domingo, 28 de junio de 2009

Y quién nos iba a decir que CAGÓN o RATA no son categorías para una novísima CRÍTICA LITERARIA: si es que en la PUTA graná hay de tó

· Para un análisis de las categorías críticoliterarias que los Luises suelen usar para medrar socialmente: cainita, cagón, rata.


Ni una cosa, ni la otra

Luis García Montero
ELPAÍS, 25 de abril de 2009

Como en Granada suelen ocurrir tantas cosas inauditas y la ciudad pone un raro empeño en despreciar lo mejor de su patrimonio intelectual, resultan frecuentes las opiniones sobre la maldición cainita. Cada vez que salta a la prensa un disparate, recibo numerosas cartas y correos electrónicos de solidaridad, comentando la hiriente capacidad de los granadinos para disparar contra sus hermanos. Pues no, no creo que esto sea verdad. Antonio Machado sentenció con razón que el crimen de García Lorca fue en Granada, en su Granada. Pero nadie puede afirmar que lo cometieran granadinos. Muchos de los responsables militares de la muerte del poeta habían nacido fuera. Por ejemplo, en Málaga. Es injusto cargar con el instinto de criminalidad al habitante medio granadino. El comandante Valdés no representa el estado anímico de la ciudad.

Otras veces ocurre exactamente lo contrario. Te presentan como poeta granadino en Buenos Aires o en Budapest, y en seguida aparece la voz agradable que alaba la vena artística de la ciudad, la fuente inagotable de su genio representado por autores como García Lorca o Luis Rosales. Y la verdad es que tampoco, ni una cosa, ni la otra. García Lorca y Rosales no representan el carácter de la ciudad, son casos extraños de poetas excepcionales. Granada no es una tierra de verdugos, pero tampoco de genios. Los artistas de primera calidad no brotan aquí como setas.

Lo que más abunda en la ciudad, lo que mejor define su condición, es la medianía asustadiza que mira hacia otro lado cuando surgen problemas. Estoy convencido de que el periodista e historiador Melchor Fernández Almagro, Melchorito en la intimidad de la familia García Lorca, no hubiera nunca disparado contra Federico. Debió sentir mucho su muerte. Ocurre que un día empezaron las ejecuciones, y él prefirió mirar hacia otro lado para no comprometerse. Ya puesto en situación, deseando congraciarse con el dictador, tuvo la necesidad de escribir sobre los crímenes que los rojos habían cometido en Granada. Isabel García Lorca contó en sus memorias que, acabada la guerra, Melchorito visitó el domicilio de los Lorca. Conchita, hermana de Federico y viuda del alcalde socialista Manuel Fernández Montesinos, le afeó su poca vergüenza al pisar la casa después de lo que había escrito. Fernández Almagro se desmayó, hubo que reanimarlo. Doña Vicenta Lorca se quejaba en medio de la situación: "¡cómo se ha portado de mal, y encima tenemos nosotros que consolarlo!".

El novelista Francisco Ayala vino al mundo en el mismo edificio que ocupaba la familia de Fernández Almagro. Melchorito habla en sus memorias de la elegancia de la madre de Ayala y de la generosidad con la que le prestaba algunos libros. En la suyas, cuenta Francisco Ayala la actitud de tibieza y miedo que mantuvo el amigo cuando lo recibió a la vuelta de su largo exilio. Melchorito no era mala persona, lo había ayudado en sus primeros pasos como escritor. Pero después se cruzó la guerra, el miedo, y dejó claro, ya en los años 60, que no estaba cómodo junto a un exiliado, porque se sentía comprometido. Ayala lo define con un término muy expresivo. Era un cagón.


Melchorito representa bien el estado actual de la conciencia granadina. Más que en los verdugos o en los genio -sic-, hay que pensar en los cagones, en los que prefieren mirar a otro lado cuando una rata pretende convertir a la ciudad y a sus instituciones en una alcantarilla. No conviene exagerar, los granadinos no somos cainitas, ni recibimos al nacer un certificado de divinidad estética o intelectual. Ni una cosa, ni la otra. Más bien abunda la descomposición de vientre, el mirar a otro lado. Y eso es lo que deteriora el tejido de la ciudad, el ánimo de su ciudadanía. Nadie se compromete, y así nos va. Todos contentos en tercera división.



Nota de LPGr: Y ya se habrán dado cuenta, al menos, de quién es el que generaliza de una manera bastante bárbara, ¿no? No es extraño que un personaje así aún no sepa ni qué ropa ha de ponerse sin preguntar a su mucama o a la mujer del taxista...



sábado, 27 de junio de 2009

Un artículo que levantará ampollas en ciertos circos aznarfabéticos y socialisticas de la Puta Graná

Javier EGEA con Mario BENEDETTI

El poeta doblemente muerto

Gregorio MORÁN
LA VANGUARDIA, Sábado, 27 de junio de 2009, página 26.


La sociedad a los poetas los prefiere muertos. Es un asunto que viene de siglos. En vida parecen un engorro, porque no sólo hay que alimentarlos, sino que en general tienen gustos raros; en algunos casos incluso caros, lo que ya es el colmo, pero sobre todo complicados, difíciles, singulares, intratables.

La galería de raros de la poesía española moderna es verdad que tiene algún tipo simpático como García Lorca, también algún humilde como Miguel Hernández, pero predominan los de carácter atrabiliario, a lo Cernuda, o literalmente insoportables como Juan Ramón, sobre el que su propia esposa, santa Zenobia Camprubí, canonizable en su laicismo, se preguntaba cómo era posible un tipo tan perverso como su marido, el gran Jiménez; genial e inaguantable.

Habrá gente a quien el asunto le parezca divertido, pero no lo es. Los poetas, en sociedades agresivas, pobres y cainitas –la nuestra, sin ir más lejos–, son personajes a la intemperie, sometidos más que cualquiera a la lucha por la vida, porque alimentan una dificultad congénita que es la de convivir y adaptarse a un mundo que expresamente los desprecia y los rechaza. El poeta en nuestra sociedad desempeña el papel que antaño representaban los músicos de bodas y banquetes; unos intérpretes que amenizan las fiestas para complacer al público que les paga y les jalea mientras dura el espectáculo.

Y cuando acaba, a su casa, a sufrir la sordidez de la necesidad y la rutina. Alguien me dirá que siempre fue así, y quizá sea cierto, pero entonces el poeta tenía garantizada casa y comida a poco esfuerzo que hiciera por ejercer de siervo y dando por descontado el talento, porque no había tanta competencia. Pero ahora se les pide mucho a los siervos poéticos. Se les exige en primer lugar que crean, y si no, al menos que disimulen. Yo recuerdo, por ejemplo, los años finales de Ángel González, un poeta al que estimo, y me da un cierto amargor evocarle bailando el agua a los señores; porque los de hoy no se llaman Duque de Lerma o de Olivares, sino el poder, el partido en campaña, el galardón ganado a pulso de saliva. ¿Alguien tendrá algún día el valor de hacer la lista de viajes y charlitas en los Institutos Cervantes del mundo entero? Seamos un poco crueles para ser precisos, ¿acaso un notable poeta como Antonio Gamoneda, que arrastró durante décadas, prácticamente toda su vida, una pobreza de público y de gloria, no debe este tardío reconocimiento a ser de León, por más que nacido en Oviedo, y compartir patronazgo con un presidente planetario?

Hoy voy a contarles algo de la historia de Javier Egea, no sólo por poeta excepcional sino porque me peta ahora que se van a cumplir diez años de su voluntaria muerte, y después de saber que al fin acaba de ser recopilada su vertiginosa obra. Fuera de Granada, su casi permanente lugar de vida, nacimiento y fin, y exceptuando la reducida, malévola y endogámica masonería envidiosa de los poetas, Javier Egea es un imperfecto desconocido (este es el momento en el que el enterado de turno se enerva y grita que él estuvo en el recital de Lleida en 1995 y en el de Barcelona de 1996). En más de una ocasión me ha tentado preparar una galería de raros a los que casi nadie hizo maldito el caso, y a los que tras su muerte les florecieron amigos y conocidos hasta el hartazgo. En el caso de Egea y Granada casi se ha convertido en una afición de la inteligencia local. Todos admiraban mucho a Egea, y todos le consideraban un gran poeta, el mejor, bastaba declamar alguna estrofa rotunda de Troppo mare, o ponerse estupendo con unos versos del Paseo de los tristes. Pero resulta que se murió, o más exactamente se voló la cabeza con su escopeta de caza, un 29 de julio que fue jueves. Y poco antes de llegar hasta ese punto irreversible hizo algo que su postinera familia y sus encumbrados colegas del verso y la veleta no le perdonarán nunca: redactó de su puño y letra un testamento legando sus bienes –un millar y pico de libros, y otro tanto de manuscritos y papeles– a su novia más querida, al tiempo que le hacía un guiño de despedida a su amigo más veterano. De tal modo que la heredera del legado de Javier Egea, gran poeta, pasó a manos de Helena Capetillo, enfermera, quien a su vez confió todo lo referente a concesión de derechos de publicación, al amigo veterano, Pío Alcántara, cartero. Todo el desdén y la desconfianza que abrigaba Javier Egea hacia sus colegas del gran gremio de poetas de Granada, incluida su nada poética familia, quedó patente en ese gesto. No daban crédito a lo ocurrido. Podían pasar por el suicidio a los 47 años –son cosas afines al riesgo de la angustia del creador–, podían admitir que el vate llevaba años muy distante de las preocupaciones de sus compañeros generacionales, incluso que su radicalidad de raíz –rasgo siempre a tener en cuenta en el caso de Egea– le hacía difícil de tragar después del reto que había supuesto su Raro de luna (1990), último libro publicado, apabullante combinación de exquisitez formal y hallazgos rítmicos. Se podía también entender la deriva alcohólica hasta el borde del delirio, su escaso interés por integrarse en las subvenciones que se ganaban a pulso de favores de diputaciones y premios de cajas de ahorros. Pero que se matara sin dejarles la oportunidad de manejar sus restos, sería algo que habrían de pagar la enfermera y el cartero en forma de ofensas, insidias, calumnias y procesos, hasta llegar incluso a aprobar la detención de la novia legataria por la desaparición de un par de cajas de libros del difunto. Que el poeta más brillante de Granada desde García Lorca estuviera bajo la custodia de una enfermera y un cartero se entendió como una provocación, la última y definitiva de Javier Egea hacia las instituciones granadinas, amplias de subvenciones pero cortas de luces y de aliento.

