Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
jueves, 26 de noviembre de 2009
¿Es divertido el Puto Pornocapital tanatocrático?
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
De cómo al mirarnos en el espejo de la Otredad se nos devuelve la Puta y Real realidad de este Reino FrancoBourbónico de los Bribones
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martes, 24 de noviembre de 2009
La prostitución como seña de identidad del Pornocapital euroPEO
Prostituirse para estudiar, una tendencia que crece en Europa
Un Puto cuento que va más acá de Engels y con mucho Marx ingenio histórico
El origen de la familia, la propiedad privada y el estado: una nueva visión
Partiendo pues de este hecho comúnmente admitido, me propongo desarrollar una ficción heurística (tal y como dirían los filósofos), o un experimento mental (tal y como dirían los físicos teóricos) en el que intentaré seguir los pasos de ilustres predecesores en el campo de la historia del pensamiento humano, como lo fueron Thomas Hobbes o Jean-Jacques Rousseau.
Siguiendo sus pasos, y los del maestro Inmanuel Kant, haré una reconstrucción racional de la historia de la humanidad, en la que el papel que se le concede a la conjetura no se ha de interpretar como un cierto gusto o inclinación por los desahogos de la imaginación, sino como una forma de llegar a comprender aquello que nunca se podrá saber, lo que constituye el objeto fundamental de la ciencia de la historia.
Tal y como señalaban mis ilustres predecesores, la historia de la humanidad tuvo su comienzo en unos bosques por donde andaba la gente, no se sabe si herborizando y recogiendo plantas para hacer una colección, tal y como hacía Rousseau, o bien para intentar robar a algún caminante despistado, indefenso y torpe.
Bueno, pues en esos bosques no es cierto que anduviesen unos hombres, que, según decía Hobbes, llevaban una vida corta, brutal, pobre y triste, que decidieron ponerse de acuerdo un día para elegir un rey y de este modo establecer las garantías legales que permitiesen que la vida fuese segura y cada uno pudiese tener su parcela de tierra (gracias a la protección del poder real), naciendo de este modo lo que iban a ser los estados modernos. Ni tampoco lo es que otros hombres, paseantes solitarios, decidieran ponerse un día de acuerdo para hablarse, llegar a acuerdos y reconocerse mutuamente cada uno sus derechos, a la vez que iban vallando sus parcelas y construyendo sus casas, tal y como gustaba de imaginar Rousseau.
Por el contrario, lo que ocurrió fue mucho más complejo, si tenemos en cuenta el peso de la opinión pública, que en este caso será nuestra principal garantía de veracidad. Estoy dispuesto a aceptar, como investigador histórico, que la prostitución podría ser un oficio muy antiguo, pero, en honor a la verdad, creo que como científicos deberíamos admitir que el oficio más antiguo de la humanidad no es el de puta, sino el de putero, o varón que, como suele decirse técnicamente, decide irse de putas.
Ello es así porque para irse de putas primero hay que tener dinero, y para tener dinero sólo se pueden hacer dos cosas: o bien trabajar, lo que garantiza que se tendrá dinero pero poco, o bien robar, lo que garantiza que se podrá tener mucho.
Como en los bosques primigenios que cubrían la Tierra, cuando nuestro planeta era virgen y estaba todavía poco contaminado, vagaban las putas (no me pregunten de dónde habían salido, pues esto sería salirse de las sólidas bases de la observación histórica y entrar en los desvaríos de la teoría), los puteros, que también vagaban, decidieron que tendrían que buscar algo con lo que pagarles, y por ello se pusieron a cazar e inventaron consecuentemente armas y herramientas, que dieron origen al nacimiento de la tecnología.
Los puteros sabían que a las putas tenían que pagarles, aunque no existía el lenguaje (que se desarrolló después, cuando las fuerzas tecnológico-productivas alcanzaron un mayor nivel de desarrollo), porque ello iba implícito en la definición, ya que si no tuviesen que pagarles no serían putas.
