La Audiencia Nacional, a la Caza del TOP
Carlos Tena
La insólita prohibición de la manifestación convocada este pasado fin de semana en San Sebastián, en la que miles de personas clamarían, y con toda la razón, por la encarcelación de casi todos los procesados en el delirante sumario 18/98 (sentencia que ha significado uno de los más siniestros adornos navideños que la justicia española ha regalado en su despedida del año 2007), es otra prueba más del pavor que despierta entre los nostálgicos del orden franquista más siniestro, la imparable voluntad de autodeterminación de Euskadi (y ulterior independencia).
Por si fuera poco el veto y la orden de prisión, la Audiencia Nacional, tuvo a gala hace algún tiempo inmiscuirse en política externa, tratando de determinar si el presidente cubano Fidel Castro era o no Jefe de Estado. Tamaña intromisión no fue superada ni por el equipo del aquel monstruo de la ignominia llamado Tribunal de Orden Público, aunque parece que aquellos juristas, que interpretaron las leyes como esbirros de una dictadura condenada en el Parlamento Europeo, pero no en el español, van a ser minimizados por estos otros de la AN, un órgano que, a través de sus dictámenes, sigue pronunciándose contra todo lo que huela a un verdadero ejercicio de la democracia, porque ese sistema político, aplicado a la española (que viene a ser lo mismo que decir a la norteamericana), se cisca en el derecho más elemental, como Bush en los iraquíes que su ejército de mercenarios sigue asesinando, sin que ningún tribunal o audiencia ose juzgarle por crímenes de guerra.
Los derechos humanos se han conculcado nuevamente, de forma terca y repetida, no sólo durante el periodo en el que se incoaba el sumario, sino durante su desarrollo y final, que podría firmar un jurista como Blas Piñar, sin que la conciencia le escociera. Se ha emitido un veredicto, basado en mil y una irregularidades y supuestos nunca demostrados, que es lógico solicitar en Estrasburgo la anulación no ya de la propia sentencia, sino recabar el procesamiento inmediato de todos y cada uno de los juristas que forman parte de ese intolerable esperpento. Su delito: prevaricación en sesión continua.
El hecho de que un fascista, responsable de algunos crímenes e innumerables torturas, como Manuel Fraga Iribarne, siga libremente haciendo apología del terrorismo al afirmar que “Franco comenzó a poner orden en España”, que viene a ser lo mismo que asegurar que “Bush inició, con el derribo de las Torres Gemelas, el orden mundial”, es la prueba más evidente de que los condenados en el 18/98 son todos inocentes.
La pantalla nos muestra una escena más que enloquecida: aquellos ciudadanos condenados sin pruebas y este ex ministro de Franco (que no será jamás procesado), alabando, en primer plano, un régimen en el que el asesinato, el crimen y la tortura eran pan de cada día. Para los primeros, cárcel sin pruebas. Para el ex ministro de Información, ex de Gobernación y ex presidente de Galiza, el trono, el pan y la sal.
Esta es la película “La España del Rey Juan Carlos de Borbón”. Un territorio en el que se permite el enaltecimiento del delito, la alabanza para la vesania, la loa para el mal trato, se violenta el habeas corpus, y se practica la comprensión sin límites para el terrorismo de estado. El camino marcado por los expertos jurídicos de la Audiencia Nacional es hoy una senda de vergüenza para la profesión, el espejo en el que ningún estudiante de derecho debe mirarse, sino para huir ante la imagen que refleja.
Desprendiéndose de su careta, esta Audiencia Nazional se ha lanzado a la caza y emulación de las gestas del TOP, a batir el récord Guinnes de la prevaricación judicial, sin más careta o defensa que unos códigos prostituidos en el Parlamento español, que ha dictado leyes aberrantes que en su día serán anuladas, porque repugnan a la razón, al mismo derecho, a la ética y la deontología.
En tanto, ante la Ley de la Memoria Histórica, una de esas estratagemas tardías e inútiles para lavar la conciencia de los socialistas, esos miembros de la Audiencia Nacional, deberían caminar con la cabeza hundida, pidiendo perdón a los afectados asesinados y a sus familias, que creían en el sufragio universal.
“Jódete, rojo de mierda, que a tu abuelo lo fusiló el mío, por hijo de puta y comunista”, gritaba en Madrid hace días a un joven anarquista un mozalbete del PP, que llevaba en la solapa una insignia con el yugo y las flechas, además de una foto del terrorista Franco en la mano derecha.
De momento, los que defienden el significado auténtico del término democracia van a prisión, pero los que asesinan impunemente dan conferencias. Exactamente igual que en los Estados Unidos de Norteamérica. Visto desde esa perspectiva, mayor avance democrático es imposible. Aunque tal vez, para poner la guinda a la película, sólo falta una escena en la que el monarca español, Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, ordene la invasión de Venezuela, cuyo presidente, hace algunas unas semanas, le soltó alto y claro unas verdades que el Borbón, dando una lección magistral de mala educación, debería haber escuchado durante toda su existencia… si hubiera vivido en una verdadera democracia. Algo tan peregrino que, de momento, es como afirmar que los Borbones han formado, a lo largo de los siglos, una casta distinguida por la honradez, el buen sentido, la generosidad y el respeto a los ciudadanos.
4 comentarios:
Don José Antonio Zarzalejos Altares......¿Director General de Seguridad Adjunto el 3 de marzo de 1976?
¿preguntas? ¿afirmas? ¿o te pierdes entre los laberintos de tus pesadillas?
Pregunta retórica
Pues, entonces: ¡vaya folletá!
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