Porque Granada es ciudad de poetas, desde siempre, y algunos buenos, y los poetas muertos son un bien amortizable para los vivos, no sólo en enseñanzas sino sobre todo en prestigio. El joven Egea había formado parte de un trío que se presentaría en sociedad, hacia 1982, como “la otra sentimentalidad”, un guiño al gran y último don Antonio Machado en su Juan de Mairena. Un grupo nada compacto formado por Luis García Montero, Álvaro Salvador y el propio Egea. Frente a lo que la gente suele creer, la historia es muy importante en la poesía. En octubre de 1982, se había producido en España la victoria absoluta del Partido Socialista, y “la otra sentimentalidad” se situaba entonces en posiciones más críticas y a su izquierda. Una de esas plumas siempre agradecidas a los jefes de la parroquia granadina, Fernando Valverde, escribiría a modo de curioso balance generacional: “Mientras García Montero y Salvador obtenían reconocimiento público, Egea prefirió convertirse en una especie de poeta maldito, alejado de cualquier academicismo”. Fíjense en la señal: “Egea prefirió convertirse en una especie de...” Con esta reflexión ya puedes hacerte cargo del Festival de Poesía de Granada. Detrás de todo mediocre –poeta o periodista– hay un vampiro.


Atento conocedor de su inminente muerte, Javier Egea intuyó lo que vendría, a la manera que lo hacen los suicidas; conscientes del lío que armarán pero seguros de que el tiempo les dará la razón, si es que hay caso. Preparó una antología de toda su obra que tituló a la manera de su adorado Góngora, Soledades, pero la voluntad de sus devotos albaceas –la enfermera y el cartero– no pudo vencer la incompetencia y el miedo del editor que la contrató. Luego advirtió que no quería “que se le utilizase”, cosa que ronda lo imposible tratándose del mundo de la pluma. Hubo incluso quienes promovieron libros y clubs en la esperanza de sumar su magra obra a la aparición de inéditos del muerto. Al fin, el jueves de la semana pasada se presentaron en Granada cuatro volúmenes con la obra completa de Javier Egea, compilados por Pío Alcántara y Juan Antonio Hernández, en edición artesana de cuatro ejemplares. Cuatro volúmenes y cuatro ejemplares; un testimonio que trata de superar la doble muerte del poeta español más interesante, en mi opinión, del último tercio del siglo XX. Una edición en la que asoma de un modo sarcástico la pretensión del autor en el que fue probablemente su último poema: “Me desperté de nuevo entre dos sombras...”*.

viernes, 26 de junio de 2009

Con ALBA se entienden algo mejor las Putas Krisis


Crisis capitalista: la "racionalidad" del abismo


Santiago Alba Rico
Sodepaz
www.rebelion.org 26 de junio de 2009


El pasado 20 de enero, un joven y brillante millonario irlandés, Patrick Rocca, lanzado al firmamento empresarial por el globo inmobiliario, sucumbió al vértigo de la caída irremediable. Propietario de la Accorp Properties, amigo de Blair y Clinton, dueño de mansiones en Dublín y Marbella, socio de los más exclusivos clubs privados de Inglaterra, buen jugador de tenis, buen degustador de vinos, no pudo soportar la ruina del Anglo-Irish Bank y se quitó la vida de un disparo en la cabeza.


Quince días antes, el 5 de enero, uno de los 100 hombres más ricos del mundo, el alemán Adolf Merckle, 75 años, propietario de un holding empresarial para el que trabajaban 100.000 personas, sintió el repentino desvalimiento de un jubilado, renunció a seguir negociando su imperio con 20 bancos y se arrojó a la vía del tren. El mismo gesto había acabado un mes antes con la vida del millonario neozelandés Kirk Stephenson, director de operaciones de una compañía de inversiones afectada por la quiebra de Lehman Brothers.


También el 5 de enero, el día en que Adolf Merckle imitaba a Ana Karenina, se suicidó dentro de su lujoso Jaguar el presidente de una de las inmobiliarias más importantes de EEUU, Steven Good, desesperado ante la idea de no poder seguir construyendo y vendiendo casas. Dos semanas antes, el financiero francés, René-Thierry Magon de la Villehuchet, cofundador de Access Internacional Advisor y gestor de 1.000 millones de euros arrojados a las arenas movedizas de Madoff, se había cortado las venas en su despacho en Nueva York. Al menos otros cuatro analistas e inversores estadounidenses, Eric von der Porten, Barry Fox, Edwin Rachleff y Scott Coles, todos ellos ricos y felices hasta pocos días antes, decidieron a finales del año 2008 interrumpir una existencia despojada de pronto de todo sentido.


Los ricos se suicidan: es que hay una crisis del capitalismo.


El 31 de julio del año 2002, Pedda Narsamna, campesina india de 50 años, se ahorcó en la aldea de Pandi Parthi abrumada por las deudas, dejando a los ocho miembros de su familia sumidos en la más negra desolación. En noviembre de 2008, Anil Khondwa Shinde, un pequeño agricultor del distrito de Vidarba, en el Estado indio de Maharashtra, se suicidó a los 31 años ingiriendo el potente pesticida que le habían proporcionado los mismos proveedores a los que no podía pagar los préstamos adelantados para comprarlo. Shankara Mandaukar, otro campesino de Napgur, en la India Central, había hecho lo mismo pocos días antes: viendo amenazadas sus pobres tierras por el impago de deudas, se bebió un tazón del insecticida químico que había contribuido a su ruina.


Según datos oficiales, entre los años 1997 y 2005, más de 150.000 campesinos se han suicidado en la India, despojados de sus tierras o arruinados por las grandes multinacionales de la alimentación, con Monsanto a la cabeza, que controlan el negocio de las semillas y los pesticidas. En los últimos seis meses, se han suicidado 9 millonarios en todo el mundo; es decir, una media de 1 millonario cada 20 días. Desde el año 1997, sólo en la India se ha suicidado un campesino cada 32 minutos; 1 cada 30 minutos a partir del año 2002.


Los pobres se suicidan: es que hay sencillamente capitalismo1.


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El año 29 fijó para siempre la imagen del apocalipsis económico: la de los edificios de Wall Street vomitando por todas sus ventanas a los millonarios de Nueva York. En realidad, sólo fueron dos los que saltaron al vacío, pero la caricatura es certera, porque expresa –junto al deseo fabuloso de una purga igualitaria– la desigualdad fascinante del capitalismo2. El hambre, la miseria, el paro, la enfermedad, el dolor de 4.000 millones de seres humanos no merecen la intervención de los expertos, la atención de los periodistas, la reunión del G-20: demuestran más bien la salud del sistema. Ni siquiera dan para una tragedia griega o una peripecia hollywoodiense. El drama empieza allí donde la riqueza ha producido previamente una personalidad; la crisis adquiere rango sistémico, universal, cósmico, cuando alcanza la lista Forbes. ¿900 millones de hambrientos? Nos los podemos permitir. ¿La mitad de la población del planeta sin agua potable? Esto funciona. ¿16.000 especies en peligro de extinción? Trillones de dólares giran sin descanso en los circuitos financieros. ¿El número de milmillonarios pasa de 1125 a 793? Es la crisis.


Al capitalismo le es indiferente si entre los diez hombres más ricos del mundo está Amancio Ortega, pero le es indispensable jerarquizar la riqueza; no le importa quiénes forman parte de la lista, a condición de que la lista exista, sume crecientes fortunas y promueva rivalidades deportivas. Desgraciadamente no es una ilusión alienante ni una manipulación propagandística: si los campesinos indios se quitan la vida, las empresas mejoran sus balances; si los millonarios se suicidan, si pierden dinero, si ven reducido su patrimonio en un 23%, todos estamos en peligro. Dependemos de ellos. La racionalidad económica del sistema es inseparable de su irracionalidad general: si funciona, el capitalismo condena a la pobreza y la marginación a la mitad del planeta; si deja de funcionar, se lleva por delante también a la otra mitad. La única especie que la humanidad debe proteger, la única a la que no podemos renunciar –ni osos ni elefantes ni árboles– está incluida, no en la clasificación de Linneo, no, sino en el ranking plutocrático de la revista Forbes.


Nadie puede negar la superioridad del capitalismo. Funciona: ha producido más riqueza, más bienestar, más soluciones que ningún otro modo de producción histórico. Funciona: ha producido más pobreza, más malestar, más problemas que ningún otro modo de producción histórico. En términos económicos no sólo es superior; es también insuperable. Lleva dentro, como su motor y su maldición, la necesidad de revolucionar ininterrumpidamente las fuerzas productivas, moldear las sociedades, reorganizar los territorios, saturar el espacio, colonizar el tiempo, multiplicando en su camino, con fertilidad taumatúrgica, como en un cuento de hadas, los alimentos, las máquinas, los edificios, las medicinas, los libros, los placeres; y también, y al mismo tiempo, el hambre, las ruinas, las enfermedades, la ignorancia, los dolores.


Al contrario que al socialismo, nadie puede reprochar al capitalismo sus muertos, sus marginados, sus represaliados, sus perseguidos, porque su objetivo declarado no es el hombre y sus necesidades bioculturales sino la reproducción ampliada de su delirio y a ese propósito sirven por igual un automóvil y un cadáver, un granero y una guerra, la bulimia y la indigencia. Bajo el capitalismo, las crisis no se producen por una acumulación de cadáveres, epidemias o hambrunas –como en la visión de nuestros antepasados– sino por una acumulación destructiva de riqueza; sobreviene no cuando la humanidad sufre demasiado sino cuando sus sufrimientos no generan ya suficientes beneficios. Cuando estalla, el aumento del número de los cadáveres, las epidemias y las hambrunas no es tampoco –como lo era para nuestros antepasados– una consecuencia de la crisis: es más bien una solución.


