José Carlos Bermejo Barrera
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El origen de la familia, la propiedad privada y el estado: una nueva visión
A la memoria de las putas
Es una opinión comúnmente admitida que el oficio más antiguo del mundo fue la prostitución.y si es una opinión comúnmente admitida es que debe ser cierta, porque en las sociedades democráticas, como la nuestra, siempre es verdad lo que piensa la mayoría.
Partiendo pues de este hecho comúnmente admitido, me propongo desarrollar una ficción heurística (tal y como dirían los filósofos), o un experimento mental (tal y como dirían los físicos teóricos) en el que intentaré seguir los pasos de ilustres predecesores en el campo de la historia del pensamiento humano, como lo fueron Thomas Hobbes o Jean-Jacques Rousseau.
Siguiendo sus pasos, y los del maestro Inmanuel Kant, haré una reconstrucción racional de la historia de la humanidad, en la que el papel que se le concede a la conjetura no se ha de interpretar como un cierto gusto o inclinación por los desahogos de la imaginación, sino como una forma de llegar a comprender aquello que nunca se podrá saber, lo que constituye el objeto fundamental de la ciencia de la historia.
Tal y como señalaban mis ilustres predecesores, la historia de la humanidad tuvo su comienzo en unos bosques por donde andaba la gente, no se sabe si herborizando y recogiendo plantas para hacer una colección, tal y como hacía Rousseau, o bien para intentar robar a algún caminante despistado, indefenso y torpe.
Bueno, pues en esos bosques no es cierto que anduviesen unos hombres, que, según decía Hobbes, llevaban una vida corta, brutal, pobre y triste, que decidieron ponerse de acuerdo un día para elegir un rey y de este modo establecer las garantías legales que permitiesen que la vida fuese segura y cada uno pudiese tener su parcela de tierra (gracias a la protección del poder real), naciendo de este modo lo que iban a ser los estados modernos. Ni tampoco lo es que otros hombres, paseantes solitarios, decidieran ponerse un día de acuerdo para hablarse, llegar a acuerdos y reconocerse mutuamente cada uno sus derechos, a la vez que iban vallando sus parcelas y construyendo sus casas, tal y como gustaba de imaginar Rousseau.
Por el contrario, lo que ocurrió fue mucho más complejo, si tenemos en cuenta el peso de la opinión pública, que en este caso será nuestra principal garantía de veracidad. Estoy dispuesto a aceptar, como investigador histórico, que la prostitución podría ser un oficio muy antiguo, pero, en honor a la verdad, creo que como científicos deberíamos admitir que el oficio más antiguo de la humanidad no es el de puta, sino el de putero, o varón que, como suele decirse técnicamente, decide irse de putas.
Ello es así porque para irse de putas primero hay que tener dinero, y para tener dinero sólo se pueden hacer dos cosas: o bien trabajar, lo que garantiza que se tendrá dinero pero poco, o bien robar, lo que garantiza que se podrá tener mucho.
Como en los bosques primigenios que cubrían la Tierra, cuando nuestro planeta era virgen y estaba todavía poco contaminado, vagaban las putas (no me pregunten de dónde habían salido, pues esto sería salirse de las sólidas bases de la observación histórica y entrar en los desvaríos de la teoría), los puteros, que también vagaban, decidieron que tendrían que buscar algo con lo que pagarles, y por ello se pusieron a cazar e inventaron consecuentemente armas y herramientas, que dieron origen al nacimiento de la tecnología.
Los puteros sabían que a las putas tenían que pagarles, aunque no existía el lenguaje (que se desarrolló después, cuando las fuerzas tecnológico-productivas alcanzaron un mayor nivel de desarrollo), porque ello iba implícito en la definición, ya que si no tuviesen que pagarles no serían putas.
De todos modos, cuando los puteros comenzaron a irse de putas sólos o en grupo (lo de ir en grupo les daba mucha alegría y les hacía sentirse muy superiores) comenzaron a utilizar sus primitivos instrumentos de crédito, que podían consistir en alimentos, ropas o abalorios, todos ellos productos del ingenio y el esfuerzo humanos, cuyo fin principal, además de garantizarse la mera supervivencia, consiste siempre en que los hombres se crean importantes por todo aquello que tienen y pueden exhibir como muestra de su virilidad.
Así fue como las putas y los puteros, mediante el primer modelo de contrato social, dieron el primer paso en el desarrollo de la historia de la humanidad. Una vez iniciada así nuestra historia todo fue un camino en la búsqueda del progreso. Como los puteros querían cada vez copular con más putas empezaron a competir entre sí. Y de este noble arte de la emulación surgieron cuantiosos beneficios, puesto que las armas, herramientas y abalorios se hacían cada vez mejores y más atractivos a la vista. Y eso a pesar de que en esta época la humanidad aún no se había hecho sedentaria.