De todos modos, cuando los puteros comenzaron a irse de putas sólos o en grupo (lo de ir en grupo les daba mucha alegría y les hacía sentirse muy superiores) comenzaron a utilizar sus primitivos instrumentos de crédito, que podían consistir en alimentos, ropas o abalorios, todos ellos productos del ingenio y el esfuerzo humanos, cuyo fin principal, además de garantizarse la mera supervivencia, consiste siempre en que los hombres se crean importantes por todo aquello que tienen y pueden exhibir como muestra de su virilidad.
Así fue como las putas y los puteros, mediante el primer modelo de contrato social, dieron el primer paso en el desarrollo de la historia de la humanidad. Una vez iniciada así nuestra historia todo fue un camino en la búsqueda del progreso. Como los puteros querían cada vez copular con más putas empezaron a competir entre sí. Y de este noble arte de la emulación surgieron cuantiosos beneficios, puesto que las armas, herramientas y abalorios se hacían cada vez mejores y más atractivos a la vista. Y eso a pesar de que en esta época la humanidad aún no se había hecho sedentaria.
La humanidad comenzó a hacerse sedentaria después de que se produjese un hecho capital para su futuro, como fue la invención del lenguaje. ¿Por qué se inventó el lenguaje? ¿Y quién lo hizo? El lenguaje lo inventaron los puteros porque se dieron cuenta de que las putas les salían muy caras y su uso les exigía cada día más esfuerzo. Un día a todos se les ocurrió a la vez que tenían que hablar (tampoco me pregunten cómo fue posible, ya que la misión del historiador es describir los hechos que ve y no ceder a vanas conjeturas), con el fin de convencer a la putas de que se acostasen con ellos gratis. Así nació una forma de hablar que se conoce técnicamente con el nombre de enrrollarse o dar el rollo. Las putas, que entonces eran muy ingenuas, no se dieron cuentan de que si escuchaban a los puteros estaban perdidas, puesto que éstos las iban a enrrollar y entonces iban a caer en su poder. Y así fue.
Los puteros, que habían comenzado a dividirse el trabajo con el fin de tener cada vez más bienes, decidieron también que las frases de su lenguaje también debían tener partes, y así nacieron las partes de la oración. En todas las oraciones gramaticales además se estableció que debía haber un sujeto, que sería el que iba a mandar, y del que siempre se suponía que tenía que ir en masculino, o putero.
Las putas quedaron así hechizadas por el lenguaje de los puteros. Y éstos, para ahorrar más instrumentos de crédito (entonces no existía el dinero) decidieron meter a las putas en unos sitios nuevos, a los que llamaron casas, y que en principio fueron evidentemente casas de putas. Las putas estaban encerradas en sus casas, sólas o acompañadas. Ellas no sabían hablar, sino sólo escuchar lo que les decían los puteros. Pero un día tuvo lugar un acontecimiento extraordinario. A todas las putas se les ocurrió a la vez (vuelvo a insistir en que esto es un hecho y que no se deben conjeturar sus causas, puesto que como dijo una vez Isaac Newton: hipotheses non fingo, frase con la que nació la ciencia moderna, también llamada mecánica celeste) inventar las ventanas.
Las putas no inventaron las ventanas para que entrase la luz en las casas de putas, puesto que en esas casas parece seguir habiendo un cierto gusto por la intimidad y los ambientes crepusculares, sino para hablar unas con otras de sus cosas. Los puteros, el día que se dieron cuenta que las putas podían hablar dijeron que eso que ellas hacían no era hablar, sino sólo cotillear, que es lo único que saben hacer las mujeres y las putas, y por eso no le dieron mayor importancia. Con ello dieron una gran muestra de ingenuidad, puesto que si las putas se podían poner de acuerdo y seguían haciendo ventanas, el dominio de los puteros podría ponerse en peligro.
Y así fue. Las putas se pusieron de acuerdo y se volvieron a los bosques. Además decidieron también que, como no querían aguantar a los hijos de puta, abandonarían a sus hijos al cuidado de los animales, y solo criarían nuevas putas. Algunos de estos niños abandonados en el bosque luego se hicieron muy famosos, como Rómulo y Remo, Gárgoris, un niño salvaje que además era español, Sargón, que luego fue rey de Acad, y Moisés, que fundó una religión muy importante que se llamó el judaismo. De modo que algunos historiadores han llegado a afirmar que todas las grandes culturas fueron siempre creadas por unos hijos de puta.
Los puteros tuvieron que ponerse serios y decidieron que habría que poner fin a estos extravagantes caprichos de las putas. Por esa razón, y una vez que ya habían inventado la economía y la tecnología, junto con la propiedad de la tierra y los bienes inmuebles, pues si no no hubiesen podido llevar las casas de putas al registro de la propiedad, quedándose consecuentemente sin ellas, decidieron inventar el Estado y la Familia, que son dos cosas muy importantes.
Todo el mundo tenía la manía de andar poniendo vallas por todas partes y llevando al registro de la propiedad sus parcelas, razón por la cual suele decirse que la profesión de registrador de la propiedad es casi tan antigua como la profesión de puta. Pero eso daba lugar a muchas disputas por el conocido tema de quítame allá estas vallas. Se puede comprender que entonces se hizo necesario crear un órgano superior al registro de la propiedad, que fuese garante de los bienes y la seguridad de todos, y así nació el Estado.
Cuando los puteros inventaron el Estado se dieron cuenta de que, además de poner todas las parcelas en común debían también usar mancomunadamente la violencia, y por eso crearon los ejércitos, que eran grupos de puteros que actuaban violentamente de forma coordinada.
Los puteros del neo(PO)lítico (se llaman así porque ya entonces se había producido la división del trabajo y de las partes de la oración), decidieron volver a los bosques a capturar a las putas, siguiendo así esa antigua costumbre, tan del gusto de algunos grupos de soldados, de irse de putas en grupo.
Las putas fueron capturadas y raptadas, un episodio que quedó inmortalizado en la historia de Roma con el tema del Rapto de las Sabinas, que luego tuvo mucha aceptación en la Historia del Arte, sobre todo porque en otras épocas más pudibundas los pintores podían pintar así mujeres medio desnudas. Pero surgió un problema.
No se les podía prohibir a las mujeres que hablasen, porque como tenían que ir a coger agua a la fuente e ir de compras, siempre se quedaban por ahí cotilleando y llegando luego tarde a su casa de putas. Para poner fin a este problema los puteros decidieron inventar el matrimonio. Al inventarse el matrimonio los puteros decidieron que como la palabra matrimonio derivaba de la palabra madre, a partir de entonces había que empezar a decir que todas las mujeres eran unas putas, menos mi madre, una frase que luego quedó consagrada por el uso en la historia de la humanidad.
De este modo las mujeres se dividieron en dos: a) –las que no eran putas, porque eran (como) mi madre, y b) –todas las demás. Pero se planteó un problema.
Como los puteros eran cada vez más ricos se dieron cuenta que al morir sus bienes se los iba a quedar el Estado, que era un desarrollo del registro de la propiedad, y por eso decidieron inventar la herencia.
Con la herencia los bienes del putero, que ahora pasó a llamarse en latín pater familias (se le llamaba así en latín porque quedaba más técnico, y ya se sabe que la tecnología siempre fue muy importante), los hijos varones pasaron a quedarse sus propiedades a la muerte del padre. Pero claro, ¿cómo podía un padre dejar su herencia a unos hijos de puta? No podía ser, y por eso los puteros decidieron en una asamblea constituyente que se realizó en el foro de la ciudad (o plaza pública) que además de las madres, las mujeres legitímas tampoco deberían ser llamadas putas. No porque no lo fuesen, que esto era una duda que siempre les quedaba (por eso también decían en latín, porque quedaba más técnico: pater semper incertus es) sino porque uno no le va a dejar su herencia a unos hijos de puta.
Esta reunión en el foro fue muy imponente y hoy en día es conocida en la historiografía con el nombre de Foro de las familias. A partir del día de su celebración las mujeres se divieron en putas y mujeres decentes, que eran sólo las madres y las esposas de los puteros, que decidieron cambiar su nombre por el de hombres o varones. Pudieron hacer el cambio porque al fin y al cabo ellos eran los que habían inventado el lenguaje.
De la instauración de la familia, la propiedad privada y el estado se han derivado los mayores beneficios para la historia de la humanidad. Piénsese que si no hubiese estado no se podría estudiar la carrera de Derecho y no habría abogados, ni políticos, si no existiese la propiedad no podría haber empresarios y entonces no se desarrollaría la tecnología, volviendo a caer la humanidad en su estado de barbarie primigenia y teniendo que volver a los bosques. Lo que sería un problema, sobre todo porque cada vez quedan menos bosques, y no por otra razón. Y desde luego si no hubiese familia entonces no había ginecólogos, que son los médicos que se ocupan de las enfermedades de la mujer, y por eso se llaman así. Durante algún tiempo se pensó que los ginecólogos se llamaban así porque los primeros ginecólogos debían ser de Ginebra, como Rousseau, que vivía en las ciudades antes de pasear por los bosques, pero esta conjetura etimológica hoy no se considera acertada.
A los ginecólogos antes se les llamaba tocólogos porque eran los médicos que atendían los partos, y eran muy importantes para garantizarle a los maridos que sus mujeres sólo producían hijos legítimos, y no hijos de puta, en la medida en que eso se pudiese decir con certeza.
Naturalmente siguió habiendo hijos de puta, y también putas. Había putas porque se decía que eran necesarias, aunque si tenían hijos era su problema, porque sólo eran hijos de puta.
Las putas desempeñaron un papel muy importante en la historia de la humanidad, aunque se decidió hablar poco de ellas, porque los que hablaban siempre eran hombres y las putas sólo sabían cotillerar. Las putas fueron compradas, vendidas y explotadas en la Antigüedad por los traficantes de esclavos, y aún lo continúan siendo en la actualidad. Toleradas y protegidas por la Iglesia Católica, que durante siglos tuvo el monopolio de las casas de putas, tuviesen ventanas o no. Los clérigos explotaban a las putas y las redimían luego en conventos, además de utilizarlas también. En la Roma del Siglo XVI y bajo el dominio del Papa llegó a haber una puta por cada cuatro habitantes, mayoritariamente eclesiáticos.
Pero las putas tenían sus santas, sus fiestas y un cierto reconocimiento, que derivaba de la idea de que eran un mal necesario, un aliviadero para encauzar la violencia masculina y evitar la vuelta a la violencia originaria y el retorno a los bosques, que ya no había.
Hoy en día sigue habiendo muchas putas (el buscador Google en español da hoy, día 13 de febrero de 2008, 755.000 páginas). Se siguen comprando, vendiendo explotando y maltratando, y quizás en recuerdo de toda esta historia que acabo de contar que está avalada por los métodos de la investigación histórica, y comenzaba antes de la existencia del dinero, cada vez se les paga más a crédito o con tarjetas, estando también muy clara su vinculación con el Estado (como cuando políticos españoles, aprovechando sus viajes a Rusia se van de putas al Club Rasputín y pagan con las tarjetas oficiales); y con la investigación tecnológica y científica, cuando se descubren ejecutivos de grandes multinacionales de la tecnología que las siguen incluyendo en sus cuentas de gastos.
Todo esto se hubiese podido evitar si las mujeres no hubiesen cometido el error de creer que el acostarse con los hombres les iba a salir a ellas gratis.
domingo, 22 de noviembre de 2009
¿Quién clama por la Puta Guerra entre hermanos indiolatinoamericanos?
La Revolución Bolivariana y la paz
Conozco bien a Chávez; nadie como él sería más renuente a derramar la sangre entre venezolanos y colombianos, dos pueblos tan hermanos como los cubanos que viven en el este, el centro y el extremo oeste de nuestra Isla. No tengo otra forma de expresar el grado de hermandad que existe entre venezolanos y colombianos.
Chávez es un verdadero revolucionario, pensador profundo, sincero, valiente e incansable trabajador. No llegó al poder mediante un golpe de Estado. Se sublevó contra la represión y el genocidio de los gobiernos neoliberales que entregaron los enormes recursos naturales de su país a Estados Unidos. Sufrió prisión, maduró y desarrolló sus ideas. No llegó al poder a través de las armas a pesar de su origen militar.