Desde el punto de vista humano, el capitalismo ha consistido siempre en una crisis ininterrumpida; desde su racionalidad inmanente, lleva 35 años tratando de sustraerse a sus propios límites mediante expansiones centrífugas que han ido acompañadas, como recuerda el economista argentino Mario Rapoport, de una traca de crisis parciales y sucesivas: “la crisis monetaria en EE.UU. y la ruptura del patrón oro en 1971; el alza de los precios del petróleo en 1973 y 1979; la crisis de la deuda externa latinoamericana en 1982; el crac bursátil de Wall Street en 1987; las crisis de las cajas de ahorro estadounidenses en 1989; el crac japonés en 1990. Luego vienen las crisis periféricas de fin de siglo: la mexicana (1994), la del sudeste asiático (1997), la rusa (1998) y la brasileña (1999). Y a partir del nuevo siglo otro encadenamiento: el derrumbe de las punto.com en el 2000; las crisis en Turquía y en la Argentina (2001); la quiebras de Enron y World Com (2001 y 2002); las repercusiones financieras del atentando a las Torres Gemelas y de la invasión a Irak. Para culminar con la actual crisis de las subprime, que estalla en 2007 y a la cual se suman en 2008 las caídas de Lehman Brothers, las compañías hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac y la aseguradora AIG, más las de unos cuantos bancos europeos y norteamericanos”3.


Cada una de estas crisis, espasmódica cornucopia de pompas de jabón, expresaba y exigía nuevas medidas de eso que con lapidaria precisión Atilio Borón ha llamado “contrarreformas” neoliberales, con un retorno a las condiciones laborales, políticas y antropológicas de la Revolución Industrial4.


Cada una de estas crisis retrasaba y anunciaba la Crisis que se abate ahora sobre un mundo sobrepoblado, rebañado hasta los huesos y armado hasta los dientes. Cualesquiera sean las discrepancias acerca del pronóstico, ni los más desvergonzados defensores del libre-mercado –los que siguen golpeándose el pecho en público– se atreverían a desmentir en privado el diagnóstico: “lo que ocurre es la desintegración del capitalismo como sistema-mundo, no porque no pueda garantizar el bienestar de la vasta mayoría (nunca ha podido hacer eso) sino porque ya no puede asegurar que los capitalistas tengan la incesante acumulación de capital que es su raison d’être”5.


Cualesquiera sean las discrepancias sobre el desenlace, todos los pronósticos coinciden en que todas las soluciones –dentro o fuera del sistema– pasan por un aumento de los cadáveres, las epidemias y las hambrunas. La lista Forbes huele las yeguas del apocalipsis: unos, muy pocos, se suicidan; otros se reparten las ayudas de los gobiernos (o celebran cenas millonarias6); los demás afilan las tijeras para recortar puestos de trabajo, rebajar salarios y, llegado el caso, segar vidas. Los Estados del Bienestar (allí donde los había) suministran billones de dólares a los bancos, las aseguradoras y las empresas y psicoterapeutas a los despedidos y los parados7.


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Hay que estar muy loco para hacer un mínimo ejercicio de razón. Como estamos cuerdos, corremos a socorrer a un sistema irracional. En el orden inmanente del mercado, la lista del INEM depende de la lista Forbes. Aunque el “efecto derrame” no haya producido ni siquiera un goteo, aunque el poder adquisitivo de los asalariados descendiera durante las décadas prodigiosas de las pompas de jabón, es verdad que a los trabajadores –al menos en algunas regiones del planeta– les puede ir aún peor si el Estado no utiliza sus ahorros para sostener a los bancos y las empresas.


Después de todo, los banqueros y empresarios son los donadores de créditos y salarios como los propietarios esclavistas eran donadores de casa, alimento y protección y los señores feudales eran donadores de tierra y seguridad. Si uno era esclavo, era mejor tener un amo, incluso uno severo, que morir de frío en la montaña perseguido por los perros; si uno era vasallo, era mejor tener un señor, aunque esquilmase las hijas y las cosechas, que verlas secuestradas o incendiadas por invasores sin piedad; si uno es un asalariado o aspira a serlo, es mejor tener un banquero y un empresario, por muy exigentes que sean, que buscar comida en la basura y dormir sobre cartones.


Los tres –esclavismo, feudalismo y capitalismo– constituyen dispositivos funcionales de dependencia recíproca entre desiguales. El esclavismo era relativamente eficaz; el feudalismo era bastante eficaz; el capitalismo es eficacísimo. Pero al capitalismo, como al esclavismo y al feudalismo, no hay que reprocharles su ineficacia; hay que reprocharles su existencia.


La palabra “crisis” deriva del griego y pertenece originalmente al campo de la nosología: con ella se nombraba ese momento liminar en el que se decide el desenlace de una dolencia, en el que el cuerpo escenifica, por así decirlo, el “juicio final” a partir del cual se impone definitivamente la enfermedad o la salud. Krisis –”decisión”– procede de Krio –”yo separo, decido, juzgo”– y de ambos se desprende “crítica”, en el sentido en que usa Kant este término en el título de algunas de sus obras más conocidas. Una crisis, pues, es esa situación en la que se dirime el destino y se revelan los límites de un organismo vivo o una estructura compleja. Estamos en crisis. Estamos –es decir– en una coyuntura crítica en la que se decide la suerte, no de unos cuantos millones de seres humanos arrojados al fuego como combustible vivo, sino del sistema mismo que los sacrifica; y en la que ese sistema revela además los límites exteriores, absolutos, que su inmanencia viciosa ya no puede rebasar. ¿Cuáles son esos dos límites? El dolor y la naturaleza; el planeta cuerpo y el planeta tierra. El capitalismo, que ha producido más riqueza que ningún otro modo de producción anterior, sería perfecto y no sólo eficaz si, como Dios, crease sus propios recursos de la nada y si ser robado, golpeado, privado de alimentos, desnudado, humillado, despreciado y asesinado fuese placentero o, por lo menos, justo.


Hay un cupo de dolor, una prorrata de injusticia que ningún sistema puede sobrepasar sin generar resistencia. La propia eficacia del capitalismo lo transforma en el sistema más injusto de la historia. Que sea capaz de producir alimentos para alimentar tres veces a la población de la tierra, convierte el hambre de 965 millones de personas en un genocidio voluntario; que sea capaz de prolongar la vida hasta los 80 años en determinadas franjas geográficas y sociales, convierte en un crimen imputable la media de edad de Sierra Leona, Haiti o Bangladesh; que sea capaz de trasplantar órganos, fabricar prótesis, modificar genes, convierte la disentería, el dengue y la malaria, que matan a millones de personas y podrían curarse con un puñadito de píldoras, en una puñalada intencionadamente mortal. El dolor es doblemente dolor en un mundo con televisión; la injusticia es doblemente injusticia en un mundo globalizado y transparente. La resistencia es inevitable; nada garantiza, en cambio, que haya de ser inteligente, ordenada, razonable, socialista. La mística, filósofa y obrera Simone Weil escribía: “El que tiene los miembros desechos por una jornada de trabajo lleva en su carne como una espina la realidad del Universo. Para él la dificultad es mirarlo y amarlo”8. Cuando se lleva clavada la espina de la realidad en el cuerpo y en el alma, uno no se para a mirar –a razonar– la zarza en la que está atrapado. La resistencia puede parecerse –se parece ya– al mundo que quiere sacudirse de encima: subpolítica, biológica, espasmódica, individual.


El capitalismo no saca sus recursos de un sombrero sino del mundo, donde hay un poquito de agua, un poquito de viento, un poquito de aire y un poquito de tierra. Por mucho que se trate de huir hacia las pompas de jabón, ahí está el límite exterior que detiene todos los delirios de beneficios sin freno. Podemos imaginar quizás una civilización que con la formidable riqueza capitalista hubiese hecho algo mejor que Hollywoods, McDonalds y centros comerciales, pero lo que ya no podemos imaginar es una sociedad viable con esos niveles de riqueza, ni bien ni mal repartida.


La crisis revela el veneno mortal inscrito en el concepto central, irrenunciable, de la economía capitalista: el crecimiento. Dependemos irracionalmente de una racionalidad inmanente que impone como natural la explotación entre desiguales; dependemos irracionalmente de una racionalidad inmanente que exige como la única salida posible la destrucción del planeta. No crecer empequeñece; decrecer mata; salvar las condiciones mismas de toda supervivencia precipita el apocalipsis.


La crisis, que es de sobreproducción, sólo puede superarse, o al menos contenerse, con sobreconsumo, que es como decir que la única solución frente a la escasez de petróleo es utilizar más el coche o la única solución frente a la sequía es dejar el grifo abierto las 24 horas del día. La responsabilidad última de la crisis –nos dicen los gobiernos y los economistas– no la tienen los bancos ni las aseguradoras ni las financieras ni las empresas sino los consumidores, que compran menos casas y menos coches, gastan menos luz y menos teléfono y van menos al supermercado.


Mientras militantes de todo el mundo insisten en el carácter social y ecológicamente destructivo del consumo irresponsable, EEUU suministrará una ayuda adicional de un billón de dólares a los bancos para créditos al consumo; e incluso el secretario general de CCOO en Castilla y León, Ángel Hernández, ha pedido el aumento del consumo como una de las medidas “voluntaristas”, casi militantes también, destinadas a amortiguar las consecuencias de la crisis económica: “Hernández” –dice en el diario protofascista El Mundo- “se dirigió a aquellos trabajadores y trabajadoras que tienen "su empleo asegurado" para que "muevan el dinero"9. La crisis obliga a acelerar la cabalgada hacia el abismo y habría que estar loco para no ceder a esta locura.


En España hay 3.000.000 de casas vacías y la relatora especial de NNUU, Raquel Rotnik, ha señalado la hybris de la construcción como causa directa de la crisis y paradójica suspensión del derecho básico a la vivienda en nuestro país, pero se insiste, como solución, en que “hay suelo municipal y autonómico para construir 625.000 viviendas sociales” y salvar así al mismo sector inmobiliario privado que nos ha llevado a la ruina10. En el mundo hay 1.000 millones de automóviles, responsables de la mayor parte de la contaminación ambiental; el ártico se derrite, el cambio climático mata todos los años a 13 millones de personas y los agrocombustibles agravan la crisis alimentaria en grandes zonas del planeta, pero no podemos dejar de recibir como una pésima noticia –una tragedia dantesca que requiere una intervención de emergencia– el descenso vertiginoso de la venta de coches en Europa y EEUU (casi un 47% al cierre del año 2008 en España).


Esa es la racionalidad inmanente del capitalismo: sería un suicidio no apoyar una economía que acabará matándonos. Esa es la lección paradójica de la crisis: sería una irresponsabilidad, una inmoralidad, un crimen, no serrar la rama en la que estamos precariamente sentados. Y todos –como decía Brecht– nos ponemos a inventar sierras.


