Se relamen cual leones después de una buena jartá de comer. Sin embargo, pese a nuestro rechazo visceral -e intelectual también a todo tipo de Putas Monarquías: la aluita del Reino de Marruecos incluida- a lo que se dice en ciertos medios de incomunicación masiva estos días nos planteamos un ciento de interrogantes tras la visita de la única Familia Real del Reino de España a las ciudades norteafricanas de Ceuta y Melilla.
¿Qué hay detrás de tal visita? ¿Se sabe por parte de la desinformada opinión pública hispánica que el Reino de España ostenta la quinta posición en la fabricación de armas a nivel mundial? ¿Se sabe acaso que ya en la década de los años veinte de la pasada centuria los ejércitos Reales de Alfonso XIII experimentaron en el Norte de África con armamento químico contra poblaciones campesinas indefensas y desarmadas?
Por qué el Reino de España ve con suma lógica -¿geopolítica?- la hispanidad del Peñón de Gibraltar. Por qué se le disputa desde 1713 con la implantación borbónica como Reino a la Corona británica. Por qué no se pide con aún más ahínco la hispanidad de las bases yanquis de Rota en Cádiz, de Morón en Sevilla, de Torrejón de Ardoz en Madrid o de Zaragoza en el corazón de Aragón. Qué hay detrás de la recalcitrante hispanidad de Ceuta y Melilla.
Detrás de Ceuta y Melilla hay tremendos negocios. El Reino de Marruecos arma sus ejércitos con los más modernizadores inventos que fabrica la industria militar hispánica. Eso conlleva -como contrapartida- más inversiones en el campo de las investigaciones bélicas. El ejército del Reino de los Bribones borbónicos no puede quedarse atrás... por lo que debe echar mano de sus aliados de Norteamérica. Y de vez en cuando agita los miedos de invasiones, cruzadas o de cualquiera otros fantasmas. Pero si ya en el Reino de España habitan más de dos millones de súbditos del reino alauita marroquí: ¿no sería eso ya una verdadera y auténtica invasión? Claro que cuando se quiere y desea se manipulan las xenofobias... y se invierte en valores racistas. Las ganancias siempre se las llevan los mismos y las pérdidas las compartimos los miserables que habitamos en pueblos que son esquilmados sin más horizonte que la pobreza y la rapiña comúnmente socializadas.
Pero los medios de incomunicación y manipulación ideológica de masas saben muy bien agitar los pendones y los trapos de colores. Saben esconder muy bien lo que hay detrás de tantas vallas electrificadas que esas ciudades han levantado para separar lo que mal se denomina como Países Ricos -¿el Reino de España es, acaso, un País Rico?- y como Naciones Pobres -¿se puede entender, acaso, que, digamos, Nigeria es una nación pobre?-. Hay periodistas, pseudointelectuales que ahora se cuelgan medallas a la hora de narrar el oprobioso muro berlinés, pero son incapaces de denunciar con idéntica dignidad ética los muros tecnológicamente avanzados que se elevan en Río Grande, en Israel o en Ceuta y Melilla.
Si la derecha paleopolítica española aprendiera algún día a leer, entendiendo una línea argumental, se daría de bruces con la tesis ética que mantienen los autores del más valiente ensayo filosófico publicado entre nosotros en los últimos siglos de indecencia y caquexia moral e intelectual, nos referimos al magnífico libro Educación para la ciudadanía. Capitalismo, democracia y Estado de derecho de los hermanos Fernández Liria (Carlos y Pedro), Luis Alegre Zahonero y Miguel Brieva.
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