No hay derecho. En términos relativos y términos absolutos. El derecho es sólo una puñetera ilusión que sobrevuela sobre nuestras cabecitas para hacernos creer en una realidad que no existe y que debiera existir.
Pero dejando a jueces, leguleyos, fiscales y otras raras especies con su maldita supervivencia lo de "no hay derecho" va por una cuestión más concreta, más de vuelo corto, más cercana. La semana pasada en uno de los canales de la mediocre televisión española hubo un programa documental que no estuvo nada mal. Y al que si le reflexionara aunque fuera brevemente se le podría sacar algo más que un buen partido.
El programa nos presentaba a una familia rumana inmigrante que malvivía en Madrid. Uno de ellos fue herido en los trenes de la muerte del 11M de 2004. Recibió una impresionante catedral de promesas, pero la realidad fue por motivos más prosaicos. Ni tenía trabajo ni esperanza de tenerlo. Vino a España buscando un país que aunque no fuera el paraíso, al menos le ofreciera un Estado de derecho donde el sindicalismo tuviera algo de peso y luchara por los intereses de la dignidad humana de los trabajadores. Eso creía uno de ellos.
El programa nos invitó a hacer un viaje por carretera en un Bush -perdón, autobús- infernal. Más de sesenta horas recorriendo diversos países. Los inmigrantes tienen que sufrir sobornos y unas cuantas infamias.
Pero cuando llegamos con la cámara al pueblo rumano nos instalamos en un lugar en el que nos asaltan miles de millones de dudas. Podemos comprobar con nuestros ojos el putrefacto resultado de las involuciones políticas que ha sufrido el Este europeo como consecuencia del imperialismo peudoliberal del american way of death. En la época del socialismo burocrático en aquel poblado se construyó una fábrica que daba trabajo a miles de trabajadores de ambos sexos. El Estado socialista les construyó cerca de su lugar de trabajo sus viviendas. Hubo una arquitectura comunitaria que tenía en cuenta la salud y, por lo tanto, hicieron un hospital y centros de salud apropiados, tenía en cuenta el conocimiento de adquisición pública y, por tanto, construyeron sus aulas escolares; se tuvo en cuenta el ocio recreativo y, por tanto, se edificaron zonas para el deporte, el teatro y el cine. Después de la maldita involución una empresa de la maffia italiana compró la fábrica e hizo una limpieza colosal de puestos de trabajo. Con el tiempo la maffia italiana se enteró que las viviendas, las escuelas, los hospitales y los centros recreativos formaban parte del lote de lo comprado con la factoría. Se alió con los políticos involucionistas del Estado rumano y comenzó a echar gente a la calle. Les contaron por medio del abuso que hicieron de los medios de incomunicación y manipulación ideológica de masas que existía un país llamado España donde ataban los perros con longaniza. Y se pusieron a hacer las maletas. En ellas colocaron la poca esperanza que aún les mantenía con vida.
Hicieron un largo y penoso viaje para comprobar que ni es oro todo lo que reluce ni que en España les sería fácil conseguir un maldito pan para subvivir a diario.
No hay derecho que programas como el comentado se coloquen a tan imposibles horas de emisión. Es una forma muy cruel de censura para nuestra población.
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