Prólogo a “Diario íntimo de Jack el destripador”,
de Koldo Kampos Sagaseta
Prólogo de Santiago Alba Rico al libro “Diario íntimo de Jack el Destripador”, que se estará presentando el próximo día 15 de julio, jueves, en la Semana Negra de Gijón. Autor: Koldo Campos Sagaseta. Ilustraciones de J.Kalvellido. Editorial: Tiempo de Cerezas Ediciones.
Los grandes medios justifican todos los fines; los grandes medios santifican todas las acciones. Para poder matar –pongamos– un millón de personas hace falta acumular tanta riqueza, tantas armas, tanto poder, hay que aparecer tantas veces en los periódicos y la televisión, asistir a tantas fiestas y divertirse tanto, ser tan generoso con los propios socios y partidarios, que todo lo que hacemos, llegados a esta cúspide, sólo revela nuestra superioridad, también nuestra superioridad moral. Matar a una sola persona y con las propias manos es siempre más reprobable, no por el contacto inmediato con la víctima, no, sino porque es mucho menos eficaz. A mayor eficacia mortal, es verdad, mayor distancia física, pero no es la distancia la que ennoblece o dignifica el asesinato sino precisamente su superior mortalidad. Para matar a una persona tengo que acercarme a ella; para matar a mil tengo en cambio que alejarme (e incluso volar). Los medios, que son mediaciones, incrementan la distancia al mismo tiempo que el número de víctimas; y por eso es imposible matar a mil personas sin que ese acto prolífico y soberano nos fascine y sin que su olímpico ejecutor nos suscite admiración. Los grandes medios de destrucción que permiten al asesino multiplicar las cifras de muertos lo alejan de los cadáveres; y esa apabullante eficacia y esa ascética distancia nos cautivan de forma tan irresistible que ya no lo llamamos asesino sino "rey" o "general" o "presidente" o "empresario".
En el rankig de los 10 más grandes benefactores de la historia no está Jack el Destripador; tampoco entre los cien primeros y ni siquiera en la lista de los 100.000 virtuosos señeros. Se comprende. Más raro es que si lo buscamos en el ranking de los 10 asesinos más grandes de la historia tampoco lo encontramos ahí; no está entre los mil y no está -ay- ni siquiera entre los cien mil primeros. Esto ya se entiende menos. Pero mucho más raro es el hecho de que, cuando comparamos ambas listas (la de los benefactores y los asesinos), la mayor parte de los nombres coinciden. Es verdad que Hitler y Stalin (porque resultaron perdedores) están sólo en una, pero –digamos– Truman, Churchill, Ben Gurion, Kissinger, Bus, Aznar ocupan los primeros puestos en las dos.
¿Por qué Jack el Destripador no está en ninguna? Porque mató a muy poca gente y con medios muy pobres; desde muy poca distancia y con escasos resultados. Así es difícil hacerse respetar en nuestro mundo. Se puede conseguir quizás asustar a unos cuantos niños y a un puñado de mujeres, pero no conquistar a millones de votantes, ganarse a decenas de gobiernos e incluso obtener por unanimidad el Premio Nobel de la Paz.
Fuera de ambas listas, lógicamente Jack el Destripador, artesano solitario, se deja llevar por la melancolía y la frustración. Es un fracasado: resulta que mata mucho menos que el resto de los asesinos de este mundo y resulta, por eso mismo, que es mucho más perseguido y despreciado y mucho menos aplaudido y admirado.
Jack el destripador, contrariado, cabreado, rebelde, escribe estos diarios íntimos que toma al dictado Koldo Campos Sagaseta. Agudísimo, ingeniosísimo, sarcastiquísimo, subversivísimo, falsísimo y verdaderísimo, el asesino excogitado por Koldo se presenta ante el lector como un implacable personaje brechtiano, unas veces certeramente truculento, otras vestido con líricos ropajes de poeta (como en esa entrada nº 17 contra la violencia) para desnudar un mundo en el que los grandes criminales se contonean en la distancia mientras sus pequeñas víctimas buscan en los callejones un navajero al que culpar.
Koldo Campos, con el extraordinario latido de su frase (dulce y acerada al mismo tiempo), nos comunica las reflexiones privadas de uno de los más famosos asesinos de la historia. Por mi parte, siguiendo su ejemplo y tratando en vano de imitar su estilo, anticipo y completo el contenido de esta brillante sátira anticapitalista con el entusiasmado alivio de sus víctimas:
(Coro de las víctimas de Jack el Destripador)
Queremos que nos maten
de humanas cuchilladas
las manos refinadas
del buen destripador
Ni tropas imperiales
ni bombas de racimo
ni uranio empobrecido
ni el vil torturador
de humanas cuchilladas
las manos refinadas
del buen destripador
Ni tropas imperiales
ni bombas de racimo
ni uranio empobrecido
ni el vil torturador
Tampoco la hipoteca
ni el aire envenenado
ni el fármaco negado
ni el cruel explotador
ni el aire envenenado
ni el fármaco negado
ni el cruel explotador
Ni el Fondo Monetario
ni Roche ni Monsanto
ni el yugo de los bancos
ni el bárbaro inversor
ni Roche ni Monsanto
ni el yugo de los bancos
ni el bárbaro inversor
Queremos que nos maten
de humanas cuchilladas
las manos refinadas
del buen destripador
Gracias Jack
nos has salvado
de la NATO y del gobierno
del despido y del desahucio
la maquila y el amianto
del transgénico y el banco
de la Sony y el Pentágono
del misil y del mercado
y del cáncer de pulmón
de humanas cuchilladas
las manos refinadas
del buen destripador
Gracias Jack
nos has salvado
de la NATO y del gobierno
del despido y del desahucio
la maquila y el amianto
del transgénico y el banco
de la Sony y el Pentágono
del misil y del mercado
y del cáncer de pulmón
Queremos que nos maten
de humanas cuchilladas
las manos delicadas
del buen destripador
de humanas cuchilladas
las manos delicadas
del buen destripador
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