Parece que no se quiere aprender nada del pasado. Con lo insoportable que es repetir una y siempre la misma letanía.
En la pasada década de los noventa se nos sumergió en un océano de podredumbre después de la caída del muro berlinés y de los campos de concentración del socialburocratismo europeo. Esa historia fue tremebunda pues ni siquiera pudo llegar a darse por nacido algo parecido al sueño comunista de una república soviética. Antes de su concepción se le obligó a abortar. El seminarista Stalin supo dar rienda suelta a sus instintos de clericalismo despótico bien aprendido.
Como pomada el puto imperialismo yanqui nos quiso meter de todo hasta por las narices, el culo hacía ya bastante tiempo que lo habían invadido. Y ese calmante vino de un mariscal con ciática como fuera el payaso polaco Karol Woytila, a quien los servicios prestados le hicieron llegar al mismísimo Vaticano y sentar sus posaderas en el cargo creado por Constantino. Éste fue el emperador que adulteró para siempre el mensaje religioso de Cristo. ¿No se debería llamar constantinismo a la abolición imperial del cristianismo?
Con la caída del burocratismo socialista -fiel copia de los despotismos orientales con poderes teologales para los caudillos, líderes, jefes que tan bien estudiara el comunista alemán Karl Wittfogel en su denostada obra El despotismo oriental, un libro que fue sepultado por reproducir la metodología materialista de Marx en el estudio antropológico de las deformaciones sociales realmente existentes- se pregonó como pócima de salvación la estupidez de los monoteísmos. Se abolió la racionalidad humana. Y sólo se permitió la oración religiosa como fórmula semántica de darle sinsentido a la puta vida. Le declararon la guerra a la condición de ciudadanas que podían tener las mujeres. Y el mundo se cubrió de huérfanos.
La CIA preparó ejemplar y modélicamente los diferentes fundamentalismos. Realizó cursos y master acelerados sobre las identidades siniestras y las preparó como formas fantásticas -de fantasía e invención imaginaria muy efectivas- de luchar contra los demonios de la ética universalista del comunismo posmarxista. Como alumnos brillantes de sus jodidas Madrazas islámicas tuvieron a los podridos saudíes, a los irrecuperables kuwaitíes, a los zánganos de los emiratos, a los sempiternos talibanes... les dieron lecciones prácticas de cómo recuperar sus religiosas y criminales tradiciones. Fundaron a golpe de petrodólares el fundamentalismo islámico. Esos fúnebres métodos les habían dado antes un buen resultado, así que lo hicieron a imagen y semejanza de las luchas que años antes habían llevado con el jodido Opus deien la fiel dictadura franquista o en las putrefascistasorganizaciones como communione e liberazione del institucionalizado entramado maffioso de las redes pseudodemócratacristianas que nadaban a placer en las mismísimas entrañas del fundamentalismo monoteista católico de Italia o con sus miles de sectas protestantes invadiendo los imaginarios populares de la Amepobre ladina.
Algo muy positivo está teniendo la primera década del siglo XXI para quien quiera ver y pueda darse cuenta de los negocios infames que las religiones monotesitas crean sobre la faz de la Tierra. Odian tanto la vida que no tienen ningún problema con eliminar de raíz cualquier tipo de esperanza que pueda basarse en el materialismo ético.
sábado, 20 de octubre de 2007
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