miércoles, 6 de febrero de 2008

La Puta y Poderosa Opinión Real en la Patraña de los Bribones borbónicos


Locura de España

GREGORIO MORALES
IDEAL, Granada, 05.02.08


LA gente llana se reía de don Quijote cuando veía gigantes donde había molinos de viento. La gente común siempre ha sido sana. Pero no las clases dirigentes que, en España, han estado por lo general enfermas. Y lo siguen estando.


Hoy, en España, cuando alguien ve gigantes en los molinos de viento, los elementos psoe'lustrados' consideran que, en efecto, se trata de gigantes. Cuando alguien toma a un rebaño de ovejas por un ejército, las fuerzas vivas consideran que es realmente un ejército. Cuando alguien dirige sus imprecaciones contra los personajes de un teatrillo, los justicieros de España ven seres reales, no marionetas.


Nunca como ahora en España ha triunfado la enfermedad de don Quijote. España está quijotizada hasta los tuétanos, pero no por su solidaridad con los débiles, sino por la locura de criminalizar lo trivial. La estupidez que rampa por el país cree a pie juntillas las monstruosidades que fabula don Quijote, y niega tajantemente que, en su origen, haya molinos de viento. La paranoia, que fabrica conspiraciones con elementos anodinos, ha hecho pasto del país. Basta que se diga mal de alguien o de algo para que se lo crea. Sin embargo, no sólo se recela de la verdad, sino que se la ignora. La verdad no tiene posibilidades. En las tertulias, en la prensa, en la justicia, los monstruos convencen; los molinos de viento suscitan sospechas.


Llevamos la maldición de don Quijote. La misma maldición que prendió como una llama en la época de Cervantes. Cuando una madre afirmaba que su hija había enfermado tras ser aojada por el vecino, el vecino era encerrado inmediatamente en los calabozos inquisitoriales. Todo el mundo veía al criminal en el inocente, pero nadie a la loca. No había oportunidad para la duda o la inocencia. Cuando un inquisidor afirmaba que una joven había ido al Sabbat y yacido con Satán, nadie que se considerara cuerdo lo ponía en duda. La enfermedad de ver monstruos donde había molinos de viento llevó al horrendo 'Martillo de brujas', un libro lleno de delirios... que todos consideraban reales.


España sigue tan gangrenada como antes. Al igual que en los calabozos de la Inquisición, hoy hay hombres inermes ante la ley... porque alguien ha convertido los molinos de viento en monstruos. Cuanta más monstruosidad, mayor valor de la prueba. Por eso, la Inquisición permanece, aunque ahora disfrazada tras lo políticamente correcto, el periodismo amarillo y las leyes injustas que surgen de dieciocho parlamentos a lo largo y ancho del país.


Cervantes comprendió que la locura de don Quijote era la locura de España. La locura que expulsó a moriscos y judíos. La locura de una guerra entre hermanos. La locura de una España asimétrica. España está loca. Donde el ciudadano del mundo ve molinos de viento, España ve monstruos. ¡Ay, pues, de los inocentes! Sus gestos más anodinos han de volverse contra ellos. Sus hechos triviales se convertirán en delitos de lesa majestad. Basta que se topen con un loco. Cualquier loco. Con uno de esos locos cuyo rasante de cordura es que la inmensa mayoría opina como ellos. Siguiendo su encadenamiento, quienes en el siglo XVII creían en las brujas, estaban cuerdos. Quienes, en la Alemania nazi, creían que los judíos debían ser exterminados, estaban cuerdos. Quienes hoy, en España, ven monstruos en las hormigas, están cuerdos.


Ya advirtió Goya que la razón engendra monstruos. España está enferma de la razón de don Quijote. España es don Quijote. Locura de España.

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