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La “decisión” (crisis) del capitalismo es también una decisión nuestra. Cualquier proyecto alternativo debe aceptar esos límites que el socialismo estalinista –productivista y desarrollista hasta dar náuseas radiactivamente nucleares, LPGr– tampoco aceptó nunca y que obligan a cuestionar radicalmente el vínculo ideológico fraudulento entre supervivencia y crecimiento y, más allá, entre bienestar y crecimiento. Sin duda cabe imaginar, como decíamos, una civilización injusta más elegante que hubiera utilizado los enormes recursos del capitalismo para producir obras estética y culturalmente superiores, pero lo que la crisis revela asimismo es toda la potencia destructiva de la búsqueda capitalista de esa tríada platónica inscrita en la tradición intelectual occidental: lo bueno, lo bello, lo verdadero. Nos olvidamos de que la naturaleza es una limitada chapuza, de que nuestros cuerpos están sujetos con alfileres, de que la historia ha retrocedido muchas veces. Lo bueno, si no es generalizable, es malo; lo bello, si cuesta la vida a mucha gente, es feo; lo verdadero, si es injusto, es falso. Frente a esa tríada históricamente irrealizable, debemos reivindicar lo regular, lo bonito, lo aproximado, como lo único realmente compatible con la supervivencia de la naturaleza y de la civilización humana. Por eso lo regular es más bueno que lo bueno; lo bonito es más bello que lo bello; y lo aproximado es más verdadero que lo verdadero.


Lo contrario de krisis es kairos, que en la filosofía griega y romana era la “oportunidad”, el “momento justo”, la grieta temporal de la intervención divina. La krisis es también nuestro kairos. ¿Sabremos aprovecharlo? Si exceptuamos esa luz embrionaria que se forma lenta y vacilante en América Latina, la situación del mundo no invita a la esperanza. La resistencia, decíamos, se parece al mundo contra el que se levanta. Lo bueno, lo bello, lo verdadero, conceptos asociados a la publicidad y el consumo de mercancías y, por lo tanto, al espasmo individual –doloroso o placentero–, constituyen ya, en un mundo globalizado y transparente, la ideología dominante de las clases dominadas. De lo regular, lo bonito y lo aproximado, condiciones de toda salvación política, nos separa no sólo la lista Forbes sino el propio deseo subjetivo de los seres humanos, atrapado en la racionalidad inmanente del capitalismo y en sus dependencias suicidas: “buscaré sólo mi supervivencia, aunque para ello tenga que matarme también a mí mismo”.


¿Será el kairos del fascismo? ¿El de la barbarie? ¿El de la extinción, al mismo tiempo, de la especie Forbes y de la especie humana? Nunca hemos estado peor preparados para una “decisión” y nunca ha hecho tanta falta una intervención. El planeta cuerpo y el planeta tierra crujen bajo nuestros pies, crujen con nuestros pies. Dejemos al menos de inventar sierras.


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NOTAS
1 Sobre la intervención de Monsanto en la India y en otros lugares del mundo: Marie-Monique Robin, El mundo según Monsanto, Editorial Península, Madrid 2008. Particularmente el capítulo India: las semillas del suicidio , pag. 425-444.
2 Sobre la leyenda urbana de los suicidios en la crisis del 29, ver Nina Shen Rastogi, ¿Por qué no se arrojan por las ventanas los ejecutivos? , State Magazine (versión española en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=73271)
3 Mario Rapoport, Diez razones de la crisis internacional, Diario Página 12, (http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-120749-2009-03-01.html ).
4 Atilio Borón, Estado, capitalismo y democracia en América Latina , editorial Hiru, Hondarribia 2008.
5 Inmanuel Wallerstein, Enseñanzas de Brasil, Diario La Jornada ( http://www.jornada.unam.mx/2009/03/15/index.php?section=opinion&article=026a1mun )
6 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=74139
7 http://www.elmundo.es/elmundo/2009/03/08/internacional/1236518113.html
8 Simone Weil Oeuvres , Quarto Gallimard, París 1999.
9 ( http://www.elmundo.es/elmundo/2009/02/13/castillayleon/1234555196.html )
10 http://www.elmundo.es/elmundo/2008/10/09/suvivienda/1223575875.html Enlace al original: http://sodepaz.es/index.php?option=com_content&task=view&id=1025&Itemid=1

lunes, 22 de junio de 2009

De cómo una Puta Monarquía esclavizó a Medio Mundo mediante brutales técnicas de explotación de la fuerza de trabajo


Gran Bretaña lleva 300 años exportando el malestar social, ahora lo tiene en casa


¿Por qué ahora? No es la primera vez que los representantes británicos son cogidos en falta. La historia de todos los gobiernos del mundo es una historia de escándalos. En ella, quienes llegan a la cumbre suelen ser los seres más ambiciosos, inmisericordes e inescrupulosos que la política pueda producir. En su pertinaz tendencia a llevar sus intereses al límite, caminan siempre al filo del descrédito, a menos que las cosas se les vayan de las manos. ¿Cómo se explica que, justo ahora, la revelación de algunos escándalos parlamentarios amenacen con acabar no sólo con el gobierno sino también con nuestro antediluviano sistema político?

En los últimos 15 años, hemos visto pasar escándalos de dinero a cambio de preguntas, de cargos o de votos, casos como los de Hinduja y Ecclestone, las mentiras y maquinaciones que condujeron a la invasión de Irak o el abandono forzoso de la trama de corrupción vinculada a la empresa de armamentos BAE. En comparación con la flagrante subversión de la funciones de gobierno que muchos de estos casos suponían, el actual escándalo de los gastos parlamentarios que afronta el gobierno Brown es pecata minuta. Cualquiera de los otros debería haber desencadenado las reformas políticas de fondo sobre las que hoy se está discutiendo. Pero no ocurrió así.

El actual escándalo de los gastos parlamentarios, por el contrario, podría liquidar al Partido laborista. Y hasta podría forzar a los políticos de todos los partidos a abordar cuestiones como la de nuestro injusto sistema electoral, los Lores no electos, el excesivo poder del ejecutivo, el chantaje legalizado que ejercen los "whips" en el parlamento y un sinnúmero de anacronismos e injusticias. ¿A qué viene tanta diferencia?

Mi opinión es que la actual crisis política tiene poco que ver con el escándalo de los gastos, y menos aún con el liderazgo de Gordon Brown. Si está teniendo lugar es sencillamente porque nuestro sistema económico ya no puede extraer riqueza de otras naciones. Las revoluciones y reformas que tuvieron lugar en casi todos los países desarrollados en los últimos 300 años sólo han podido evitarse en Gran Bretaña gracias a las remesas provenientes del exterior.

El malestar social que podría haber transformado nuestra vida política fue exportado a las colonias y a otros socios comerciales reticentes. Los levantamientos en Irlanda, India, China, el Caribe, Egipto, Sudáfrica, Malasia, Kenia, Irán y otros lugares subyugados por Gran Bretaña fueron el precio político de nuestra paz. Tras la descolonización, nuestro saqueo de otras naciones se mantuvo gracias a los bancos. Ahora, por primera vez en tres siglos, éstos no pueden cumplir con sus compromisos, lo que nos obliga a enfrentar nuestros problemas.

Es posible que la crónica acabada del saqueo organizado por este país nunca vea la luz, pero podrán invocarse algunos pasajes. En su libro Capitalism and Colonial Production, Hamza Alavi calcula que el flujo de recursos de la India a Gran Bretaña entre 1793 y 1803 fue de alrededor de 2 millones de libras por año, el equivalente a varios miles de millones de hoy. El drenaje económico de la India, apunta, "no sólo ha sido un factor clave de su empobrecimiento [...] también ha sido un factor significativo de la revolución industrial en Gran Bretaña". Como observa Ralph Davis en The Industrial Revolution and British Overseas Trade, desde 1760 en adelante, la riqueza de la India "permitió comprar la deuda nacional de los holandeses y otros [...] lo cual permitió a Gran Bretaña quedar prácticamente libre de endeudamiento externo a la hora de afrontar las grandes guerras francesas de 1793".

En Francia, por el contrario, "los problemas financieros de la monarquía llevaron las cosas a un punto en el que había que decidir sí o sí", como ha apuntado Eric Hobsbawm en The Age of Revolution (trad. cast. La era de la revolución, Crítica, Barcelona, 2003). En 1788, la mitad del gasto nacional francés se destinaba a pagar la deuda. "La guerra norteamericana y la deuda [fueron las que] partieron la columna de la monarquía".

Mientras los franceses se deshacían del ancien régime, las clases terratenientes británicas todavía podían reforzar su poder económico, haciéndose con la propiedad común de los pobres rurales a través de los cercamientos. En parte gracias a las remesas de la India y del Caribe, la economía creció y el Estado dispuso de los fondos necesarios para capear las crisis políticas. Más tarde, tras aplastar la capacidad industrial de la India, Gran Bretaña la forzó a convertirse en un gran mercado para la exportación de nuestras manufacturas. Ello permitió sostener el empleo industrial aquí –y evitar el malestar social– incluso cuando nuestros productos y nuestro proceso productivo habían dejado ya de ser competitivos.

El pillaje colonial también le permitió al Estado británico equilibrar sus déficits en materia de recursos. Durante más o menos 200 años un río de alimentos fluyó hacia este país desde lugares como Irlanda, la India o el Caribe. En The Blood Never Dried, John Newsinger revela que en 1748, Jamaica sola proveyó a Gran Bretaña de 17.400 toneladas de azúcar. Hacia 1815, esta cantidad se elevó a 73.800. Todo fue producido con trabajo robado.

De la misma manera que se benefició del grano de Irlanda en el momento más agudo de su gran hambruna, Gran Bretaña continuó privando a la India de alimentos cuando fue asolada por el hambre. En Late Victorian Holocausts (trad. cast. Los Holcaustos de la era victoriana tardía, PUV, Valencia, 2006), Mike Davis muestra cómo entre 1876 y 1877 las exportaciones de trigo de la India al Reino Unido se duplicaron, al tiempo que en el país asiático se desplomaban las condiciones de subsistencia y millones de personas morían de hambre. En las provincias del noroeste, la política británica condujo claramente al hambre, mientras las cosechas buenas se exportaban para paliar la pobre producción inglesa de 1876 y 1877.

