miércoles, 22 de abril de 2009

En el PUTO Reino de los Bribones borbónicos NUNCA se pudo ni se podrá respirar tanta DIGNIDAD

Y yo que me creía historiador…

Víctor Joaquín
Tribuna de La Habana


Y yo que me digo, sin alarde y con sano orgullo por su significado: soy historiador. Me satisface serlo, la verdad, junto a mi profesión de periodista. Amo aquellos temas plenos de heroicidad, esas batallas de la bondad contra la maldad, de la lealtad y la dignidad contra la traición. He escrito y me han publicado obras que los abordan desde mi corazón sin negar, claro está, las investigaciones. Incluso integro organizaciones relacionadas con la especialidad.

Ah, la vida es… la vida. Enseña a cada paso, sea tranco o tímido. Allá quien no asimile esa educación cotidiana, escapada de textos, de lo común, lo esperado. El marquito alrededor de las cosas y los hechos, el dogmatismo lesionador al destierro o usted no ve ni escucha lo necesario.

Comprenderá mejor estas palabras cuando le narre la enseñanza recibida gracias a mi pequeña Adriana. Oiga atentamente. Voy…

Mi nieta me pide que le cuente sobre aquel Primero de Enero vivido mucho más allá de las miradas. Feliz por su petición, intento complacerla.

Me embullo, voy más atrás: la pólvora del Moncada, Frank, el 30 de Noviembre, el arribo del Granma… y sigo hacia delante: son muchas las proezas.

Mas en un respiro:

Sí, abuelo, pero no me dijiste que en el Granma venían Carlos Manuel de Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez, Martí, junto a Fidel. ¡Cómo tú no sabes eso tan grande como estás! Dime todo, papito.

Perplejo, trato de interpretar sus frases; todavía no la entiendo.

–¡Muchacha…! Mira…

Vuelve a la carga:

–Todos ellos entraron con los barbudos en La Habana; tú tienes que haberlos visto. A ver, dime, abue… No te quedes callado que eso es muy bonito. Cuenta, cuenta, no te pares: quiero oírlo

Sonríe. Las pecas de la cara se amplían. Atino a acariciarle la cabeza mientras en mis ojos intenta asomarse un manantial.

Ella sigue a la ofensiva:

–Hice este dibujo…

Levanta cual bandera una blanca cuartilla donde vibran los colores.

–La seño me lo felicitó en cuanto se lo enseñé. ¿Te gusta?

Gozo con su sonrisa. Le miro a los ojos. Observo el papel. Una caballería mambisa al ataque, los machetes en alto: su Martí en un caballo blanco, su Maceo monta uno azul, el de Gómez es verde. Y ¡está Fidel sobre un rojo corcel de batalla!

–¿Qué te parece, abuelo?

Desde el rostro de mi niña, un arco iris me dice tanto. Hacia ella. La abrazo, beso su mejilla y, sin soltar una palabra, le agradezco la lección de historia que me ha dado.


No hay comentarios: