La Gran Simone de Beauvoir
Ramón IRIGOYEN
EN el centenario del nacimiento de Simone de Beauvoir, nacida en París en 1908, se impone, como debe ser, una visión crítica de la autora de El segundo sexo, uno de los libros más importantes del siglo XX. Y sobre la crítica hay que decir, en primer lugar, que es una palabra que procede del verbo griego 'crino' que significa cribar: por tanto, criticar -o sea, cribar- es una palabra agraria que significa separar el grano de la paja. Criticar es, pues, separar lo positivo de lo negativo. Y, obviamente, una crítica es lo contrario de un ajuste de cuentas, una actividad física o intelectual propia de navajeros. En el campo intelectual hay también navajeros especializados en destripar enemigos. En el centenario de Simone de Beauvoir, una mujer de altísimo nivel intelectual y que llevó una vida amorosa libre, que suponía la práctica del sexo con hombres y mujeres, no faltarán navajeros que centrarán sus comentarios en los errores y mezquindades de esta mujer, que, como cualquier ser humano, se equivocó gravemente en algunas de sus decisiones personales y políticas, vinculadas a una izquierda defendida, en ocasiones, con la fiebre del sectarismo. El marxismo ha dejado de ser el sistema filosófico por excelencia para pasar a ser un sistema filosófico más. Pero a quienes también se ensañen con el apoyo de Simone de Beauvoir a dictaduras –Rusia, China, Cuba, Vietnam– también hay que recordarles que, por ejemplo, la extraordinaria seguridad social de que hoy gozamos –y que en España se implantó en tiempos del ministro falangista Girón de Velasco– fue un invento de la Rusia comunista –en LA PUTA GRANÁ negamos la existencia de una tal cosa, y más atentos a la realidad la llamamos por su nombre URSS: ¡¡socialista y soviética!!- que luego, a regañadientes, copió el capitalismo.
Unos extractos breves de El segundo sexo deberían leerse en todos los colegios y universidades para que esa basura ideológica sobre la condición femenina, que, por ejemplo, ha llevado en España al asesinato de 74 mujeres en 2007, empiece a desaparecer del mapa. Esa basura ideológica sobre la condición femenina es, en primer lugar, nefasta para la mujer. Pero, en segundo lugar, es también siniestra para el hombre. La concepción errónea sobre la condición femenina conlleva la concepción también errónea sobre la condición masculina. ¿Por qué crece el número de asesinatos de mujeres precisamente cuando las mujeres tienen reconocida su libertad legal y han logrado importantes cotas de independencia económica? No es casual que su libertad legal y su independencia económica –y, a partir de ahí, su independencia amorosa– sean las razones de que machos sentimental y sexualmente analfabetos asesinen a sus parejas o ex parejas, sobre todo, en los momentos en que las mujeres han decidido separarse. Estos asesinatos demuestran la extrema importancia de que, en todos los niveles de la educación académica, se transmitan ideas correctas sobre la condición femenina. Y, en este terreno, Simone de Beauvoir sigue siendo una maestra de primer orden.
Unos extractos breves de El segundo sexo deberían leerse en todos los colegios y universidades para que esa basura ideológica sobre la condición femenina, que, por ejemplo, ha llevado en España al asesinato de 74 mujeres en 2007, empiece a desaparecer del mapa. Esa basura ideológica sobre la condición femenina es, en primer lugar, nefasta para la mujer. Pero, en segundo lugar, es también siniestra para el hombre. La concepción errónea sobre la condición femenina conlleva la concepción también errónea sobre la condición masculina. ¿Por qué crece el número de asesinatos de mujeres precisamente cuando las mujeres tienen reconocida su libertad legal y han logrado importantes cotas de independencia económica? No es casual que su libertad legal y su independencia económica –y, a partir de ahí, su independencia amorosa– sean las razones de que machos sentimental y sexualmente analfabetos asesinen a sus parejas o ex parejas, sobre todo, en los momentos en que las mujeres han decidido separarse. Estos asesinatos demuestran la extrema importancia de que, en todos los niveles de la educación académica, se transmitan ideas correctas sobre la condición femenina. Y, en este terreno, Simone de Beauvoir sigue siendo una maestra de primer orden.
El segundo sexo se publicó en 1949. Hacía ya, pues, diez años que nuestra guerra civil había arrebatado a la mujer todos sus derechos legales, incluido ese mínimo derecho de matricularse en un centro escolar, un derecho que las mujeres casadas sólo podían ejercer con una autorización otorgada y firmada por su marido. Es decir, en España, el año en que se publica El segundo sexo –y durante otros 29 años más y a los que hay que sumar los diez años previos a 1949– las mujeres, como hoy millones de mujeres de países regidos por teocracias islámicas, hasta 1978, año de la promulgación de la Constitución, carecieron de los derechos más elementales.
El segundo sexo, en el transcurso de 20 años, se convirtió en un libro fundamental del pensamiento feminista. A partir de los años setenta, el feminismo creció generando diversas tendencias. Las líderes de esas tendencias –Betty Friedan, Kate Millet, Germaine Creer– admiraron máximamente a Simone de Beauvoir. Para ellas, El segundo sexo fue su biblia. Leamos o releamos El segundo sexo y nuestra educación sobre la condición femenina mejorará mucho.
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