miércoles, 3 de octubre de 2007

Suicidios

Una vez más. Alguien -en este caso han sido dos- nos deja. Hace muy pocos días se encontraron muertos en Francia a un sabio y a su esposa. Decidieron dejar de vivir. Y se lo tomaron muy a pecho. Tuvieron el coraje, la entereza, la firmeza suficiente para decir al unísono hasta aquí hemos llegado.
Sabían que si continuaban sólo recibirían a cambio de perseverar en el sufrir cantidades infinitas de dolor. Eran mayores. Sabios y se amaban. Nos dejaron una gran obra. Conviene tomar notas de sus humildes apuntes contra el trabajo asalariado como fuerza destructiva del pornocapitalismo.
Su vida fue un aprender del sabio filósofo cubano Pablito Lafargué. Descansen en sus sueños y que el camino de la levedad les haya sido soportable. Desde que huyeran de los nazis cuando ocuparon Viena su diáspora les hizo usar muchos nombres. Con el de André Gorz le conocieron muchos lectores de Les Temps Modernes del inigualable Jean Paul Sartre. Supo decirle Adiós al proletariado. Pero en esa despedida no estaba el alejarse del Moro de Treveris. Antes al contrario. En sus Metamorfosis del trabajo deja acta escrita de las infinitas deudas intelectuales que con el autor de El capital contrajo en vida. Que tu vida nos ayude a pensar en nuestro suicidio colectivo. No te deseamos lo tópico: ¡no queremos ni descansar ni la paz de los cementerios!

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