Gran Bretaña, en otras palabras, exportó el hambre tanto como el malestar social. Experimentó situaciones duras de pobreza en la segunda mitad del siglo XIX, pero no hambrunas masivas. La mala cosecha de 1788 contribuyó a precipitar la Revolución francesa. El Estado británico, en cambio, consiguió sortear esos escollos. Otros murieron por nosotros.

Como bien muestra Davis, a finales del siglo XIX, el enorme déficit británico con los Estados Unidos, Alemania y sus dominios blancos fueron contrarrestados por los cuantiosos superávit anuales con India y (como resultado del comercio del opio) con China. A lo largo de toda una generación, "el hambriento campesinado chino e indio [...] alimentó a todo el sistema de acuerdos internacionales, permitendo que la ininterrumpida supremacía financiera de Inglaterra coexistiera temporalmente con su relativo declive industrial". Los superàvits comerciales de Gran Bretaña con la India permitieron a la City convertirse en la capital del mundo financiero.

El papel de los bancos en la colonización británica no fue pasivo. La bancarrota, y el consiguiente asalto británico sobre Egipto se vio acelerado por un crédito del banco Rothschild, cuya ejecución supuso, según Newsingers, "un fraude a gran escala". Jardine Matheson, uno de los grupos de narcotráfico más grandes de la historia (dominaba el comercio chino del opio) acabó conformando un importante banco de inversiones, Jardine Fleming. Finalmente, fue adquirido por JP Morgan Chase en 2000.

Perdimos nuestras colonias, pero el saqueo ha continuado por otras vías. Como Joseph Stiglitz muestra en Globalisation and its Discontents (trad. cast. El malestar en la globalización, Santillana, Madrid, 2003), la liberalización de capitales impuesta por el FMI en las economía asiáticas permitió a los empresarios del norte rapiñar cientos de miles de millones de dólares, precipitando la crisis financiera asiática de 1997-1998. Las naciones más pobres fueron igualmente forzadas a suscribir tratados y compromisos increíblemente unilaterales, como las Medidas relativas a los Acuerdos de Comercio e Inversiones, los acuerdos de inversiones bilaterales o los acuerdos de la UE sobre partenariados económicos. Si alguna vez se han preguntado cómo un país pequeño, densamente poblado, y que produce poco, se mantiene a sí mismo, les recomendaría vivamente que estudiaran estos acuerdos asimétricos.

Ahora, en todo caso, como ha demostrado John Lanchester en un fascinante ensayo publicado en la London Review of Books, la City podría estar herida de muerte. A una nación cuyo funcionamiento descansó en los servicios financieros, puede llevarle una generación recuperarse de su colapso. La gran aventura británica –tres siglos de pillaje de trabajo, riqueza y recursos ajenos– ha tocado a su fin. Como somos incapaces de aceptarlo, nos deleitamos en vengarnos de un gobierno que ya no puede aislarnos de la realidad.


George Monbiot es el autor de algunos libros muy vendidos, como The Age of Consent: A Manifesto for a New World Order y Captive State: The Corporate Takeover of Britain. Escribe habitualmente en The Guardian.

Traducción para
www.sinpermiso.info: Xavier Layret

Biba la Puta Maffia que prostituye el Circo furbolero


Cristiano Ronaldo, Jacques Diouf y Jeff Lawrence




¿Quién puede imaginarse hoy día que la revolución burguesa inauguró su andadura histórica bajo la bandera de la razón?


El lector se preguntará que tendrán que ver estas tres personalidades entre sí. Pues mucho: el primero representa la riqueza extrema y la irracionalidad económica, el segundo la pobreza, y el tercero la demanda de racionalidad económica. Si atendemos al valor mediático, podremos afirmar que si bien a Cristiano Ronaldo lo conoce la mayoría de los españoles, al segundo sólo lo conoce una minoría, y que el tercero es prácticamente desconocido. Lo peor de todo esto es que los medios de comunicación de masas se presentan como representantes y garantes de la libertad de pensamiento. Pero su papel es otro: alienar y adormecer.


Empecemos con Cristiano Ronaldo. Ha sido comprado al Manchester United por el Real Madrid por un monto total de 96 millones de euros. Pero la cosa no queda ahí: Cristiano Ronaldo percibirá 13 millones de euros por temporada. Algunos “analistas” se preguntan de dónde saca Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid, tanto dinero. Pero deben estar despistados e ignorar que vivimos bajo el imperio del sistema de crédito: Caja Madrid y el Santander le han prestado al Real Madrid 150 millones de euros. ¿Se deben permitir estas cosas? ¿Se debe permitir que los ahorros sociales se empleen en esta clase de empresas? Pues no. Todos deberíamos gritar que no. Los ahorros sociales no deben ser empleado para tales fines.


La gente debe saber que todos pertenecemos a un sistema social. Y que las cosas son posibles no por las habilidades e inteligencia de un solo individuo, sino porque el sistema genera la posibilidad de que eso ocurra. Sólo con elaborar una ley donde se indique que en periodos de crisis los ahorros sociales sólo pueden ser empleados en actividades que generen empleo masivo y cubran las necesidades básicas, esos fichajes no serían posibles.


Hay otros futbolistas, como Iker Casillas, que consideran razonable y lógico lo que se ha pagado por Cristiano Ronaldo. El argumento es que Cristiano Ronaldo tiene un inmenso valor mediático que permitirá al Real Madrid ganar mucho dinero. Hay que estar ciego y enajenado por la propiedad privada para no ver que el importe pagado por el fichaje de Cristiano Ronaldo es una monstruosidad y una irracionalidad. ¿Es que Iker Casillas no sabe cuál es el salario base en este país y lo que ganan los pensionistas? Es posible que lo sepa, pero no determina su conciencia. Los medios de comunicación de masas son poderosos medios sociales. Son ellos los que les otorgan valor mediático a las cosas y a las personas. Si los medios de comunicación sociales estuvieran en manos públicas, sería el interés social el que predominaría sobre el interés privado. Y Cristiano Ronaldo tendría el valor mediático que en razón debería tener, un valor poco relevante. Iker Casillas sólo es capaz de concebir el mundo del deporte bajo la forma mercantil y bajo la forma de un negocio. Y su opinión y valoración es fruto de esa enajenación.


Vivimos en una sociedad alienada. Las relaciones económicas entre las personas se presentan como relaciones mediadas por las cosas. Y el fichaje de Ronaldo es una expresión de esa cosificación. Es obvio que aquí el dinero domina las relaciones entre los hombres. Y se conserva la idea capitalista de que el dinero no tiene dueño y debe haber libertad para que pase de unas manos a otras. Pero no es así: el dinero que está en los bancos es el ahorro de la sociedad. Y su uso y destino debe estar controlado por la sociedad. Los hombres y las mujeres deben dominar sus relaciones económicas y los productos sociales de esas relaciones económicas. Y el dinero y el sistema de crédito son dos de esos productos sociales.


A Rodríguez Zapatero no le satisface lo que se ha pagado por ese fichaje. Pero argumenta que si a los estadios no fueran tantas personas como van, eso no hubiese sido posible. Pero la clave no está ahí, la clave está en el precio de las entradas. Esos precios deben estar regulados e intervenidos por el Estado. Debe saberse que todos los clubes de fútbol son monopolios. El aficionado al fútbol lo es de un determinado club. En el deporte no valen los lemas del libre mercado. No es una cuestión de elección. El aficionado de un determinado club lo es para siempre. Es más todo club representa a una determinada ciudad o pueblo. Así que todos los clubes de fútbol tienen naturaleza social y deben, por tanto, estar al servicio de los intereses sociales. Y no como sucede ahora, que está al servicio de unos pocos. La riqueza generada por el fútbol y que tanto asombra, no la genera el futbolista sino las grandes masas sociales. Lo que aporta el futbolista es insignificante frente a lo que aporta la sociedad. Pero en este mundo enajenado las cosas aparecen invertidas como aparece invertido nuestro cuerpo reflejado en un espejo.


Hablemos ahora de Jacques Diouf, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), quien nos ha informado recientemente que 1.020 millones de personas pasan hambre a diario. Y nos ha proporcionado un dato más: la crisis económica provocó que durante el año pasado 100 millones de personas ingresaran en la categoría de hambrientos. De esta noticia los medios de comunicación occidentales apenas se hacen eco. Y sin duda que bajo el punto de vista de los derechos humanos es una noticia infinitamente más importante que el fichaje de Cristiano Ronaldo. Sin embargo, las sociedades occidentales se siguen presentando como sociedades que velan por el cumplimiento de los derechos humanos y como sociedades cristianas. Toda una mentira. Son sociedades alienadas por el poder del dinero. Aman al becerro de oro, no a la humanidad.


Esas 1.020 millones de personas pasan hambre por dos razones: una inmediata, por el enorme robo que cometieron los altos ejecutivos de las grandes empresas del mundo con sus artificios financieros, sus sueldos y sus gratificaciones; y otra eterna, porque el capital es incapaz de crear los puestos de trabajo necesarios. Y no es capaz porque la riqueza se acumula en exceso en pocas manos. La burguesía reformista y humanista suele hablar de la necesidad de una mejor distribución de la riqueza, pero esto jamás será posible si no hay una distribución distinta de los medios de producción, si la propiedad publica no domina sobre la propiedad privada.


Hablemos ahora de Jeff Lawrence, uno de los principales líderes de la federación sindical nacional de Australia, quien ha hablado de la necesidad de establecer un salario máximo. Esta consigna debería ser defendida por todos los sindicatos y todos los partidos de la izquierda radical. Este líder ha instado al gobierno federal de Australia a que el salario de los altos ejecutivos no supere en diez veces el salario medio. En la actualidad el sueldo de los altos ejecutivos de las grandes empresas de EEUU es 344 veces superior al salario medio. Estos sueldos representan una de las grandes irracionalidades del sistema económico actual y una forma absolutamente abierta de apropiación de trabajo ajeno.


El que se hable de un salario máximo ya es un gran paso en el camino hacia el socialismo. Si se diera este paso, el siguiente sería establecer un tope máximo al enriquecimiento personal. No se piense que esto es una demanda que sólo aparece en la conciencia del militante de la izquierda radical. En referencia al contrato de Ronaldo un empresario me dijo: yo lo permitiría, pero después debería actuar Hacienda y quedarse con el 80 por ciento del precio contratado.


