Reflexiones sobre la investidura honoris causa de Richard Dawkins
Darwin, el Papa y la involución
Darwin, el Papa y la involución
El mundo ha experimentado grandes cambios en los últimos cien años. Algunos descubrimientos científicos, como el de la estructura y función del ADN, no sólo han tenido interesantes aplicaciones biomédicas, sino que han servido para consolidar una teoría, la de la evolución de las especies por selección natural, que arroja luz sobre la vida en general y la naturaleza humana en particular. Ya no hay razones para que ninguna persona culta ponga en duda la evolución. Y sin embargo, la cuestión, o sus connotaciones y derivaciones, sigue suscitando controversias.
El 22 de febrero de 1909 se celebró en la Universidad de Valencia un homenaje a Charles Darwin, siendo esta universidad la única de España en conmemorar el centenario del célebre naturalista.
Aquel acto contó con la presencia de varios importantes intelectuales de la época, entre ellos Don Miguel de Unamuno. [i] Un siglo más tarde, el año en que se celebra el bicentenario de Darwin y el sesquicentenario de la publicación del “Origen de las especies”, la Universidad de Valencia inviste doctor honoris causa al biólogo más brillante de nuestros días, elegido hace dos años como una de las cien personas más influyentes del mundo por la revista “Time”: Richard Dawkins. La titulación honoris causa es uno de esos galardones que, como los Premios Príncipe Felipe, parece más destinado a poner de relieve al organismo que lo otorga, y no a la persona que lo recibe. En efecto, más honor es para la Universidad de Valencia que Dawkins acuda a su paraninfo de lo que supone para él añadir una distinción más a su larga lista de premios y reconocimientos. Su libro “El gen egoísta” está considerado como la obra de divulgación científica más importante del siglo XX. Como dijo el Dr. Font en la laudatio: “El gen egoísta . . . es un libro imprescindible y tremendamente actual que . . . nos ofrece una forma revolucionaria de entender la selección natural darwiniana; . . .y su prosa es brillante, elocuente, cautivadora”. [ii]
El homenajeado dio una rueda de prensa antes del acto, y aprovechó para arremeter contra las recientes declaraciones del Papa acerca del uso del preservativo en África. Hizo también referencia a la investigación con células madres, al cambio climático y a su esperanza de que la ciencia siga avanzando en la comprensión de los misterios de la vida. Pero, salvo alguna notable excepción, lo que reflejaron los titulares de todos los periódicos fueron sus palabras críticas con Benedicto XVI (“. . . tilda al Papa de ignorante y corto”).
En nuestro país, donde el anticlericalismo goza de más adeptos que el amor a la ciencia, Dawkins es más conocido por su faceta ateísta que por sus aportaciones a la biología. Y es cierto que, en los últimos años, se ha volcado especialmente en luchar contra la irracionalidad en general y la religión en particular; “El espejismo de Dios”, publicado hace tres años, es un best-seller que ya se ha traducido a 45 idiomas. Ese es el tomo que más se veía entre los que habían traído un libro para que su autor lo firmase el pasado 31 de marzo.
Dentro del paraninfo, una vez iniciado ya el solemne acto, Dawkins fue más discreto. El elocuente discurso que pronunció ante un cuadro de la Virgen María, no contenía la palabra “Dios”, y no incluía ningún comentario que hubiera podido chirriar con la imagen del óleo o con el “amén” con el que había concluido el “Veni creator” interpretado por el Orfeón universitario. Su intervención fue una loa a la ciencia. [iii] En opinión de Dawkins, la ciencia puede darnos respuesta a casi todas las preguntas fundamentales; hay cuestiones profundas, como la consciencia, a la que aún no tenemos respuesta; pero si la respuesta existe, es la ciencia quien la encontrará. Subrayó que la ciencia es, como la música, un lenguaje universal que transciende las fronteras, y arremetió contra el “relativismo cultural” que iguala a “Don Quijote” con los culebrones televisivos. Citó a Carl Sagan, quien dijo una vez que “le parecía perverso no explicar la ciencia”. Y se dirigió a quienes aman la lengua y la literatura, proponiéndoles que no hay tema más noble para la escritura que el universo y su expansión, la inmensidad del tiempo y del espacio y la profunda complejidad de la vida que surge de la evolución.
Dawkins se ha jubilado recientemente de su cátedra de divulgación de la ciencia en la Universidad de Oxford, pero sigue activo defendiendo aquello en lo que cree, a través de la fundación que lleva su nombre [iv] y dando charlas allí donde haya gente dispuesta a oírlo. Dawkins es una de esas personas que disfrutan tanto hablándonos como disfrutamos nosotros escuchándolo. Es por tanto una pena que sólo haya podido dirigirse a poco más de un centenar de personas en la ciudad de Valencia. ¿No hubiera sido el Museo Príncipe Felipe un lugar adecuado para una conferencia con asistencia más masiva? La Ciudad de las Artes y las Ciencias podría ser algo más que un hermoso complejo arquitectónico fotografiado por los turistas; podría cumplir la función de acercar la ciencia a los ciudadanos, y qué mejor ocasión que la visita a Valencia de un científico de la talla de Dawkins. Pero no pudo ser. El director del Museo de la Ciencia, Manuel Toharia, se siente más cómodo dando sus propias charlas, por ejemplo en una cárcel de Ciudad Real, donde compartió sus dudas acerca del cambio climático. [v] Tal vez pensó que no era buena idea contratar a un orador a quien el público relaciona, sobre todo, con la campaña de los “autobuses ateos”, a los que la empresa municipal de transporte está poniendo muchas trabas en la ciudad del Turia.
“Gozaba con las polémicas, era un gran orador y tenía el arte de escribir con claridad y elegancia. Aparte de todo esto, estaba muy interesado en extender la educación entre el público.” [vi]
Estas líneas no se refieren a Richard Dawkins, sino a Thomas Henry Huxley, a quien en sus tiempos llamaban “el bulldog Darwin”. Ante el paralelismo entre ambos, no es de extrañar que a Dawkins le hayan puesto el sobrenombre de “rottweiler de Darwin”. De no haber sido por el apoyo que recibió de Huxley, quién sabe si Darwin habría llegado a publicar sus grandes obras. Huxley defendió incondicionalmente las tesis darwinianas luchando contra el creacionismo. Ha transcurrido más de un siglo desde entonces, y la Iglesia Anglicana ha pedido perdón a Darwin; pero la Iglesia Católica, que ha homenajeado recientemente con una misa a Galileo Galilei, en su día condenado por la Inquisición, aún se muestra ambigua con respecto a la evolución. El creacionismo, ahora llamado “diseño inteligente”, campa a sus anchas en EEUU y está experimentando un auge en Europa y en los países musulmanes. Richard Dawkins es, en nuestros días, tan necesario como lo fue Huxley en el siglo XIX. Han pasado cien años y no hemos evolucionado. Seguimos estando ante el abismo de una nueva edad de las tinieblas.
[i] http://historiadelamedicina.wordpress.com/2009/03/09/homenaje-a-darwin-de-los-estudiantes-de-medicina-de-valencia-1909-parte-14/
[ii] http://www.uv.es/~webuv/noticies/noticia.php?idnoticia=8057
[iii] http://www.youtube.com/watch?v=UcxjU2Ws0a8
[iv] http://www.richarddawkins.net/
[v] http://www.latribunadeciudadreal.net/noticia.cfm/Local/20090304/destino/humanidad/tambien/interesa/intramuros/CE62A3FB-1A64-968D-59C4AAF39FB8848A
[vi] “Cien años de evolución”, de George S.Carter
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