naipes se hubieran comentado en una clase de educación sexual? Nos habría parecido natural. ¿No podía, pues, mostrarlos un profesor de filosofía para reflexionar sobre el sexo?

La mojigatería nos invade. Estamos apropiándonos de los defectos de la sociedad anglosajona, pero de ninguna de sus virtudes. Cuando la justicia sentencie la inocencia del profesor y hasta lo proponga para una medalla por lo bien que preparó su clase, ¿quién lo resarcirá de este infame aquelarre? ¿Dónde estarán el compañero o padre que lo delató, el director que transmitió la impostura, el inspector que lo suspendió de empleo, la Delegación que lo denunció y el fiscal que lo ha acusado?
¿Y luego dicen que los profesores flaquean! ¿Qué dignidad van a mantener cuando ésta es saboteada sistemáticamente por cientos de hipócritas en acción?
Yo habría actuado igual. Mil veces igual. Que vengan también a por mí.

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