El contrato de compra de Ronaldo y su salario anual es la expresión de la irracionalidad de la economía capitalista y de la explotación de unos pocos sobre los muchos, de la apropiación privada de los frutos sociales. El caso Jacques Diouf, su anuncio de los 1.020 millones de hambrientos, es la expresión del mal generado por la propiedad privada y de la incapacidad del capital para dar trabajo a quienes viven bajo el azote de la pobreza. Y el caso de Jeff Lawrence, con su propuesta de establecer un salario máximo, es la expresión de la racionalidad económica, uno de los primeros pasos hacia el socialismo, y una de las primeras soluciones de los graves problemas generados por los dos extremos de la economía: la extrema riqueza y la extrema pobreza.

Algo más que unas putas palabras de una sabia antropóloga






20 de junio de 2009.- Intervención de Iraida Vargas en el encuentro "Intelectuales, Democracia y Socialismo":



Yo no predico la existencia de un Estado débil, no creo que la Revolución Bolivariana necesite un Estado débil, tampoco creo que la Revolución Bolivariana necesite un Estado fuerte, lo que yo digo es que la Revolución Bolivariana no necesita Estado, que si vamos a hablar de Estado lo que necesita es un poder popular constituyente, porque esa es la única manera de construir comunidad, esa es la única manera a mi juicio de romper hegemonía.


¿Por qué digo esto? Voy a dar un ejemplo ligado a un tema que he venido trabajando desde hace muchos años, es el tema del patriarcado y las relaciones patriarcales. Yo decía ayer, mencionaba que la Revolución Bolivariana tiene el rostro de mujer, se dice que esta es una revolución de mujeres, se dice que las mujeres estamos empoderadas y que dirigimos la Revolución Bolivariana, porque tenemos una presidenta en la Asamblea Nacional, tenemos una Fiscala, etc., pero nos olvidamos de que la Revolución Bolivariana se da en una sociedad como la venezolana que tiene unas características, que son compartidas por cierto, no solamente por Venezuela sino por casi toda América Latina exceptuando parte de México y los estados andinos.


Y es que los sectores populares son fundamentalmente comunidades matricéntricas, dirigidas y soportadas por mujeres donde los hombres tienen una participación eventual, y esto hace que esas mujeres para poder sobrevivir, razón por la cual se habla de la feminización de la pobreza, esas mujeres para poder sobrevivir crearon redes vecinales de solidaridad y de cooperación. Y eso les ha garantizado que todavía existan, porque eso surge a mediados o a finales del siglo XIX, y que todavía existan. Y es eso lo que ha garantizado que los sectores populares hayan podido sobrevivir.


Hay que universalizar la solidaridad y la cooperación para desmercantilizar la manera de universalizar los derechos. Bueno, yo uso el ejemplo de esas comunidades matricéntricas que caracterizan a ¾ partes de la población latinoamericana popular, como la forma muy creativa que ha tenido ese poder popular para crear redes de solidaridad, redes de cooperación, ¿Cómo han logrado universalizar los derechos? El Estado tiende a mediatizar, a cortar esas redes.


Es más la derecha se ha dedicado, yo tengo trabajos de pensadores de la derecha donde penalizan a esas mujeres populares, que han conformado esas redes y las llaman promiscuas, y las llaman disfuncionales al sistema, y las llaman madres de asesinos, y las llaman propiciadoras de la criminalidad, como que si eso no fuera producto de la reproducción del capital y de las condiciones del modo de "vida" -más bien se trata de muerte estructural- capitalista, que estoy segura es totalmente hegemónico.


Entonces, si el poder popular es constituyente, tiene que ser independiente del Estado, no puede ser constituido, y si se le constituye, si se convierte en poder constituido, colapsarán las redes de solidaridad, será anquilosado y será manipulado como todos los procesos de cooptación.


Es eso lo que quería decir, no es que el Estado va a perder porque deja de ser fuerte, porque como bien lo decía Lazo ayer, si ese Estado es el Estado de la transición ya debería en 10 años haber acorralado más la derecha y no estaría pasando lo que nos señala Víctor Álvarez.


Creo que debemos reivindicar a la idea poder popular, comunal. Como forma de hacer comunidad y en su carácter constituyente de manera de impedir que la participación que se dice por cierto la femenina, se haga equivalente a existencia. No participa el que existe nada más, sino el que decide, participar es decidir.


Y en esos consejos comunales y en muchas otras organizaciones de base las mujeres participan porque deciden, pero al llegar el Estado asisten, nada más.

Y: ¿por qué no trabaja Gratis en tiempos de Crisis su Puto padre?


Hasta los símbolos del capitalismo se desploman!



amás me pasó por la mente que una poderosa empresa capitalista iba a pedir a sus más de 30 mil empleados que debían trabajar gratuitamente durante un tiempo si querían que permaneciera con vida.


Se trata de la compañía British Airways, la ae rolínea más grande del Reino Unido y la segunda más grande de Europa, la cual realiza el mayor número de vuelos entre Estados Unidos y Europa.


Pues bien: la British ha tenido pérdidas en el 2008 por más de 600 millones de dólares, la mayor caída desde que en 1987 el gobierno de Margaret Thatcher propició y dispuso su privatización.


Lo que está pasando con la British es una clara lección de que la crisis económica mundial no discrimina o salva siquiera a los que, con sus erróneas políticas y egoístas acciones, contribuyeron a fomentarla y convertirla en una gigantesca y pesada rueda que ha empezado a aplastar y sepultar incluso a símbolos modélicos del capitalismo.


Hace sólo unos días la General Motors, productora de más de 450 millones de automóviles y camiones en Estados Unidos, se declaró en bancarrota. Siempre se dijo que “lo que era bueno para la General Motors, era bueno para Estados Unidos”. ¿Y lo que es malo, lo es también?


Otro hecho significativo muy reciente: La última megatienda de las 23 operadas por la cadena Virgin, especializaba en la venta de CDs y DVDs musicales, cerró sus puertas esta semana en Nueva York. En este caso se unieron dos razones: la crisis económica, con su secuela de desempleo y descenso del nivel adquisitivo, que alejó a los clientes de sus mostradores, y, de otra parte, las nuevas tecnologías que abrieron las puertas a la piratería de números musicales a través de Internet.


Y ahora ocurre lo de la British Airways que ha visto como sus clientes más asiduos, los hombres de negocios, a los cuales ofertaba “asientos cama” y otros servicios exclusivos en primera clase, viajan mucho menos que antes.


Tratando de convencer a los trabajadores de esa aerolínea, su ejecutivo principal, Willie Walsh, dijo que para contribuir al ahorro renunciaba a su salario de cien mil dólares del mes de julio. Respuesta del sindicato de trabajadores: Ese ejecutivo puede prescindir de su salario, darse ese lujo, pero la mayoría de los trabajadores no. Ahora bien, los tres mil pilotos de esa empresa si han aceptado que haya un recorte de sus salarios y que sean jubilados varias decenas de ellos, pero a cambio de que la empresa les entregue acciones gratuitas.


Comentando la crisis económica capitalista, el presidente Obama decía “Esta recesión no es resultado de un error, sino de muchos errores…Los desafíos que debemos enfrentar son fruto de una cascada de errores que tuvieron lugar a lo largo de décadas”.


No obstante esas palabras, siguen cometiéndose errores. En medio de esta crisis, la Cámara de Representantes de Estados Unidos acaba de aprobar gastos de guerra por 106 mil millones de dólares para ampliar la guerra en Afganistán y seguir financiando la guerra en Iraq. Un representante norteamericano, Dennos Kucinick, quien votó en contra, expresó: “Estamos destruyendo la integridad moral y física de nuestro país con el complemento bélico”.


Si se quiere, en verdad, salvar la economía mundial y sus desastrosos efectos hay que dejar a un lado la filosofía de la guerra.


Kusinick también habló de que la Cámara aprobó una partida financiera “para el Fondo Monetario Internacional. ¿Para qué? Para el rescate financiero de los bancos europeos. Y para que los países con ingresos bajos y medianos tengan que recortar empleos, salarios, atención a la salud y seguridad social”.


¿Es con esas filosofías que van a convencer a los trabajadores de poderosas empresas capitalistas a que como medida de ahorro trabajen gratuitamente?


Esos sacrificios solo lo pueden pedir sociedades donde, como en Cuba, las ganancias no van a llenar los bolsillos de poderosos capitalistas, sino que se emplean en programas en beneficio de las mayorías, en hospitales, escuelas, planes de salud, cultura, seguridad social, etc.


El desafío económico es hoy mucho más complejo para los países pobres cuyas limitadas exportaciones experimentan un descenso en los precios y, a la vez, se ven obligados a comprar a precios bien altos materias primas esenciales, como el petróleo y los combustibles, y los alimentos. Y que se han ido endeudando año tras año. Los vulnerables, en fin, son los que peor pueden salir de esta crisis global capitalista.


Adoptar programas de ajustes económicos y de ahorro, invertir en lo que prontamente reduzca importaciones, en fin, ajustarse mucho más el cinto es el camino que debemos recorrer en los próximos años.


Cuba apuesta por eso.

Ni el fiscal ni el Tribunal ni la Audiencia saben leer nada en donde no salgan referencias a los Putos Genitales: así es la Falsimedia del Reino

Si es que el muy Bribón FrancoBourbónico necesita una viagra del tamaño del Sol para unirse al pornocapitalismo fascista de su carísimo Berlusconi

sábado, 20 de junio de 2009

De cómo el Puto Estado de Desecho de los Bribones FrancoBourbónicos hace de las suyas a golpe de TELEdiario



La burka

Mikel Arizaleta

Bajo el balcón alto del ayuntamiento de Lekeitio se halla burilada en el frontispicio de piedra la vieja leyenda: Reges debellabit horrenda cette subjecit terra marique potens Lequeitio, que, traducido, viene a decir: Lekeitio, poderosa por tierra y mar, venció a reyes y sometió a horribles cetáceos. Lekeitio no es un baluarte guerrero pero sí un pueblo con personalidad y respuesta.

Pero fue la frase de otro historiador, esta vez suizo, Josef Lang, la que hace ya unas décadas me dio qué pensar. Hablando sobre el País Vasco decía en referencia al conflicto, que nos aflige: “Nicht wer für diese legitimen, demokrartischen Forderungen kämpft, sondern wer deren Erfüllung verweigert, trägt die Verantwortung für all die Toten und Tränen auf beiden Seiten”. Viene a decir que: El responsable de todas estas muertes y este dolor a ambos lados [de la confrontación] no es quien lucha por estas exigencias democráticas y legítimas sino quien no las concede”. Y sabe de lo que habla, ya en 1981 defendió su tesis doctoral sobre “El movimiento social y nacional en el País Vasco español bajo el franquismo (1937-1977).


