jueves, 6 de marzo de 2008

El otro monoteísmo criminal del puto pueblo elegido por el Señor de la Muerte



Los carniceros Olmert y Barak y la responsabilidad internacional


Michael Warchawski
Alternative Information Center
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


Más de cien habitantes de Gaza han muerto masacrados como consecuencia de los misiles y bombardeos de los últimos días, y la lista crece con cada hora que pasa. Ariel Sharon, en comparación con el equipo de asesinos Olmert-Barak, parece ahora un discípulo de Mahatma Gandhi: la masacre de Yenin, que en 2002 provocó una inmensa indignación internacional, causó muchas menos víctimas que la actual agresión israelí contra Gaza. Sin embargo, la reacción de ahora de la comunidad internacional es mucho más suave que hace seis años.


¿Por qué?


Esta pregunta debería estar en el núcleo de la reflexión del movimiento de solidaridad internacional y, más en general, de la resistencia global.


Los crímenes de guerra israelíes son sólo posibles porque en los últimos seis o siete años la comunidad internacional ha dejado completamente de presionar al gobierno israelí, es más, en realidad ha pasado a ayudarle. Esto no fue siempre así, al menos por parte de la mayoría de los gobiernos europeos, que solían oponerse a la estrategia de la “guerra global preventiva sin fin” de la administración neocon estadounidense, y defendían una estrategia de estabilidad global en vez de la política de caos global de Bush y su panda.


El aumento del neoconservadurismo europeo (el Presidente francés Sarkozy es un vivo ejemplo de este fenómeno) representa un nuevo desafío para el movimiento de solidaridad y, más en general, para el movimiento anti-globalización en todo el mundo: la estrategia de la guerra global ya no es un monopolio de la administración estadounidense (apoyada por unos cuantos países, como el Reino Unido), sino de la “comunidad internacional” como tal.


Este es, sin duda, un cambio que la Resistencia Global debería tomar en consideración de forma muy seria: hay una guerra mundial y todos formamos ahora parte de ella. Es una prioridad candente que trabajemos en aras de un movimiento internacional unido antibelicista que se enfrente a esa “comunidad internacional” alineada con la guerra global de Washington.


¿Qué tiene que ver todo esto con Gaza? Pues que Gaza es la primera línea de la resistencia a esa ofensiva. Si Gaza capitula, Washington y Tel Aviv se sentirán con las manos libres para lanzar un segundo ataque contra el Líbano y para atacar Irán. Saben bien que Gaza, el Líbano, Siria, Iraq y Afganistán son diferentes batallas de una misma guerra, y están concentrando sus fuerzas para conseguir que Gaza, su pueblo y sus elegidos dirigentes, se rindan. Comprenderlo así es algo que debería penetrar también en el movimiento global para poder llegar a una conclusión: los palestinos de Gaza están luchando no sólo por sus propios derechos y dignidad, sino por la libertad de todos los pueblos del mundo; están resistiendo frente a los dirigentes unidos del Imperio y su intento de transformar en esclavos a los pueblos de nuestro planeta, incluyendo las clases trabajadoras de las metrópolis industrializadas.


Nadie en nuestro campo, el campo de la resistencia mundial ante el Imperio, tiene derecho a escapar del deber de solidaridad total con la Resistencia de Gaza bajo el pretexto de que no le gustan los dirigentes que el pueblo palestino de Gaza ha elegido. Lo mismo debería decirse sobre el pueblo de Irán.


Como base de la campaña de solidaridad con Gaza, uno debe pedir un bloqueo contra Israel mientras no se levante el bloqueo contra Gaza. Un boicot económico, político y cultural hacia un Estado que se ha puesto a sí mismo, por sus crímenes de guerra, fuera del mundo civilizado: hasta que no acaben los sangrientos ataques contra Gaza y se levante el estado de sitio, el deber de la gente decente es decir, alto y claro: No queremos relaciones de ningún tipo con el Estado criminal de Israel.

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