domingo, 17 de febrero de 2008

Más sobre el cuento del puto amor platónico

Prólogo al libro de Juan Carlos Kusnetzoff. Diez cuentos eróticos y una patriada, Buenos Aires, Dunken, 2007.

AUDAZ SE ELEVA
Esther Díaz

El deseo repta por la ciudad como sierpes iracundas. Se arrincona en las oficinas del microcentro, circula por senderos digitales, chorrea desde cuchillas despechadas, se inyecta a través de jeringas mágicas o se ingiere en pastillas. Las inyecciones se introducen directamente en el conducto viril, las píldoras primero pasan por el estómago. En los dos casos, gracias al milagro de la ciencia la flacidez pasa a ser águila. Despliega su vuelo.


El incisivo discurso de Juan Carlos Kusnetzoff penetra por los vericuetos del deseo en forma de historias clínicas narradas con agilidad y desenfado. Se trata de la escritura de uno de los médicos argentinos pioneros en clínica sexológica. Es el discurso esperanzado de quien conoció el duro pan del destierro en la época de plomo argentina. Un profesional que se dedica al deseo de sus pacientes. Esto no era bien visto por la represión siniestra. Después de años de exilio nuestro autor volvió renovado. No se dejó apabullar por los obstáculos. Y como no sólo de fármacos se alimenta la sexología, Kusnetzoff fortaleció también su saber psicológico. Desde ese lugar se esfuerza por una sexualidad más libre.


El autor nos dice que cada vez que una persona intenta retomar los vínculos que lo atan a la vida misma, lo hace a través del sexo. Pues lo sexual posibilita la salida de la propia subjetividad y el encuentro con el otro, con lo otro, con los otros. En ese encuentro nos constituimos como sujetos y tocamos cimas del placer humano, elemento indispensable para el desarrollo de una vida intensa.


Por estas páginas desfilan amores perros, sabiduría tachera, fantasías inconfesables, regresiones, sorpresas. Una fémina policía, un actor porno, una señora enamorada de su mascota, una prostituta atribulada, una mujer que orgasmea en honor a su mamá, hombres y mujeres heterosexuales, también varones homosexuales y bisexuales. No hay mujeres bisexuales ni lesbianas. Con esa única excepción, en estas páginas se despliega un amplio abanico de posibilidades eróticas. Juan Carlos ama a sus personajes, los muestra creíbles, también queribles. Además, cual cocinero experto, condimenta por aquí y por allá con acertados toques de humor. El relato en el que un amante apresurado en lugar de introducir el líquido salvador por el orificio peneano se lo inyecta en un testículo, es inefable.


Son diez relatos sexuales y una gran interrogación a la que Kusnetzoff denomina “patriada”. En ella el autor se centra en la paradigmática Plaza de Mayo y produce un relato multitemporal en el que las grandes épicas nacionales confluyen. Los peinetones de principios del siglo XIX, las incomprensibles internas de los movimientos sociales, la fuente que se convirtió en palangana, el absurdo bombardeo de mediados del siglo XX, el peronismo y su regreso, la imposición del silencio, los pañuelos blancos de la desesperación, el poner la casa en “orden democrático”, la militancia, las preguntas.


Un final que nos invita a meditar sobre la intensidad de deseo, que moviliza tanto la sensibilidad política como para que la emblemática plaza ocupe el lugar del placer final, en un libro sobre relatos provenientes -mayoritariamente- de la clínica sexual.


En el momento de acabar (el libro) el éxtasis se corre de la consumación sexual al amor a la patria. El doctor parece decirnos que no solamente buscando erecciones, intercambio de flujos y logrando orgasmos nos sentiremos plenos, es necesario también pensar más allá. Pensar en los otros sin dejar de pensar en sí mismo. Dicho en clave platónica, el verdadero amor no se agota en eyaculaciones y orgasmos. El verdadero amor, como sugieren estas páginas, no es otra cosa que el amor a la verdad. La verdad que parece respirar detrás de las preguntas finales del libro.

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