La humanidad comenzó a hacerse sedentaria después de que se produjese un hecho capital para su futuro, como fue la invención del lenguaje. ¿Por qué se inventó el lenguaje? ¿Y quién lo hizo? El lenguaje lo inventaron los puteros porque se dieron cuenta de que las putas les salían muy caras y su uso les exigía cada día más esfuerzo. Un día a todos se les ocurrió a la vez que tenían que hablar (tampoco me pregunten cómo fue posible, ya que la misión del historiador es describir los hechos que ve y no ceder a vanas conjeturas), con el fin de convencer a la putas de que se acostasen con ellos gratis. Así nació una forma de hablar que se conoce técnicamente con el nombre de enrrollarse o dar el rollo. Las putas, que entonces eran muy ingenuas, no se dieron cuentan de que si escuchaban a los puteros estaban perdidas, puesto que éstos las iban a enrrollar y entonces iban a caer en su poder. Y así fue.
Los puteros, que habían comenzado a dividirse el trabajo con el fin de tener cada vez más bienes, decidieron también que las frases de su lenguaje también debían tener partes, y así nacieron las partes de la oración. En todas las oraciones gramaticales además se estableció que debía haber un sujeto, que sería el que iba a mandar, y del que siempre se suponía que tenía que ir en masculino, o putero.
Las putas quedaron así hechizadas por el lenguaje de los puteros. Y éstos, para ahorrar más instrumentos de crédito (entonces no existía el dinero) decidieron meter a las putas en unos sitios nuevos, a los que llamaron casas, y que en principio fueron evidentemente casas de putas. Las putas estaban encerradas en sus casas, sólas o acompañadas. Ellas no sabían hablar, sino sólo escuchar lo que les decían los puteros. Pero un día tuvo lugar un acontecimiento extraordinario. A todas las putas se les ocurrió a la vez (vuelvo a insistir en que esto es un hecho y que no se deben conjeturar sus causas, puesto que como dijo una vez Isaac Newton: hipotheses non fingo, frase con la que nació la ciencia moderna, también llamada mecánica celeste) inventar las ventanas.
Las putas no inventaron las ventanas para que entrase la luz en las casas de putas, puesto que en esas casas parece seguir habiendo un cierto gusto por la intimidad y los ambientes crepusculares, sino para hablar unas con otras de sus cosas. Los puteros, el día que se dieron cuenta que las putas podían hablar dijeron que eso que ellas hacían no era hablar, sino sólo cotillear, que es lo único que saben hacer las mujeres y las putas, y por eso no le dieron mayor importancia. Con ello dieron una gran muestra de ingenuidad, puesto que si las putas se podían poner de acuerdo y seguían haciendo ventanas, el dominio de los puteros podría ponerse en peligro.
Y así fue. Las putas se pusieron de acuerdo y se volvieron a los bosques. Además decidieron también que, como no querían aguantar a los hijos de puta, abandonarían a sus hijos al cuidado de los animales, y solo criarían nuevas putas. Algunos de estos niños abandonados en el bosque luego se hicieron muy famosos, como Rómulo y Remo, Gárgoris, un niño salvaje que además era español, Sargón, que luego fue rey de Acad, y Moisés, que fundó una religión muy importante que se llamó el judaismo. De modo que algunos historiadores han llegado a afirmar que todas las grandes culturas fueron siempre creadas por unos hijos de puta.
Los puteros tuvieron que ponerse serios y decidieron que habría que poner fin a estos extravagantes caprichos de las putas. Por esa razón, y una vez que ya habían inventado la economía y la tecnología, junto con la propiedad de la tierra y los bienes inmuebles, pues si no no hubiesen podido llevar las casas de putas al registro de la propiedad, quedándose consecuentemente sin ellas, decidieron inventar el Estado y la Familia, que son dos cosas muy importantes.
Todo el mundo tenía la manía de andar poniendo vallas por todas partes y llevando al registro de la propiedad sus parcelas, razón por la cual suele decirse que la profesión de registrador de la propiedad es casi tan antigua como la profesión de puta. Pero eso daba lugar a muchas disputas por el conocido tema de quítame allá estas vallas. Se puede comprender que entonces se hizo necesario crear un órgano superior al registro de la propiedad, que fuese garante de los bienes y la seguridad de todos, y así nació el Estado.
Cuando los puteros inventaron el Estado se dieron cuenta de que, además de poner todas las parcelas en común debían también usar mancomunadamente la violencia, y por eso crearon los ejércitos, que eran grupos de puteros que actuaban violentamente de forma coordinada.
Los puteros del neo(PO)lítico (se llaman así porque ya entonces se había producido la división del trabajo y de las partes de la oración), decidieron volver a los bosques a capturar a las putas, siguiendo así esa antigua costumbre, tan del gusto de algunos grupos de soldados, de irse de putas en grupo.
Las putas fueron capturadas y raptadas, un episodio que quedó inmortalizado en la historia de Roma con el tema del Rapto de las Sabinas, que luego tuvo mucha aceptación en la Historia del Arte, sobre todo porque en otras épocas más pudibundas los pintores podían pintar así mujeres medio desnudas. Pero surgió un problema.
