¿Y es que no hubo democracia (partiendo del esquema occidental) antes de los 90 en África?
Cómo decir democracia en africano
Heriberto Feraudy Espino
Cubarte
A finales de marzo fui invitado a asistir a un Foro organizado por el senado mexicano con la participación del cuerpo diplomático africano acreditado en esa hermana nación. Al entrar al recinto donde se realizaría el evento, la sede de dicha entidad legislativa, en una de las paredes observé un gran letrero: “Tercera Mesa Redonda: “El largo camino de África hacia la democracia”. Era el título de los temas a exponer y debatir por los diplomáticos asistentes.
Me acerqué a dos de los presentes que resultaron ser un congolés y un saharaui y después de la correspondiente presentación; señalando al cartel les comenté a ambos ¿Qué se entenderá por democracia y cuándo habrá comenzado ese largo camino en África?
Los colegas me miraron y sonrieron comprendiendo el sentido de mi expresión.
Comenzó el Foro. Entre otras cosas se mencionó y el criterio; según el cual la transición hacia la democracia en África había comenzado en la década de los 90. ¡Qué barbaridad!
Nuevamente estaba ante la presencia de conceptos helenocentristas, eurocentristas, occidentalistas.
Hacía pocos días por pura casualidad había caído en mis manos un valioso libro donde el autor agudamente enjuiciaba estos límites europeizantes de la filosofía política en boga y señalaba “Todas comienzan siempre en Grecia. Cuando se habla de demo-cracia se olvida que demos significa en egipcio “aldea”; no es una palabra griega.
Y yo me preguntaba ¿Y es que no hubo democracia (partiendo del esquema occidental) antes de los 90 en África?
Recuerdo que después de la etapa pos colonialista, en la era de los 60 cuando en algunos países africanos particularmente en los llamados de La Línea del Frente se estableció el sistema de monopartidismo, los gobiernos de esos países surgidos por la independencia pronto fueron calificados de antidemocráticos y comunistas. No olvido la conversación sostenida en la casa de gobierno en Luanda, 1978, entre el entonces presidente Agostino Neto y el poeta Nicolás Guillén de la cual fui testigo excepcional. Acababa de concluir un gigantesco desfile concentración con motivo del tercer aniversario de la independencia de Angola. El presidente Neto con la voz lenta y sosegada que lo caracterizaba expresó: “¿Usted vio esa multitud de mujeres y hombres que desfilaron? esa es nuestra milicia, a eso en Europa y nuestros enemigos le llaman comunismo, si constituimos una Asamblea del Poder Popular, es comunismo, si adoptamos una Constitución popular es comunismo, si creamos nuestras fuerzas amadas populares, eso es comunismo". No le faltaba razón al prestigioso líder angolano, para Europa, Estados Unidos, y otros como ellos, en África no había democracia.
No había democracia en Zambia, Tanzania, Zimbabwe, Mozambique.
Con el tiempo pronto se impuso la presión y el poder de las transnacionales, los organismos financieros internacionales y el interés de las potencias capitalistas. Surgieron los nombrados Programas de Ajuste Estructural y así tuvo lugar la aparición del multipartidismo en África. Ni el unipartidismo ni el multipartidismo ni el llamado sufragio universal resolvieron los problemas del continente.
Mientras se debatía sobre estos temas venían a mi mente los sistemas de gobierno que tuvieron lugar muchos siglos antes de la aparición de los colonialistas en el África al sur del Sáhara. Por ejemplo; el imperio Yoruba en Nigeria donde cualquier funcionario incompetente que fallase en el cumplimiento de su gestión pagaba con su vida, algunos reyes se vieron obligados a suicidarse. Para gobernar los yoruba se apoyaban en un consejo de ancianos conocido como el Igbimio. Cada oficio, cada profesión tenía su propia organización y sus propios jefes a través de los cuales los miembros podían llegar al rey o este a ellos. El pueblo consideraba al gobierno como suyo. Esto no era “democracia”.
Otro caso era el de los Macua en Mozambique cuya organización política estaba constituida por un sistema sin Estado, toda vez que no existía un gobierno formal que alcanzara a toda la sociedad. Existían más bien dos especies de autoridad tradicional, una familiar-territorial, y otra, que era una especie de embrión estatal con su estructura. Es decir, una basada en el sistema de parentesco y otra en embrión de Estado.
Fue una sociedad donde imperaba la simple ley de la plena libertad, donde no existía diferencia de clases, donde los hombres creían tener un antepasado común y estaban conscientemente familiarizados entre sí, donde los fundamentos religiosos de cada uno eran iguales a los de sus semejantes, siendo absolutamente innecesaria la existencia de un jefe máximo. Una sociedad donde ningún hombre pretendía sobreponerse a los demás hasta porque ignoraba que podía hacerlo; donde nadie exhibía mayor riqueza porque la economía era comunitaria, donde nadie se abrogaba derechos ancestrales porque todos obedecían las costumbres del grupo social, donde no podían sobrevivir incidentes que exigieran la imposición de la fuerza, donde no se manifestaban muchas ansias individualistas porque la reacción comunitaria las tornaría insostenibles. Eso no era “democracia”.
Democracia no ha dejado de ser, al decir del inolvidable precursor Martin Luther King refiriéndose a los Estados Unidos: “En este país, la democracia ha sido una de las palabras más apaleadas de la historia”.
Por supuesto que en el referido evento no faltaron las voces dignas que tradujeran la verdadera historia. “La democracia no puede ser una prótesis para los pueblos africanos”. “Los pueblos no pueden ser gobernados sino a través de sus propias instituciones tradicionales, a través de su cultura”. Otra voz apuntó; “La democracia no se exporta”. “El desarrollo en África pasa por las instituciones endógenas”.
Nada, que aún muchos especialistas, funcionarios e investigadores siguen siendo víctimas del colonialismo mental. Se olvidan o ignoran que durante el siglo XVIII, el imperialismo europeo expandió un proyecto no sólo económico sino que con la ayuda de los filósofos de la ilustración impuso el proyecto de la llamada modernidad. Proyecto que contribuyó a la conformación de una separación mundial entre los occidentales o europeos (a la vez modernos y avanzados) y los otros, el resto de los pueblos y culturas del planeta (“atrasados” “inmorales” y “salvajes”).
Debemos revisar reflexivamente el arsenal conceptual y las prenociones a partir de los cuales se construyen los discursos referidos al África y estar atentos para evitar ser víctimas de interpretaciones que no hacen más que reproducir el discurso del poder hegemónico.
Como bien señalara un investigador mexicano que participó en la “mesa redonda”: “Descolonizar los esquemas mentales imbuidos de la violencia epistemológica colonial europea pasa también por: “Dejar de mirar a una Europa que habla simultáneamente del hombre a la vez que lo asesina en todas partes”. (Fanon, 1987).
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