Eva Forest editora de HIRU
La independencia frente al mercado
Jamás se valorará lo suficiente el enorme coraje de Eva Forest también como editora. Vivimos en un mundo en el que la lógica mercantil va ganando cada día más terreno, devorando cada minuto nuevos espacios. Frente a él, Eva se rebeló para ponernos a muchos escritores y lectores a resguardo de esa tempestad capitalista y fundó Hiru.
La receta con la que proteger el conocimiento y la producción literaria de la lógica mercantil resulta, en principio, extremadamente simple: que las decisiones sobre edición no se subordinen a criterios económicos, sino que, por el contrario, atiendan prioritariamente a cuestiones de interés teórico, político o estético. En esta dirección, el compromiso de Eva era incondicional: si algo merecía ser editado (atendiendo a criterios científicos, literarios, artísticos o políticos) se editaba y punto. Ya se vería cómo, pero se editaba. Como fuera. Por ejemplo, a través de “libros solidarios”, de modo que aquellos que corrieran mejor suerte en el mercado pudiesen ayudar solidariamente a otros, pero sin dejar jamás que la suerte mercantil se impusiese como criterio editorial.
El criterio editorial de Eva no estaba en venta. Eso no ponía las cosas fáciles para Hiru. Hacía falta mucho valor, mucha energía y mucho talento. En efecto, no dejamos de vivir en una sociedad capitalista y eso impone condiciones de supervivencia muy estrictas a las que es imprescindible atender. Ciertamente, hay que sobrevivir en medio de la tempestad y, por lo tanto, para luchar contra ella, la editorial no puede naufragar. Cada libro que Hiru ha conseguido sacar adelante ha sido como una nueva victoria de David contra Goliat.
Se da la circunstancia, además, de que vivimos tiempos en los que la autonomía del conocimiento ha sufrido una de las derrotas históricas más graves, por lo que el coraje de Eva resalta todavía más. En estos últimos años hemos asistido, en efecto, a la rendición de la universidad pública europea frente a las demandas y requerimientos mercantiles. Lo que se ha llamado Convergencia Europea ha significado, como se sabe, la puesta en práctica de las consignas dictadas por la Organización Mundial del Comercio y el Acuerdo General de Comercio de Servicios respecto de la Educación Superior. Con el pretexto de adaptar la universidad a “los nuevos retos y desafíos de la sociedad” lo que se ha hecho ha sido poner la Universidad al servicio de las corporaciones económicas y de las demandas mercantiles, de tal modo que toda la geografía de la comunidad científica, con sus facultades y escuelas, áreas, departamentos y bibliotecas, proyectos de investigación y objetivos docentes, en suma, toda una civilización científica consolidada por siglos de trabajos y esfuerzos teóricos, ha tenido que ser remodelada y flexibilizada, para adaptarse a las exigencias de un mercado de profesionales cada vez más volátil, anárquico e imprevisible. Mientras Eva le plantaba cara al mercado y defendía la independencia del pensamiento desde una minúscula editorial que ha sido capaz de conmover el mundo de la literatura y el ensayo político, algunos rectores que se dicen de izquierdas, como Carlos Berzosa o Ángel Gabilondo, que tenían en sus manos gigantescas fortalezas científicas, como la Universidad Complutense o la Universidad Autónoma de Madrid se rendían impotentes ante el imparable tren europeo del neoliberalismo, como si frente a las exigencias del mercado no hubiera más opción que la de una cobarde sumisión.
Al fundar Hiru, Eva demostró que los intereses de la razón y del arte pueden tomar la palabra incluso cuando el griterío de los intereses mercantiles es más ensordecedor: que cualquier libertad solitaria concentra la suficiente dignidad para atreverse a mirar cara a cara a la inabarcable soberbia de la tempestad capitalista.
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