No se les podía prohibir a las mujeres que hablasen, porque como tenían que ir a coger agua a la fuente e ir de compras, siempre se quedaban por ahí cotilleando y llegando luego tarde a su casa de putas. Para poner fin a este problema los puteros decidieron inventar el matrimonio. Al inventarse el matrimonio los puteros decidieron que como la palabra matrimonio derivaba de la palabra madre, a partir de entonces había que empezar a decir que todas las mujeres eran unas putas, menos mi madre, una frase que luego quedó consagrada por el uso en la historia de la humanidad.
De este modo las mujeres se dividieron en dos: a) –las que no eran putas, porque eran (como) mi madre, y b) –todas las demás. Pero se planteó un problema.
Como los puteros eran cada vez más ricos se dieron cuenta que al morir sus bienes se los iba a quedar el Estado, que era un desarrollo del registro de la propiedad, y por eso decidieron inventar la herencia.
Con la herencia los bienes del putero, que ahora pasó a llamarse en latín pater familias (se le llamaba así en latín porque quedaba más técnico, y ya se sabe que la tecnología siempre fue muy importante), los hijos varones pasaron a quedarse sus propiedades a la muerte del padre. Pero claro, ¿cómo podía un padre dejar su herencia a unos hijos de puta? No podía ser, y por eso los puteros decidieron en una asamblea constituyente que se realizó en el foro de la ciudad (o plaza pública) que además de las madres, las mujeres legitímas tampoco deberían ser llamadas putas. No porque no lo fuesen, que esto era una duda que siempre les quedaba (por eso también decían en latín, porque quedaba más técnico: pater semper incertus es) sino porque uno no le va a dejar su herencia a unos hijos de puta.
Esta reunión en el foro fue muy imponente y hoy en día es conocida en la historiografía con el nombre de Foro de las familias. A partir del día de su celebración las mujeres se divieron en putas y mujeres decentes, que eran sólo las madres y las esposas de los puteros, que decidieron cambiar su nombre por el de hombres o varones. Pudieron hacer el cambio porque al fin y al cabo ellos eran los que habían inventado el lenguaje.
De la instauración de la familia, la propiedad privada y el estado se han derivado los mayores beneficios para la historia de la humanidad. Piénsese que si no hubiese estado no se podría estudiar la carrera de Derecho y no habría abogados, ni políticos, si no existiese la propiedad no podría haber empresarios y entonces no se desarrollaría la tecnología, volviendo a caer la humanidad en su estado de barbarie primigenia y teniendo que volver a los bosques. Lo que sería un problema, sobre todo porque cada vez quedan menos bosques, y no por otra razón. Y desde luego si no hubiese familia entonces no había ginecólogos, que son los médicos que se ocupan de las enfermedades de la mujer, y por eso se llaman así. Durante algún tiempo se pensó que los ginecólogos se llamaban así porque los primeros ginecólogos debían ser de Ginebra, como Rousseau, que vivía en las ciudades antes de pasear por los bosques, pero esta conjetura etimológica hoy no se considera acertada.
A los ginecólogos antes se les llamaba tocólogos porque eran los médicos que atendían los partos, y eran muy importantes para garantizarle a los maridos que sus mujeres sólo producían hijos legítimos, y no hijos de puta, en la medida en que eso se pudiese decir con certeza.
Naturalmente siguió habiendo hijos de puta, y también putas. Había putas porque se decía que eran necesarias, aunque si tenían hijos era su problema, porque sólo eran hijos de puta.
Las putas desempeñaron un papel muy importante en la historia de la humanidad, aunque se decidió hablar poco de ellas, porque los que hablaban siempre eran hombres y las putas sólo sabían cotillerar. Las putas fueron compradas, vendidas y explotadas en la Antigüedad por los traficantes de esclavos, y aún lo continúan siendo en la actualidad. Toleradas y protegidas por la Iglesia Católica, que durante siglos tuvo el monopolio de las casas de putas, tuviesen ventanas o no. Los clérigos explotaban a las putas y las redimían luego en conventos, además de utilizarlas también. En la Roma del Siglo XVI y bajo el dominio del Papa llegó a haber una puta por cada cuatro habitantes, mayoritariamente eclesiáticos.
Pero las putas tenían sus santas, sus fiestas y un cierto reconocimiento, que derivaba de la idea de que eran un mal necesario, un aliviadero para encauzar la violencia masculina y evitar la vuelta a la violencia originaria y el retorno a los bosques, que ya no había.
Hoy en día sigue habiendo muchas putas (el buscador Google en español da hoy, día 13 de febrero de 2008, 755.000 páginas). Se siguen comprando, vendiendo explotando y maltratando, y quizás en recuerdo de toda esta historia que acabo de contar que está avalada por los métodos de la investigación histórica, y comenzaba antes de la existencia del dinero, cada vez se les paga más a crédito o con tarjetas, estando también muy clara su vinculación con el Estado (como cuando políticos españoles, aprovechando sus viajes a Rusia se van de putas al Club Rasputín y pagan con las tarjetas oficiales); y con la investigación tecnológica y científica, cuando se descubren ejecutivos de grandes multinacionales de la tecnología que las siguen incluyendo en sus cuentas de gastos.
Todo esto se hubiese podido evitar si las mujeres no hubiesen cometido el error de creer que el acostarse con los hombres les iba a salir a ellas gratis.
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