Hay que ver como las derechas paleopolíticas se disputan la carnaza. Echan a ondear banderas al viento a sabiendas de que es más fácil pregonar que sembrar y repartir trigo. Olvidan algo tan maquiavélico como que todas las banderas son sólo trapos de colores.
Lo que ocurre en nuestro país no tiene nombre. Se mire por donde se mire. Se está haciendo todo lo posible para hacer cierto el diagnóstico de la Comisión Trilateral de mediados de los años setenta de la pasada centuria. Ya en aquel tiempo los amos de las transnazionales se unieron para jodernos el presente y malvendernos el futuro. Corrían años de tristes dictaduras en países que previamente se habían colado en nuestra primavera política. El bueno de Mario Benedetti recordó aquellos años de esperanza en su magistral obra Primavera con una esquina rota. Los expertos de la Comisión Trilateral como Anne Kirkpatrick lo tuvieron claro desde el principio: ¡haremos del sueño democrático un imposible que sea ingobernable!
Las camarillas de pseudosocialistas empezaron a mover sus fichas en los tableros del juego político. En España dió pingües beneficios el quehacer de tanto maleficio. Se nos vendió una Idea de España de bajo contenido industrial. Figúrense que el mismo año que este país entra en la Comunidad Europea se ratifica en referendum popular nuestra permanencia en la Organización del Terrorismo desde América del Norte (OTAN). Era el año 1986. El acuerdo presuponía el desmantelamiento industrial, agrícola y ganadero de España. Y se hizo. Ya en 1936 Adolf Hitler predijo que España sería el lugar de turismo por su tradicional servilismo. Un país de camareros.
La Asturias del carbón y de la leche mantiene hoy a una población mayoritariamente jubilada que no llega aún ni a la edad mínima de jubilación. Ver para creer. Y para ponerse a llorar y no echar ni una lágrima. Como no hay ni un dios que explique realmente lo que está pasando se mira hacia otro lado. Con tener cierta renta asegurada y leer en clave de distinción de género todos los días la prensa del régimen: el As, el Marca, el Mundo deportivo para la inmensa mayoría de los varones; y el Hola, el pronto, el Qué me dices, el Ana Rosa,... para la imbecilización de la mayoría de las mujeres. Y por si no hubiera suficiente -o se persiste en el aznarfabetismo crónico de las miserables clases populares españolas- se conecta la misma mierda desinformativa en los privatísimos y estatalizantes canales de televisión en horarios de mañana, sobremesa y tarde.
A las Españas perteneció Flandes y para su libertad política se tuvo que generar una guerra que a las actuales Bélgica y Holanda les valieron sus increíbles independencias. De las Españas se desgajó Portugal. Cataluña y Aragón tuvieron sus colonias mediterráneas antes de que el yugo del catolicismo hispánico ahogara sus redes comerciales. A las Españas pertenecieron las naciones hispanoamericanas y para lograr sus independencias tuvieron que combatir a sangre y fuego contra los soldados de la tiranía española. De aquellos barros proceden esos lodos que hicieron de las regiones más ricas del continente americano naciones pobres en el mercado imperialista mundial.
Hoy hay otros hombres y mujeres que se avergüenzan de pertenecer a una nación que mantiene las matanzas de toros como símbolo sangriento festivo y eleva a lo más alto de lo público el lugar de encuentro que cualquier municipio con postín se enorgullece de poseer: una gran plaza de toros.
Tampoco la Iglesia española es digna de ser denominada con el nombre de aquel campesino judío conocido como Jesús de Nazaret. Su más alta cota religiosa es la Inquisición que dicta bastante de la otra mejilla que proponía como moral el de Galilea.
No hay una España, existen las Españas. Pero en la que se cree única y católica sólo usan el nombre de Cristo como coartada para implantar sus cacerías y sus latrocinios. Celebrar en esa puta España el 12 de octubre es algo peor que un acto repugnante: ¡es una vergüenza!
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