miércoles, 7 de noviembre de 2007
Las Putas anécdotas de un cubano metido a mercenario de la Puta Literatura
Pedro Juan Gutiérrez nació en la ciudad cubana de Matanzas en 1950. Desde hace más de una década comenzó a escribir sus cotidianidades. Le dió un llamativo título Trilogía sucia de La Habana. Se puede encontrar en dos colecciones diferentes de la editorial Anagrama de Barcelona.
Recientemente en Planeta ha publicado su Corazón mestizo. No es una novela. Tiene mucho de crónica de viajes. Recorre la isla cubana desde el Occidente (provincia de Pinar del Río) hasta el Oriente (provincia de Guantánamo). Lo hace a través de la hospitalidad de sus viejos conocidos a los que visita de manera fugaz y precipitada. Va acompañado de libros clásicos de la literatura cubana: desde El Monte de Lidia Cabrera, algunas grandes obras de Alejo Carpentier, o de Fernando Ortiz o el libro de Laura Cruz Ríos (Flujos inmigratorios franceses a Santiago de Cuba). Y no cita de ninguno de ellos páginas cómodas. Lo hace con sabia provocación. Su obra no hace de la benevolencia su principal virtud. Ataca y da duro a la coraza jesuita de la pseudorevolución cubana. Pone en solfa algunos de los discursos retóricos de la propaganda de la sempiterna Revolución -con R mayusculísima parecida en cierto modo a la torpe e infantiloide Z de la ideología psoecialista zapateril-.
Es cierto: si a la Cuba actual le levantaran el bloqueo que los yanquis le tienen impuesto su economía social se elevaría a cotas impensables. Ni los tigres del sudeste asiático podrían tener nada que ofrecerle y sí mucho que envidiarle. Pues pese a tantísimas dificultades el corazón mestizo cubano tiene aún energía para dar y tomar.
Una prueba de la libertad creadora que existe en la Cuba actual nos la da la `sucia´ literatura realista de Pedro Juan Gutiérrez. No la edita el Consejo de Estado como es obvio. Pero sí que se trafica con ella. Y su narrativa sirve para alimentar la economía popular de los intercambios literarios y simbólicos.
Pero no todo en Juan Pedro es defendible. En su "tour folklórico-vaginal por el oriente cubano" ofrece datos que sobrarían en un autor mínimamente responsable. De una novia fugaz de su acompañante, a la que no duda en decirnos ni la edad -22 añitos en 2006- le agrega que es "delgada, tetona, alta, alegre, elástica", nos da hasta la dirección en la ciudad de Holguín: el nombre de la calle, el número; y hasta el nombre de la chica. ¿Jugada redonda? No es impensable que muchos turistas molesten a la joven cubana con propósitos de repetir los escandolosos juegos sexuales que realizara con su compañero Yesuan. ¿O es un puro cuento chino en el universo literario del realismo sucio de PJG?
Hay otras páginas breves que nos informan con sencillez del genocidio sistemático que produjo el macabro juego de la conquista europea del Caribe y, por extensión, de América. Pedro Juan levanta acta de ello pero no en plan queja, sino para hacerle comprender a sus posibles lectores de la increíble materia, de la fogosa y ardiente arcilla tan compleja de la que están hechos los resistentes cubanos. Realmente es un canto de amor la la Matría -Materia Viva y Dinámica- cubana...
Vale la pena encontrarse en sus páginas con la valentía de Enriqueta Faber, una lesbiana que en el siglo XIX protagonizó leyendas de rebeldía tan estimulantes como la del "falo fugaz". O la crítica tan audaz que una periodista noruega realiza a la lamentable cultura nórdica cuando protagoniza con el santiaguero Lazarito ese cálido placer fálico que tanto juego erótico le diera y entretuviera en los alegres tópicos del Trópico caribeño.
Es recomedable su lectura por muchísimas cosas. Y no es la menos importante el conocer la suciedad católica como aquella antihigiénica lacra que los putos conquistadores dejaron en la conciencia de las deformaciones sociales capitalistas en el Caribe.
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