miércoles, 3 de octubre de 2007

James Lovelock: un Hijo de la Gran...

Vivimos en una época que es un puto disparate. Ni dios sabe lo qué es la ciencia. Pero se hacen infinidad de discursos como si de hecho esa palabra pudiera justificarlo todo. De esa manera se puede dar cuenta no sólo de que la Idea de Dios ya no vale nada ni para nada sino que la Puta Idea de lo que supuestamente debiera ser la verdad se viste con los trajes retóricos de una banalidad a la que se denomina con el pomposo nombre de la Ciencia.
La Ciencia no es nada y no puede servir para justificar absolutamente nada. Y la ciencia no es nada por la simple razón de que no existe una única palabra ni actividad que puedan reunir en sí mimas lo que se hace de manera plural en muy diversos campos científicos. Existen las Ciencias, pero hay tantísimas diferencias entre ellas que es una tarea superflua el buscar un mínimo común denominador.
Un caso patético que nos puede ayudar a entender mejor lo que pretendemos decir es el de ese cantamañas británico -hijo, por tanto, de la Gran Bretaña- que responde al sugerente nombre de James Lovelock. Desde los años setenta de la pasada centuria viene vindicando una teoría que lo ha hecho mundialmente famoso: la hipótesis Gaia.
Sus libros se leen bien y están traducidos la mayoría a nuestro feudal idioma común.
Tiene precedentes en sus investigaciones. Entre las más geniales las de Lucrecio en la antigua Roma con su De rerum Natura o el Nietzsche de La Gaia ciencia. Algunas ediciones del filósofo alemán han sido muy elocuentes en relación con los movimientos lésbicos y homoeróticos contemporáneos. Han servido para aumentar aún más las ceremonias de la con*fusión.
En los últimos tiempos el supuesto científico hijo de la Gran... Bretaña ha empezado a reivindicar el uso de la energía nuclear para la cura de una ppresunta enfermedad global de nuestra común Madre Tierra. Incluso ha querido patentar como afortunada ocurrencia la roturación de los fondos marinos de los océanos para ayudar a sanar al planeta de los criminales efectos de la contaminación industrial. Con tales salidas de tono se le hace un flaco favor al conocimiento riguroso que aporta el materialismo ecológico para construir una sociedad humana más justa y habitable.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hay que darle aún más duro... Habrá que dar más caña a ese fantasma inglés...