martes, 22 de enero de 2008

Pensar con Gramsci el Puto Reino de la Patraña borbónica de los Bribones


Hoy se cumple uno de esos aniversarios que pasan –y pasarán ¡siempre!– desapercibidos. Un 22 de enero de 1891 nacía en Ales (isla de Cerdeña) un personaje sumamente débil y esmirriado. Nacía enfermo en una familia agrícola, aunque su padre fuera un pequeño y modesto funcionario de las ínsulas de la renacida Italia. Su miseria familiar la tendría siempre presente. Sus problemas de salud –desde los cinco años padecía una deformación de la columna vertebral– se podría decir que le ayudaría para que su familia se sacrificara por él y le dieran la posibilidad de estudiar.

A base de esfuerzo pudo matricularse en la Facultad de Letras de Turín. Pero como él mismo pusiera por escrito: “el instinto de rebelión, que yo de pequeño dirigía contra los ricos porque no podía estudiar, yo que sacaba un diez en todas las materias en la escuela elemental, mientras el hijo del carnicero, del farmacéutico, el del comerciante de tejidos podían estudiar como querían…” le harían tomar consciencia personal de la depauperada y deprimente situación social de la Italia de su tiempo. Pronto nació en él su abnegada capacidad para analizar y tomar partido por las causas más justas y subversivas.

Llegaría a sacrificar muchas cosas. Téngase en cuenta que en sus años juveniles compartía militancia con Benito Mussolini en las filas del poderoso Partido Socialista de Italia. No habría ninguna química intelectual entre ellos. Después de la contienda nacionalista de 1914 el Partido saltaría hecho añicos. Jamás el PSI volvería a levantar cabeza en Italia. De su seno nacería el partido Fascista como ala reaccionaria que imposibilitaría una revolución democrática del proletariado hacia el socialismo; y, también, gracias a los esfuerzos titánicos de Antonio Gramsci nacería a principios de los años veinte de la pasada centuria el más impresionante Partido Comunista de la Europa Occidental, el glorioso PCI.

La cultura política de Italia no habría sido la misma sin la obra inacabada de Gramsci. Sus huellas se dejan sentir en multitud de ámbitos. Desde la poesía hasta el cine pasando, por supuesto, por la creatividad dialéctica de los movimientos alternativos. Gramsci no fue uno más en la repetición de consignas políticas. En todo caso fue un gran crítico de ellas.

Su obra escrita no fue nada sencilla el producirla. Los primeros años de cárcel fueron durísimos. Ni siquiera sus carceleros le dejaban que se comunicara por escrito con sus familiares. Cuando consiguió que las autoridades carcelarias le permitieran un folio y un lápiz durante algunas horas del día supo aprovechar sus condiciones de mala vida. Supo estrujarse el sufrimiento para que en ese minúsculo y ridículo papel le dejaran espacio para poder escribirle a su amada Julia y a sus desconocidísimos hijos, Delio y Antonio.

Desde que el fiscal fascista lo quisiera tumbar en vida en una puta celda del Estado fascista italiano no dejó de padecer calamidades. Eran los últimos días del año 1926 cuando lo arrestaron. La misión del Fiscal del Estado estaba más que suficientemente clara: “había que paralizar ese cerebro”. Lo condenaron por sus ideas comunistas a veinte años, cuatro meses y cinco días de cárcel. Gramsci murió en Turín el 27 de abril de 1937. Hubo quien en la España de la 2ª República lo recordó por los altavoces de la radio en Barcelona.

De sus años de presidio no todo fue escribir. No. Ni durante los primeros años le dejaron escribir ni en los últimos cuatro años las enfermedades que padecía se lo podían permitir. Y, no obstante, su esfuerzo le permitió rellenar algo así como 32 cuadernos de letra menuda y regular.

Él mismo reconocía la insuficiencia de sus ensayos. Le faltaban instrumentos de trabajo intelectual y sus ángeles fascistas le custodiaban lo que escribía. Se tuvo que inventar a base de ingenuo un lenguaje nuevo. Aludía al marxismo como la filosofía de la praxis. Ponía en la experiencia, en la observación, en la práctica el nudo gordiano de su pensamiento.

Ha habido quienes con extrema dureza le han criticado su desconocimiento básico de los textos de las profanas escrituras del marxismo de su época. Él se vio en la tesitura de tenérselo que inventar. Y no fue poco lo que nos entregó.

Su original forma de leer a Maquiavelo es un regalo para cualquiera que no se conforme con leer a los clásicos para endiosarlos o embalsamarlos. Identificó la analítica de El Príncipe con la lectura que el Partido tenía que hacer de su situación con la inestimable ayuda del materialismo histórico. Nos entregó unas lecciones impagables. Más hubiera querido cualquiera de nuestros obtusos intelectuales universitarios entregarnos tanta inteligencia política desde sus endiosadas cátedras. Se le podría pegar fuego a las inútiles e inservibles facultades universitarias en comparación con lo que desde la cárcel y con una absoluta carencia de medios nos regalara Antonio Gramsci en sus Quaderni del carcere.

En los años sesenta de la pasada centuria fue cuando la obra de Gramsci tuvo algo de eco entre nosotros. La peor pesadilla se produjo cuando el inefable PCE empezó a usar su nombre en vano cuando le dio por proponer la estrategia del eurocomunismo. Se llevó durante un tiempo enfrentar a Gramsci contra Lenin. De la pelea sólo saldría miseria y estulticia a raudales.

Pocas obras fueron tan serias como la de Rafael Díaz Salazar. En 1991 cuando se cumplía el centenario de su nacimiento fue cuando la editorial Anthropos editó El proyecto de Gramsci.

Antes los intentos querer introducir la obra de Gramsci en España fueron escasos, esquemáticos y ridículos.

Sus estudios sobre el proceso histórico de formación y organización de los intelectuales tienen mucho que enseñarnos. No ya sólo desde un punto de vista histórico, sino político, pedagógico y filosófico.

La creatividad dialéctica de Gramsci nos podría ayudar a entender cómo funciona el Partido económico de los Bancos, el Partido moral de la jerarquía eclesiástica, el Partido militar de los Bribones borbónicos. Eso nos permitiría entender el juego de manos que se traen con la supuesta democracia los jerifaltes endogámicos del poder en el Reino borbónico. Hace años que Carlos Lerena también falleció. Él nos entregó en Escuela, ideología y clases sociales en España algo más que un método para intentar comprender los mecanismos de reproducción del poder injusto en el Reino de la Patraña borbónica de los Bribones.

Hoy, entre nosotros, los amigos de Manuel Sacristán nos han enseñado también a estudiar lo concreto de nuestra existencia. La obra de Juan Ramón Capella Entrada en la barbarie no debería de pasar desapercibida si queremos darnos cuenta del callejón sin salida al que nos está abocando el puto capitalismo asfáltico. Algunos nos quieren acostumbrar a hablar mal de las selvas, pero éstas pese a tantos mitos como nos hablan de ellas nos resultan muchísimo menos horrorosas que los males que han generado en el proceso de barbarie civilizatoria todo lo que tiene que ver con los productos bituminosos del petróleo. Por eso y por mucho MARX nos negamos a hablar de capitalismo salvaje. En su lugar preferimos llamarlo por su pestilente nombre: capitalismo asfáltico.

No hay comentarios: