Se nos dice que hemos sido muy duros con la presentación del libro de Pedro Benítez en la Cátedra "Federico García Lorca". Bueno no entendemos muy bien lo que se entiende por dureza. Si utilizásemos una escala geológica sobre la dureza material de las piedras estaríamos en parámetros muy bajitos pues apenas si llegamos a expresar todo lo mal que se hizo la cosa en estos espacios de burricie universitaria. ¡Más hubiésemos querido hacerlos polvo de talco! Pero no eran diamantes ni siquiera en estado bruto aunque a veces el compadreo dé lugar a ese juicio.
Ayer ya acabó el período de siete años en el que Juan Carlos Rodríguez Gómez ha estado al frente de dicha cátedra. Los ha querido cerrar con su típico compadreo endogámico. Ayer la clausura corrió a cargo de su otro homónimo del rodriguismo althusseriano. José Luis Rodríguez García cerraba esa fase...
Las puestas en escena fueron en muchas ocasines peor que patéticas. Se llegaba tarde a los actos y para impedir que el público participase se echaba mano a tópicos como el de la solidaridad teórica con las trabajadoras de la limpieza.
Apenas se aprendió de lo que realmente intentó hacer Louis Althusser en los espacios organizativos de la Escuela Normal Superior de Paris. El humilde secretario de la Escuela organizaba cursos fuera de los programas oficiales. Incluso le dio cobijo a Jacques Lacan en los sótanos de aquella institución de la calle Ulm cuando al psiquiatra francés le retiraron hasta el agua los miembros de la Asociación Psicoanalista Internacional con sede en la capital francesa.
Estos siete años al frente de la Cátedra Lorca han sido algo más patético que un puto esperpento más. Se nota que los que han participado en sus conferencias eran casi todos pseudointelectuales de prestigio. Casi todos han sabido medrar en las putrefactas y mediocres instituciones universitarias del Reino de los Bribones borbónicos. Pero aunque no les importa sacarle réditos a fusilados como Lorca no han sabido estar a la altura del dramaturgo que dejara sin representar El Público o La Comedia sin título. ¡Ay, si hubieran aprendido algo de sus Misiones pedagógicas con La barraca! O si hubieran aprendido de Althusser a darle voz a las personas humilladas y marginadas en la Puta monarquía de los Bribones borbónicos: otro gallo les habría cantado.
Ayer ya acabó el período de siete años en el que Juan Carlos Rodríguez Gómez ha estado al frente de dicha cátedra. Los ha querido cerrar con su típico compadreo endogámico. Ayer la clausura corrió a cargo de su otro homónimo del rodriguismo althusseriano. José Luis Rodríguez García cerraba esa fase...
Las puestas en escena fueron en muchas ocasines peor que patéticas. Se llegaba tarde a los actos y para impedir que el público participase se echaba mano a tópicos como el de la solidaridad teórica con las trabajadoras de la limpieza.
Apenas se aprendió de lo que realmente intentó hacer Louis Althusser en los espacios organizativos de la Escuela Normal Superior de Paris. El humilde secretario de la Escuela organizaba cursos fuera de los programas oficiales. Incluso le dio cobijo a Jacques Lacan en los sótanos de aquella institución de la calle Ulm cuando al psiquiatra francés le retiraron hasta el agua los miembros de la Asociación Psicoanalista Internacional con sede en la capital francesa.
Estos siete años al frente de la Cátedra Lorca han sido algo más patético que un puto esperpento más. Se nota que los que han participado en sus conferencias eran casi todos pseudointelectuales de prestigio. Casi todos han sabido medrar en las putrefactas y mediocres instituciones universitarias del Reino de los Bribones borbónicos. Pero aunque no les importa sacarle réditos a fusilados como Lorca no han sabido estar a la altura del dramaturgo que dejara sin representar El Público o La Comedia sin título. ¡Ay, si hubieran aprendido algo de sus Misiones pedagógicas con La barraca! O si hubieran aprendido de Althusser a darle voz a las personas humilladas y marginadas en la Puta monarquía de los Bribones borbónicos: otro gallo les habría cantado.
De la manera en lo que lo han hecho ha resultado muy patético ver que, por ejemplo, Pedro Benítez ridiculizaba al maoismo por republicar folletos sobre las técnicas de Mao para el cultivo de tomates. ¿Acaso se ha dado una vuelta por las librerías de nuestro zoo político? Quizá su burla se podría poner en relación con muchas otras cosas que ocurren aquí y ahora. Podrían encontrarse muchas sorpresas sobre las técnicas revolucionarias hortofrutícolas que se venden en los estantes del Corte -¿epistemológico?- Inglés.
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