Rodolfo Ares Taboada es un orensano, que vino a Bilbao, y se ha hecho consejero de Interior del gobierno vasco, tras elecciones tramposas, luego de pasar por el Ayuntamiento de Bilbao y la Diputación de Bizkaia. Para los que le conocemos siempre fue un gobernador civil de provincias con alma de guardiacivil. Defendió la bandera española, fue maletilla del GAL, repartió rosas por la Gran Vía de Bilbao de la mano del macarra y asesino García Damborenea, con la troglodita Rosa Díez, con el españolazo Nicolás Redondo Terreros y fue mano derecha de gobernadores galosos como Iñaki López y Julián Sancristobal. Como político este hombre, más de crepúsculo y sombra que de amanecer y sol, ha crecido a la sombra y de la mano de los fundadores del GAL en Bizkaia. No en balde su actual amigo de partido y compañero de asiento en la Ejecutiva nacional del PSOE, hoy ministro del Interior, el Sr. Rubalcaba, fue portavoz del galoso gobierno de Felipe González. El consejero Rodolfo Ares, como todo su gobierno, ha accedido a sus cargos una vez más por caminos retorcidos, por veredas de camuflaje. Es representante de una política de burka y ojos opacos. Más miedo y temor que esperanza.


Lander Fernández, ex preso político vasco que ha denunciado recientemente haber sido secuestrado y golpeado por ertzainas de paisano tras rechazar “colaborar” con las FSE, fue detenido el 14 de junio en el aeropuerto madrileño y arrojado en una cárcel española por un juez de un tribunal con olor a podrido. Los jueces, que en la dictadura, hicieron oídos sordos ante la violación de derechos humanos, se llamaron andanas cuando campearon por nuestra tierra los escuadrones de la muerte con la burka de guardiacivil, de político del PSOE o de sicario contratado por el estado, hoy siguen mirando a otra parte y colaborando con la cloaca estatal ante las graves denuncias de tortura o chantaje terrorista patrocinados por parte de las fuerzas policiales, bajo el mando de dos ministros de Interior con un fuerte olor a terrorismo estatal.


Vivimos, gobernados por socialistas, en un estado de excepción no declarado, con una Audiencia Nacional de dictadura, cuyas sentencias son muecas de sumisión, siguiendo el lema: “la política manda, la justicia obedece”. Unos jueces y un tribunal que han hecho de la tortura y de los torturadores fuente de derecho. Son años largos de aplicación y denuncia de la tortura con gobiernos, que machaconamente dicen llamarse cristianodemócratas, socialdemócratas, liberales o de izquierdas, pero todos ellos vienen gobernado en nuestro pueblo con y desde la tortura. Detenciones nocturnas, días de incomunicación y secuestro, aislamientos carcelarios, desaparecidos en traslados, viajes largos a los que se contesta con un “no está aquí”. Con el silencio sumiso de las instituciones. Non dago Jon?, somos muchos los que preguntamos con miedo ante la pasividad de las instituciones, recordando un pasado cercano de escuadrones de la muerte socialista. Burlona y barriobajera la respuesta del ministro de Interior. Sus guardiaciviles, policías, mossos d´Esquadra o ertzainas actúan en nuestras calles y en nuestra vida como ciudadanos anónimos, objetos armados y embozados que se mueven disparando y blandiendo sus porras por calles y plazas, burkas orientales anónimos convertidos aquí en fuerzas del orden y elevados a peritos de tribunales. Políticos de nuestros parlamentos y ayuntamientos, cuyas palabras las más de las veces son excusa, defensa, trampa engañosa y mentira. Contacuentos de engaño. Son los demócratas, que califican a otros, al gobierno de Ahmedineyad de Irán de régimen represivo, le acusan de prohibir manifestaciones, de golpear a ciudadanos, de censurar medios, de pucherazo electoral…, cuando aquí vienen haciendo lo mismo desde años, sólo que legalmente, porque lo que es denuncia, crimen y dictadura allí lo han convertido aquí en ley, en democracia y en frase retorcida en informe de telediario. Estamos gobernados por criminales demócratas.


Sí, tiene razón Josef Lang y tiene razón el historiador alemán Ingo Niebel cuando habla del “Zapateros nicht deklarierter Ausnahmezustand”, del estado de excepción no declarado del gobierno de Zapatero. La responsabilidad de las muertes y el sufrimiento en nuestro pueblo es de quien no se aviene a las exigencias democráticas y legítimas de sus gentes.


Y tiene razón la inscripción de Lekeitio: castillos mayores han caído.

Un Sobresaliente y Valiente Homenaje a la Memoria Poética de JAVIER EGEA: contra la Puta estrategia de los Bribones FrancoBourbónicos


Javier EGEA en su ático de la calle Oscar Romero en el barrio granadino del Zaidín
¡¡¡Virgen Santa del Amor Odioso!!!


Copón maldito. Anda que no hay inquina y mala leche en los círculos viciosos de los Luises granadinos.


Sí, estuvimos en el acto de presentación de las SOBRAS INCOMPLETAS de Quisquete -mal, muy pésimamente conocido poéticamente como Javier EGEA-. La sala del Centro Literario estaba completa. Pero, de algún modo, se notaba la ausencia de los que se creen que son los Notables de las Letras granaditenses. Aunque, por supuesto, que no hizo falta verles para sentir sus mefíticas y repugnantes respiraciones. Hicieron todo lo posible para que la Universidad de Granada suspendiera -y las consiguieron SUSPENDER- unas Jornadas de Homenaje a Javier Egea que la Cátedra García Lorca dirigida por el más que sobresaliente Antonio Carvajal tenía previsto realizar en mayo de 2009. Su pésima excusa para tal suspensión que el vilipendiado, injuriado, insultado, marginado y vapuleado PROFESOR José Antonio Fortes no pudiera ni siquiera hacer acto de presencia entre las poltronas del poder universitario que con tanto descaro ostenta la familia maffiosa de los Luises. "Si Fortes está, entonces Yo no asisto..." (Cualquiera puede saber de quién es ese Yo tan absolutista si repasa la hemeroteca de la prensa granadina). ¡¡¡Qué curiosa manera tiene el Luisito de darle la vuelta a la tortilla: desde sus orígenes de clase pasando por sus trayectorias políticas!!! Se sabe hacer muy bien la víctima escondiendo sus dotes de verdugo.



La estrategia está clarísima. No hemos encontrado a nadie que después de un recital pueda recordar ni dos versos seguidos de los jefes de la Poesía de la Inexperiencia. Sin embargo los versos de Javier eran poesía en el acto representado como estado material, emocional e históricamente realizado. No se quiere poner a los ojos de cualquiera una obra poética de tan alto valor como la de Javier Egea. En vida se le ninguneó todo lo que se le pudo. Se le supo usar hasta que ya no le fue útil. Se le explotó hasta la saciedad y cuando ya no les servía se le dejaba tirado como una colilla.



Ha habido miles de manipulaciones en todo este paseo triste de nuestra historia. Pero los plumillas al servicio de los Luises no dejan escapar la ocasión para distorsionar la realidad de los hechos. Los ha habido que han contado las cosas al revés como lo hiciera el pésimo prólogo de José Rienda en una edición de Troppo Mare que debiera ser de ley declararla como ejemplar delito contra la poesía. O ese Moyita que en un deplorable artículo de La Opinión de Granada titulado "Entre dos sombras"
(www.laopiniondegranada.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2009061900_9_134125__Opinion-Entresombras) deja entrever a las claras la brutal estrategia que los Luises han montado para destruir el legado testamentario que Javier Egea dejó como algo más que sobresaliente poeta. Claro que no se fiaba de los Luises y demás vendepatrias: ¡¡¡como para fiarse!!!



Pero la nave va. Èppur... Se mueve. Pío Alcántara y Juan Antonio Hernández García han conseguido una gran victoria. Han trabajado de manera ejemplar durante estos últimos años sólo con un propósito: entregar una edición magistralmente clásica de un poeta con una sensibilidad mayusculísima. Menos mal que los advenedizos del Diente retorcido no han puesto sus pérfidas babas en los poemas, artículos, diarios de Javier. Pues: no habrían dejado palabra sobre palabra. Seguramente: habrían arrancado una a una las referencias de los diarios. Pues hay trepas que salen a la luz de esa exquisita escritura como lo que son, lo que han sido y lo que sempiternamente serán.



Deseamos que la edición de las SobrasIncompletas de Javier vea pronto la luz. Y no sería mala idea que una vez hecho tan valeroso trabajo se pudiera disponer de él en alguna página web. Urbi et orbi...



¡¡¡Salud y Subversión!!! La lucha sigue...

¡¡¡¡Y nos mantenemos firmes, gracias a tí, Poesía
pequeño pueblo en armas contra la Soledad!!!!


miércoles, 17 de junio de 2009

Aclarando algunas Putas dudas


La demonización del enemigo

Carlo Frabetti


Mis recientes artículos sobre la intolerable exigencia gubernamental de condenar a ETA -y solo a ETA- han sino reproducidos con profusión y han suscitado un gran número de comentarios (sobre todo el titulado Ni ETA ni E.T., inspirado en las preguntas de los periodistas sobre la candidatura de II-SP: www.kaosenlared.net/noticia/ni-eta-ni-e.t-entrevista-imaginaria-aunque-no-todo). Creo que es una buena señal que un tema hasta hace poco tabú sea objeto de animados debates en blogs y periódicos digitales; aunque de momento predominen las reacciones viscerales sobre las reflexiones ponderadas, al menos se ha abierto una brecha en el muro de silencio tan meticulosamente levantado por el poder. Y aunque debo, ante todo, dar las gracias a los cientos de personas que me han mostrado su apoyo por manifestar opiniones que despiertan las iras tanto de la derecha como de la izquierda sumisa, quiero dárselas también a quienes han expresado su disconformidad con mis argumentos y, de ese modo, me han inducido a revisarlos y a profundizar en ellos.


