sábado, 25 de julio de 2009

Más sobre el Puto Nazintger

Y Benedictus... ¿no se echó al Monte?

Carlos Tena
inSurGente, 24julio2mil9

Italia es el único país del mundo que comparte todas las fronteras del estado Vaticano, donde se encuentran los representantes de la iglesia católica, apostólica y romana, entre los que se cuenta al embajador de Cristo en la Tierra, un tal Benedicto XVI, que se destacó hace meses, además de por haber sido fan de Hitler, por ser el gran ausente en la ola de solidaridad por las víctimas del terremoto que se produjo en la zona del Abruzzo. El Espíritu Santo no pudo evitar, sin embargo, que el pontífice se rompiera hace días una muñeca, y ahora este descansa de tanto ajetreo divino, tanta preocupación por los pobres del mundo y tanta oración.


El gobierno italiano le cuida las fronteras con mimo paternal, porque el alemán Ratzinger y el italiano Berlusconi, experto en putas de lujo, se entienden de maravilla, excepto en que, de momento, el primero no se va de francachela a Castelgandolfo, ni invita, también por ahora, a unas cuantas pelanduscas y modelos ligeras de cascos, para ensayar aquello de María Magdalena y la primera piedra.


Bien sabe ese látigo de herejes, este artero personaje con el brazo en alto, que si no hubiera tanta miseria en el mundo, su papel iba a ser bastante diferente del que ejerce en el gran teatro de la cristiandad. A Benedicto XVI, como a decenas de sacerdotes, párrocos, obispos, arzobispos y cardenales, que se ciscan diariamente sobre las enseñanzas de Cristo, le viene de perilla elevar sus preces al Altísimo, para reclamar atención sobre los pobres del mundo. Al de más arriba le manda preces, y a los de aquí abajo, a los Obama, Berlusconi, Sarkozy o Merkel, les formula sugerencias y peticiones sonrientes de ayuda para los necesitados. Y si es menester, brindará apoyo a los golpistas, a los narcotraficantes, a los genocidas, como ya demostraron sus antecesores bendiciendo a Hitler, Mussolini, Franco, Batista, Duvalier, Stroessner, Pinochet, Videla, Galtieri, Aznar, Fox, Uribe y Alan García, y hoy con el golpista hondureño Micheletti, sacralizado por el diario El País, Televisa, L’Osservatore Romano, Globovisión, la CNN, Telemadrid y demás medios de la bazofia mediática internacional.


Benedicto sigue al frente de esa iglesia ejemplar, que en nada difiere de la que masacró, a golpe de cruz y hostia limpia, a todo el continente latinoamericano, cuando aquel pícaro genovés llamado Colón, se puso al servicio de los tristemente célebres Reyes Católicos para matar indígenas en nombre del Señor. Un cristianismo que parece encantar a los amantes del Papa, esos mismos que quieren evitar ser quemados en el fuego del infierno, echando tres rezos al aire y cuatro monedas en una alcancía bendecida, si fuera posible, por un cura que no fuera pedófilo.


El Estado del Vaticano adquirió oficialmente su territorio e independencia en 1929, con los acuerdos de Letran, firmados por Mussolini y el cardenal Gasparri. No es miembro reconocido por la ONU, pero ejerce de observador. En las dependencias situadas en ese artificial paraíso cristiano, se suele hablar italiano y se reza aún en latín, aunque la lengua diplomática es el francés y su ejército, la Guardia Suiza, utiliza el alemán. Como se ve, tienen muchas lenguas. Y todas ellas lamen a tiempo y en la mano adecuada a sus fines. La moneda oficial es el euro, aunque se supone que la Santísima Trinidad no entiende de cambios y cotizaciones, pero a la hora de cobrar a los fieles, sea por una visita, sea por la compra de un souvenir, se le exprime como Dios manda, sea en dólares yanquis o en yenes japoneses.


Dicen que el término Vaticano proviene directamente de la mitología de la Roma antigua, como combinación de la palabra vates (adivino) y canus (canto). Se adivina que es un canto sanguinolento, típico de una monarquía religiosa, absoluta, sexista y, probablemente, onanista (una costumbre bastante sana), que elige a su jefe, al Papa, de por vida, aunque siempre habrá en la Curia romana un cardenal dispuesto a dar una taza de sopita caliente al Pontífice que, como sucedió con Juan Pablo I en 1978, se atreviera a hurgar en las entrañas del entramado económico del Vaticano. Un estado que abolió la pena de muerte bajo Paulo VI en 1967, pero que nunca firmó la declaración Universal de los Derechos Humanos. Les honra al menos esa coherencia espiritual.


Pero ¿qué riquezas posee este único predio al que no se puede investigar, porque te molerían a hostias? No hay información muy precisa sobre ese punto, pero se calcula que es enorme. El Vaticano detenta, a través de entramados complicadísimos, inmobiliarias, fábricas de armamento, industrias de todo tipo (posee una de condones, llamada Serono), además del poderoso Banco Vaticano, principal destino de más de 40 mil millones de euros, procedentes del dinero sucio italiano, colocándose de este modo en la octava posición de las entidades más utilizadas a través del mundo para el blanqueo del dinero procedente de la droga, muy por delante de los paraísos fiscales como las Bahamas, Suiza o Liechtenstein., que cosechan cada año más de mil millones de euros, de los que, como digo, ni uno ha ido a parar a los damnificados por el desastre del terremoto de los Abruzzo. Y para colmo, no pagan impuestos. Habremos de pensar, que si Benedicto XVI no ha dado un chavo a los afectados, fue para no involucrarles en la trama del blanqueo. ¡Qué bondad, la suya, Papa!


Benedicto XVI, el que fuera joven nazi, prefiere, a la hora de practicar la caridad, echar mano de los pecados ajenos; así, salen en tropel millones de euros, que proceden de ciudadanos temerosos de acabar en el Infierno del Dante, de los cuales, una pequeña cantidad se invertiría en reconstruir las iglesias y capillas de la zona siniestrada, en tanto que el sobrante retornaría, vía divina, a los bolsillos de algún Berlusconi de pueblecito remoto.


Resumiendo: casi cuatro meses después del seísmo, lo que se sabe respecto de la ayuda del Vaticano a sus queridos fieles italianos del área del Abruzzo (donde murieron 150 personas, 1.500 resultaron heridas y 50.000 quedaron sin hogar), es que se limitó al envío de un equipo de bomberos, 500 huevos de Pascua para los niños –suministrados por la gendarmería vaticana– y unos tres millones de oraciones diversas. Su santidad, que de joven se echó al monte del nazismo, esta vez no ha querido pasarse por la zona aquella montañosa, no sea que la tierra se le tragara a él también.


Pero, aún sin atreverse a visitar siquiera a sus fieles, la solidaridad del Papa Benedicto XVI ha sido rotunda, tanta y tan admirable, como la que practica Hillary Clinton con Manuel Zelaya.

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