Calles desbordadas de Tegucigalpa en apoyo a Mel Zelaya
Mentiríamos si no reconociéramos que los medios españoles terminaron reconociendo que lo sucedido en Honduras la madrugada del domingo 28 fue un golpe de Estado. En realidad, si no lo hicieran serían, junto al golpista Roberto Micheletti, los únicos que no lo interpretaran así.
Utilizar el término detención cuando la protagonizan militares contra un presidente constitucional es totalmente erróneo si recurrimos a la acepción de la Real Academia Española: “Privación provisional de la libertad, ordenada por una autoridad competente”. ¿Consideraban los medios que la autoridad competente en Honduras era el Ejército? Incluso algunos intentan colaborar en consolidar el golpe, como el caso de El País el día 29 (“Micheletti ocupará el cargo hasta 2010”), criminaliza a los partidarios del presidente constitucional (“cubren sus rostros con máscaras y van armados con palos”) e insinúan una legítima vía de derrocamiento (“destituido por el Parlamento de su país”). Honduras es un sistema presidencial, el Parlamento no nombra al presidente como en España, lo votan los ciudadanos, por lo que no puede ningún parlamento puede destituirlo. Incluso la información la presentan intencionalmente confusa, como cuando señala que “los miembros del Congreso han aceptado una supuesta carta de renuncia firmada por Zelaya, algo que éste ha negado en una conversación telefónica con el presidente de El Salvador”. Si alguien dice que no ha firmado su renuncia no procede discutirlo frente a quien afirma que sí lo hizo.
¿Y el periodismo independiente?
Poco a poco comienzan a llegar las condenas internacionales y los medios a rectificar su forma de definir lo sucedido. Lo paradójico es que mientras se produce en éstos el reconocimiento y la condena del golpe, muchos analistas se permiten abroncar al presidente y darle recomendaciones precisamente en la línea de lo exigido por los militares.
Es como si se reivindicase la democracia y la legitimidad de los líderes políticos elegidos en las urnas pero, eso sí, aplicando políticas condicionadas por la espada de Damocles de los militares. Encontramos comentarios como “El presidente Zelaya debería buscarse valedores distintos a Castro y Chávez” (Luis María Anson, El Mundo 30-6-2009), “Que vuelva Zelaya, que se olvide del referéndum, y que las presidenciales de noviembre decidan hacia dónde quiere ir el país” (Miguel Ángel Bastenier, El País 29-6-2009).
Las conclusiones que podemos extraer es que el giro en el discurso de los medios, que pasaron de denominar detención a golpe de Estado –a pesar de que siempre estuvieron claros los acontecimientos– sólo ha demostrado que no existe el periodismo independiente, que han necesitado comprobar las condenas de EE UU, del Gobierno español y de la Unión Europea para comenzar a reconocer lo obvio. Y que, además, no temen alinear su discurso político con el de las demandas de militares golpistas.
Cobertura mediática:
de ‘detención’ a ‘golpe’
Pascual SERRANO
Diagonal, 105/6
Mentiríamos si no reconociéramos que los medios españoles terminaron reconociendo que lo sucedido en Honduras la madrugada del domingo 28 fue un golpe de Estado. En realidad, si no lo hicieran serían, junto al golpista Roberto Micheletti, los únicos que no lo interpretaran así.
Tres días después, no solamente los países de la región, sino que desde la ONU hasta Estados Unidos y la UE, estaban condenando la asonada.
Sin embargo, en las primeras 48 horas el modo de presentar la noticia en los medios españoles se limitaba a afirmar que hubo una detención del presidente. Así lo refleja la recopilación de titulares del día 28 realizada en el blog Diseccionando a El País, del medio Tercera Información: “El Ejército de Honduras detiene al presidente Zelaya y lo expulsa a Costa Rica” (El País), “El presidente de Honduras ha sido detenido por fuerzas militares” (ABC), “Detenido el presidente de Honduras el día de su polémica consulta popular” (El Mundo), “El ejército hondureño detiene al presidente Manuel Zelaya antes de que comience el referéndum” (RTVE), “El Presidente de Honduras es detenido por militares” (Antena 3), “El ejército hondureño detiene al presidente Manuel Zelaya antes de que comience el referéndum” (Radio Nacional). Sólo los medios del grupo Mediapro calificaban desde el primer momento de golpe de Estado: “Golpe de Estado en Honduras: Zelaya detenido por los militares” (Público), “El golpe de Estado ya está” (La Sexta).
Utilizar el término detención cuando la protagonizan militares contra un presidente constitucional es totalmente erróneo si recurrimos a la acepción de la Real Academia Española: “Privación provisional de la libertad, ordenada por una autoridad competente”. ¿Consideraban los medios que la autoridad competente en Honduras era el Ejército? Incluso algunos intentan colaborar en consolidar el golpe, como el caso de El País el día 29 (“Micheletti ocupará el cargo hasta 2010”), criminaliza a los partidarios del presidente constitucional (“cubren sus rostros con máscaras y van armados con palos”) e insinúan una legítima vía de derrocamiento (“destituido por el Parlamento de su país”). Honduras es un sistema presidencial, el Parlamento no nombra al presidente como en España, lo votan los ciudadanos, por lo que no puede ningún parlamento puede destituirlo. Incluso la información la presentan intencionalmente confusa, como cuando señala que “los miembros del Congreso han aceptado una supuesta carta de renuncia firmada por Zelaya, algo que éste ha negado en una conversación telefónica con el presidente de El Salvador”. Si alguien dice que no ha firmado su renuncia no procede discutirlo frente a quien afirma que sí lo hizo.
¿Y el periodismo independiente?
Poco a poco comienzan a llegar las condenas internacionales y los medios a rectificar su forma de definir lo sucedido. Lo paradójico es que mientras se produce en éstos el reconocimiento y la condena del golpe, muchos analistas se permiten abroncar al presidente y darle recomendaciones precisamente en la línea de lo exigido por los militares.
Es como si se reivindicase la democracia y la legitimidad de los líderes políticos elegidos en las urnas pero, eso sí, aplicando políticas condicionadas por la espada de Damocles de los militares. Encontramos comentarios como “El presidente Zelaya debería buscarse valedores distintos a Castro y Chávez” (Luis María Anson, El Mundo 30-6-2009), “Que vuelva Zelaya, que se olvide del referéndum, y que las presidenciales de noviembre decidan hacia dónde quiere ir el país” (Miguel Ángel Bastenier, El País 29-6-2009).
Las conclusiones que podemos extraer es que el giro en el discurso de los medios, que pasaron de denominar detención a golpe de Estado –a pesar de que siempre estuvieron claros los acontecimientos– sólo ha demostrado que no existe el periodismo independiente, que han necesitado comprobar las condenas de EE UU, del Gobierno español y de la Unión Europea para comenzar a reconocer lo obvio. Y que, además, no temen alinear su discurso político con el de las demandas de militares golpistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario