La verdad es la verdad dígala Agamenón o dígala su porquero. Agamenón dijo: cierto. El porquero, sin embargo, pensó más allá y dijo: disiento.
Granada, para desgracia de muchos, es la tierra del chavico. Y aunque la mona crea que con tanta inmobiliaria y venta de terrenos de la Vega se vista de seda, mona se queda.
Que se deteriora su hábitat la gente -sobre todo, la universitaria- mira hacia otro lado. Hubo una vez un campesinado analfabeto -antes de que lo convirtieran a la fuerza de la costumbre del hambre capital del fascismo al aznarfabetismo- que soñaba con que sus benjamines tuvieran una buena educación. El pueblo trabajador se creía que en cuanto sus vástagos pisaran las escuelas de los señoritingos que muchas cosas cambiarían. En estos últimos años los únicos puestos de trabajo que se han creado para las poblaciones más jóvenes han sido pupitres en las instituciones escolares. Y se celebra como si fuera un signo evidente de progreso. En esas escuelas sólo se está perfomateando la ruina social del mañana.
Hasta hace bien poco tiempo de nuestro suelo patrio salían retahílas de quinceañeros a buscarse la vida -laboral- a otras latitudes. Casi siempre tiraban más al norte: Madrid, Barcelona o incluso más arriba hacia Suiza, Alemania o Francia.
Los malos hados del gonzalismo psoísta sólo tiraron del nuevo y pésimo código penal. La vida social española se ha judicializado. No hay conflicto social que no pase en última instancia por los Juzgados. Eso lo ha visto muy bien el psiquiatra Guillermo Rendueles en obras suyas como Egolatría. Del juzgado se ha pasado o a la cárcel o al psiquiatra.
En esos paseíllos ha tenido que ver mucho la mala digestión que las escuelas psicológicas han hecho de algunas pseudociencias como la biología darwinista. Hace años que Piaget y Kölberg se pusieron a hablar de estadios morales. Se le olvidó lo fundamental. Saber de qué diablos realmente estaban hablando cuando creían -en su sentido más religioso- en el evolucionismo. Sólo hacía falta preguntarle a las víctimas: ¿de verdad que existe progreso en la moral? ¿se puede entender que hay evolución social cuando un cuerpo electoral vota por Hitler o por Bush o por Aznar? Sabemos que hay poca diferencia entre los gobiernos de un Zapatero, un Berlusconi o un Sarkozy. Son todos estadios de derecha que progresan inadecuadamente hacia la paleopolítica más salvaje, criminal y primitiva bajo el estandarte del fundamentalismo pornocapitalista.
Y Granada ha aprendido mucho de esos aberrantes estadios de la inmoralidad criminalmente gobernante.
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