domingo, 10 de febrero de 2008

La Puta política exterior del desgobierno de la Plataforma Sangrienta Obscena Estadunidense (alias PSOE)

¿DÓNDE ESTÁ EL MOVIMIENTO ANTIGUERRA?
Las manifestaciones masivas contra la guerra, que precedieron la ascensión de Zapatero, desaparecieron por arte de magia / Olmo Calvo
Política exterior del PSOE: el poder de la magia
Santiago Alba Rico


Como es sabido, los prestidigitadores ejecutan una serie de pases mágicos –enormes garabatos en el aire– para ocultar y al mismo tiempo anunciar, por debajo de nuestro campo de visión, el cambio rapidísimo que arrancará nuestros aplausos. Sólo un reduccionismo demagógico puede negar la discontinuidad de la política exterior de Zapatero respecto de la de su predecesor en el Gobierno, pero sólo la ingenuidad interesada de un tifoso podría dejar de percibir que esta discontinuidad tiene que ver sobre todo con la pompa de la magia. En este terreno, como en otros, no se sabe qué asombra más, si la prometedora y excitante teatralidad de los pases de mano del PSOE o el hecho de descubrir, al inclinar la mirada, que todo sigue igual.


No desdeñemos esta magia como simplemente retórica o tramposa; hace falta mucho menos poder taumatúrgico para transformar un pañuelo que para transformar a los espectadores (que es lo que hacen en realidad los magos), y lo cierto es que los pases grandilocuentes del PSOE, que mantienen inalterado el Gobierno, han cambiado radicalmente –oh– a los gobernados: de las movilizaciones populares contra la guerra que estuvieron en el origen del vuelco electoral del 14-M, cuatro años después no queda nada. La diferencia entre el PP y el PSOE, por tanto, no es sólo formal, salvo que aceptemos que las formas (el llamado “talante”) son precisamente las que determinan las respuestas del público frente al escenario; la diferencia muy material y mensurable entre la política exterior del PP y la del PSOE es que la del primero generaba protestas y movilizaciones y la del segundo no. Hay magos que consiguen hacer desaparecer un conejo dentro de un sombrero mientras el público aplaude; el PSOE, mucho más eficaz, ha hecho desaparecer al público mismo cuando empezaba a alborotar.


Por debajo del vuelo de las manos, la política exterior del PSOE en los últimos cuatro años no ha hecho sino embragar los dos ejes centrales del anterior Gobierno: claudicación ante EE UU en el marco de la ‘guerra contra el terrorismo’ y defensa a ultranza de los intereses de las empresas españolas. La retirada de las tropas de Iraq fue el gesto de ruptura temprano y espectacular que exigió luego –o permitió, según atribuyamos mayor o menor complacencia a Zapatero– una colaboración aumentada, aunque más discreta, en la guerra mundial contra la justicia encabezada por EE UU. En agosto de 2004 el Gobierno aumentó el número de soldados españoles desplazados al Afganistán ocupado, y en junio del 2005 involucró a España en misiones desnudamente militares al aceptar la gestión de la base de Herat, todo ello al servicio de los intereses estadounidenses en la zona y contra la voluntad de la población. A finales del mismo 2004, el Gobierno de Zapatero mandó también 200 soldados a Haití para apoyar, bajo el paraguas de la ONU, el golpe de Estado franco-estadounidense contra el presidente Aristide. Desde septiembre de 2006, 1.100 militares españoles operan asimismo en el sur del Líbano en una misión concebida para proteger al agresor israelí y controlar y desarmar la legítima resistencia de Hezbolá. Al mismo tiempo, el Gobierno del PSOE ha continuado su colaboración con los EE UU en Iraq a través de sus servicios secretos y mediante la formación en España de cuadros militares, policiales y diplomáticos de la Administración colaboracionista iraquí. Invocar la letra de la “legalidad internacional” en estos casos sólo contribuye a dañar aún más su espíritu, muy degradado ya a los ojos de quienes deberían sentirse protegidos por él; y oculta, además, la violación abierta de esa legalidad en otros escenarios. Basta pensar en los 25 ‘vuelos de la CIA’ –tres más que bajo el gobierno Aznar– consentidos por el PSOE desde el año 2004 o en el apoyo incondicional de Zapatero al actual plusmarquista mundial de cortes de manga a las Naciones Unidas, Israel, al que recompensamos generosamente por cada palestino encarcelado, torturado o asesinado, tal y como orgullosamente confesó el ministro Moratinos el pasado mes de noviembre: “Nuestro compromiso en favor de Israel es absoluto y total”.


La visita de Condoleeza Rice a Madrid en mayo de 2007 rubricó la “reconciliación” entre el PSOE y EEUU y restauró un nuevo espíritu de colaboración también en la díscola Latinoamérica. El consenso de una política común frente a Cuba y Venezuela y en sostén de la dictadura colombiana se explica asimismo por la creciente recolonización económica española del “patio de atrás” estadounidense. La política del Gobierno Zapatero en Latinoamérica, en efecto, ha girado en torno a la defensa de los intereses de las empresas españolas, a despecho del perjuicio ocasionado a las poblaciones locales o incluso de los delitos cometidos, y esto según el principio expresado por el propio Moratinos el 10 de marzo de 2006 en el marco del contencioso entre Repsol y el Gobierno de Evo Morales: “No podemos aceptar que la imagen de una compañía española se vea afectada por este tipo de actitudes”. Más allá de los modales y los exabruptos, la polémica clausura de la reciente Cumbre Iberoamericana de Chile dejó clara la convergencia de intereses entre PP, PSOE y la corona española: los beneficios de Repsol, Unión Fenosa, Iberdrola, Banco de Santander, BBVA, etc., están por encima de los DD HH y de la rivalidad entre los partidos.


Añadamos a este cuadro la iniciativa que, desde mayo de 2006 y mediante el llamado Plan África, asocia la cooperación económica y militar en el continente africano a la contención de la inmigración. Los acuerdos con Senegal, Mauritania, Marruecos y Libia señalan hasta qué punto las relaciones españolas –y europeas– con nuestros empobrecidos vecinos pivotan en torno a la gestión a larga distancia y sin mancharse las manos del nuevo tráfico ‘negrero’. Se necesitaba toda la magia del prestidigitador para transformar al ciudadano sin transformar la política. El gran pase de manos que anuncia y desmiente la discontinuidad –entre el PSOE y el PP– se resume en la iniciativa astral de la política exterior de Zapatero: esa “alianza de civilizaciones” que conserva el fraudulento y teológico concepto de “civilización” como marco de explicación (para no tener que abordar las causas políticas y económicas de los conflictos) y que quiere hacer creer que cree que los pueblos masacrados aceptarán mejor los bombardeos y los saqueos si se los explicamos bien y deshacemos con buenas palabras la “ilusión” de su dolor y de su miseria. Y si encomendamos esta labor de hipnosis –claro– a los mismos dictadores aliados por mediación de los cuales privamos a medio mundo del derecho a una vida digna –cuando no de una vida a secas.

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