Las críticas más frecuentes a mi impugnación de lo que he denominado “condena por prescripción gubernativa”, vienen a decir más o menos lo mismo que la siguiente, recién recibida por correo electrónico: “Si en vez de pedirte que condenaras a ETA te pidieran que condenaras a los GAL o a Rubalcaba, tu reacción sería muy distinta”.


Pues bien, no es así. Si el PP ganara las próximas elecciones y el Gobierno de Rajoy me pidiera que condenara a los GAL, me negaría en redondo. ¿Por qué? Primero, porque rechazo la fórmula de la condena extrajudicial; segundo, porque el Gobierno no tiene ningún derecho a pedir a los ciudadanos o a las organizaciones que condenen nada; y, tercero, porque condenar a los GAL y solo a los GAL equivaldría a decir que los GAL fueron (o son: no está claro qué tiempo verbal hay que usar en este caso) el mal por antonomasia, el único crimen merecedor de una condena pública. Y aunque el terrorismo de Estado se aproxima bastante al mal absoluto, incluso en ese caso límite habría que evitar las condenas extrajudiciales y analizar los hechos en toda su complejidad.


No podemos caer en la vieja trampa, tan útil al poder, de la demonización del enemigo. Por mucho rechazo que nos produzca una ideología o una forma de actuar, por mucho que algo nos indigne o nos perjudique, no podemos confundir a las personas con sus ideas o con los grupos a los que pertenecen. Yo quiero que Rubalcaba se siente en el banquillo de los acusados por sus calumnias e injurias a II-SP (y, de paso, por su relación con los GAL); pero me niego a condenarlo extrajudicialmente y a situarlo más allá de toda posibilidad de diálogo o negociación; ni siquiera puedo excluir la posibilidad de que, en su fuero interno, él piense que hizo lo más conveniente para su país. A los que hacen daño hay que neutralizarlos, evitar que sigan haciéndolo e intentar convencerlos de que se equivocan (como decía Sócrates, el mal es un error); el castigo y la venganza son tan mezquinos como absurdos, y convertir a los enemigos en demonios es la mejor manera de impedir la paz. Esa paz hija de la justicia que los antiguos griegos llamaban Irene y que es la única deseable, la única posible.

La Puta Graná se suma al HOMENAJE A QUISQUETE, EL INOLVIDABLE CAMARADA DE LA POESÍA


En el CENTRO ARTÍSTICO, LITERARIO Y CIENTÍFICO DE GRANADA

que está situado en la calle Almona del Campillo, número 2, 1º piso

se va a presentar el jueves 18 de junio a las 20 horas el Proyecto de edición de las SOBRAS INCOMPLETAS del poeta JAVIER EGEA en cuatro voluminosos tomos


RÉQUIEM

He dejado mi casa
por navegar con ellos,
como a un túnel de nieve
donde apagar el fuego,
y quedo para siempre
dormido en su silencio.


He llegado a tus ojos
sin posible regreso.


¡Cuánta paz en la orilla!
¡Qué aventura tu cuerpo!


javier egea
9.8.81
(inédito).

martes, 16 de junio de 2009

Un año más con el Puto Ulysses de James JOYCE: Marx allá de la obscenidad literaria hay Otra Vida

Hoy se cumple el 105º aniversario del Bloomsday.
A celebrarlo jubilosamente con algo más que unas pintas de cerveza, literatura y sexualidad libremente compartida.
¡¡¡Salud y Subversión!!!

¡¡¡Biba er Puto Fúrbol y su obscena ignominia maffiosa!!!


Vivir con menos de 11 euros diarios en España



Aquí mismo, en este reino de España que presume de sentarse entre los 20 grandes del capitalismo global, donde la esperanza de vida roza la inmortalidad, donde se alardea de felicidad por decreto, donde las ventas de cosméticos, pese a la crisis, crecieron el l1% durante 2008, donde las cadenas de televisión, tanto públicas como privadas, ingresaron casi 3.500 millones de euros a lo largo del mismo año, donde el 68% de la población dice tener un estado de salud bueno o muy bueno, donde el dinero cruje y donde las grandes fortunas pesan más que la conciencia de sus poseedores; aquí, digo, vive gente que gana, es un decir, 11 euros diarios. Nada de inmigrantes, nada de gente sin techo, nada de lo visto en la banalización televisiva de la pobreza que emite Callejeros, nada de eso, es gente de aquí, reconocibles, puede ser su vecina o su vecino, autóctonos, gente sola, entrada en años, muchos años, con achaques y malestares, de cuerpo y alma, con biografías marcadas por la dureza de una vida que ya encara el crepúsculo.


Gente para la que la vida se ha convertido en una guerra temporal ante un reducido número de posibilidades. Gente acostumbrada a la precariedad por decreto, a la pobreza de obligado cumplimiento. Ancianos y ancianas solas con más de 65 años forman parte de este colectivo sin líderes ni banderas. Ellos y ellas son gente mayor, a veces muy mayor, que no ha cotizado lo suficiente para acceder a otras pensiones contributivas más elevadas. Son los pensionistas que disponen de una pensión no contributiva. Ganan, y esto es mucho decir, 4.709 euros al año, es decir 6.498 dólares que es la moneda en la que se miden los índices de pobreza o riqueza de los países y los índices del PIB per capita. En 2008 había en España, según datos oficiales, casi 500.000 personas que cobraban 336,33 euros mensuales procedentes de esta pensión que se reconoce a aquellos ciudadanos que se encuentran en situación de necesidad protegible y carecen de recursos suficientes para su subsistencia en los términos legalmente establecidos.


Si ustedes se preguntan quienes son, les diré que la gran mayoría, un 77%, son mujeres solas, entre 80 y 85 años, con vivienda en propiedad pero muy deteriorada, en ocasiones sin calefacción, o con ella pero sin utilizar. Porque el calor cuesta. Así que se conforman con el suyo propio, que ya es poco. Una gran mayoría son solteras, aunque hay bastantes viudas. Tienen, eso sí, vecinos y vecinas, pero muy poca o nula red familiar y una muy limitada autonomía personal que se agrava por la restringida autonomía económica a la que están condenadas. Es gente con graves problemas de salud, una salud que a ellas les cuesta más mantener, porque ésta no solo se reduce a la visita médica.


Pero este colectivo de pobres de solemnidad no conmociona a casi nadie. Son invisibles por su poca capacidad de presión, por su nula presencia y por su inexistente capacidad de crítica social. Ni sindicatos, ni partidos políticos, ni colectivos, ni oenegés, ni grupos de presión. Nadie se ha puesto en su piel. Nadie se alía con ellos más allá de las declaraciones solidarias exigidas por la crítica políticamente correcta. Porque pareciera que aquí, en este reino de la satisfacción ya nadie se indigna y donde, a veces, la verdad no solo ya no escuece, sino que además es prescindible. Viven con muy poco, a lo sumo con la soledad infinita como única compañía. Y es que pasan el tiempo, un tiempo casi muerto, recluidos en sus hogares incapaces de socializar poco más allá del rellano de la escalera. Ellos podrían configurar un pequeño estado. Si así lo hicieran, ustedes se asombrarían al comprobar que ganan por término medio 80 veces menos que cualquier ciudadano español. Pero aun se sorprenderían más si supieran que su diminuta y sonrojarte renta per capita está a la altura de la de Angola, Méjico o Bielorrusia.


La crítica fácil de esta situación sería su impecable y necesaria denuncia. Pero sería injusto si no se le reconociera a estas pensiones el efecto corrector que en su día tuvieron sobre la pobreza. Y es que estas pensiones surgieron en la década de los años 90 como consecuencia de un proceso que tuvo en cuenta dos factores fundamentales. La crisis económica de los años 70 desencadenó la primera economía sumergida, con ello se incrementó el numero de personas, ya de avanzada edad, no aseguradas que participaban de esa economía y cuya actividad contributiva y laboral, al llegar a los 65, no había sido contemplada quedándose desprotegidas.


A estas situaciones de desprotección habría que añadir los colectivos inasegurables e inmersos en situaciones de pobreza. Que eran muchos y no protegidos todavía por las modernas leyes de Rentas Básicas. Por otro lado, la crisis de los años 70 desencadenó un desempleo salvaje y un exilio obligado de cotizantes de la Seguridad Social, la cual entró en crisis al incrementarse también el número de personas a las que había que proteger. De ahí que surgiera la necesidad de ocuparse de ese gran grupo de población que previamente había sido expulsada, de manera activa y pasiva, de las opciones de participar de las pensiones del nivel contributivo. Y eso funcionó durante años. Pero la situación hoy requiere una urgente y drástica revisión. Por varias razones. Porque es inexcusable una plena convergencia con los modelos europeos de pensiones mínimas. Y es que en España el gasto público por habitante en protección social es el más bajo de la EU15 después de Portugal. Porque es injusto que estas pensiones de tercera categoría estén muy por debajo del SMI e incluso de las rentas de pobres, es decir de los denominados ingresos de inserción o Rentas Básicas que tienen activadas las comunidades autónomas.


Es urgente su revisión porque estas pensiones, con la actual normativa, no se incrementarán más allá de los límites de la vergüenza. Y es que este grupo social de desprotegidos no podrá ver aumentada su pensión porque una perversidad de estas prestaciones es que son incompatibles, su cobro, con otras pensiones asistenciales o con los Subsidios de Garantía de Ingresos Mínimos (la Renta Básica) u otras ayudas sociales.


¿Cómo se puede entender que cualquier ciudadano, entre 25 y 65 años sin recursos económicos, tenga hoy reconocido su derecho a exigir una Renta Básica cuyo importe puede alcanzar los 561 euros mensuales y a este colectivo se le condene a “cobrar” 336,3 euros? Este enorme agravio comparativo, que se produce con casi 500.000 ciudadanos del Estado, se explica, que no se justifica, dado el enmarañado y discrecional sistema de protección social español, un sistema complejo, desproporcionado, diverso, engorroso, burocratizado y absolutamente contradictorio.


Y finalmente, es urgente porque su revisión no supone tanto dinero, pese a que se diga lo contrario. En el conjunto del reino de España este gasto se eleva a 2.500 millones de euros anuales. Durante 2008, los cinco grandes bancos españoles ganaron cada día 40 millones de euros, la deuda de los clubes de fútbol de 1ª División con Hacienda es de 627 millones de euros, pese a todo, los clubes de fútbol se gastarán este año en fichajes casi 3.000 millones de euros. Ustedes mismos.


Paco Roda. Historiador y Trabajador Social