Noviembre 18 de 2009
¿Quiénes son más piratas en la Puta criminalidad del pornocapital tanatocrático?
Rebelión 22/11/09
Los sucesivos secuestros de los buques atuneros Playa de Bakio y Alakrana han puesto en el primer plano de la agenda mediática y política la cuestión de la piratería en las costas del océano Índico. Como no podría ser de otro modo en la interminable reyerta a cara de perro que es la vida pública española, el debate ha estado mucho más orientado a desgastar al adversario que a esclarecer el problema y contribuir efectivamente a su resolución. Algo que debería ser prioritario respecto a la trifulca parlamentaria, si tenemos en cuenta que decenas de buques pesqueros españoles siguen en la zona, exponiendo a un riesgo inaceptable la vida de sus tripulaciones, y obligando al Estado a mantener un amplio dispositivo militar en la zona (y a asumir parte del coste del despliegue de fuerzas de seguridad privada), de cuya eficacia existen motivos más que suficientes para dudar. Afortunadamente, los secuestros del Playa de Bakio y el Alakrana se han saldado sin heridos ni muertos, pero... ¿es prudente dar por sentado que seguirá siendo así, mientras se suceden los secuestros en la zona (uno cada tres o cuatro días como promedio), de buques cada vez más grandes (incluyendo petroleros, cargueros de armas o buques de pasajeros), a cada vez mayor distancia de la costa, y parte de ellos con bajas entre rehenes, piratas y soldados?
Reincidiendo en el paisaje habitual de esta segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, en este asunto de los piratas la acción del gobierno socialista ha sido negligente; la crítica de la oposición conservadora, destructiva; la información de los medios corporativos, sensacionalista, y la reacción de la ciudadanía (con la lógica excepción de las familias y el entorno personal y profesional de los rehenes), indolente. En medio de este desazonante paisaje de mediocridad, la única buena noticia, además de la misma liberación y retorno a casa de los secuestrados, es el inicio de actuaciones por parte del juez Santiago Pedraz, de la Audiencia Nacional, para esclarecer el verdadero meollo oculto de esta cuestión: las tramas jurídico-financieras que componen la lucrativa retaguardia del negocio de la piratería en el Índico.
No le faltará faena al magistrado Pedraz. En el tercer volumen de su monumental estudio sobre el proceso de globalización e informacionalización del capitalismo (La era de la información, Alianza, 1997), el sociólogo Manuel Castells dedica decenas de páginas al fenómeno de la economía criminal global, y propone algunas ideas que retratan a la perfección el intrincado y siniestro mundo de la piratería contemporánea. "En las últimas décadas", escribe Castells, "las organizaciones criminales han llevado a cabo sus operaciones a una escala cada vez más transnacional, aprovechándose de la globalización económica y de las nuevas tecnologías de la comunicación, conectadas con la economía legal a través de complejos planes financieros y redes comerciales y combinando la diestra manipulación de los procedimientos legales con el uso de la corrupción y la violencia". Somalia, uno de los países más míseros y brutales del planeta, víctima de sucesivas y catastróficas guerras civiles, intervenciones militares extranjeras, expolios corporativos transnacionales, hambrunas, sequías y tsunamis, dispone de una de las mejores redes de telefonía móvil del continente africano, ¿es necesario explicar para qué? Al otro lado del teléfono vía satélite del señor de la guerra, el minorista de armas o el pirata somalí se encuentra habitualmente un refinado abogado londinense con despacho en la exclusiva City financiera, hasta cuya cara moqueta no salpican ni el agua salada del Índico ni la sangre caliente de las bajas humanas, pero cuya cuenta corriente engorda sustancialmente tras el pago de cada rescate. La piratería naval del Índico (como la Camorra y la Mafia italianas, las Triadas chinas, la Yakuza japonesa, la "vorovskoi mir" rusa...) es sólo una terminal más de la extensa y profunda inervación criminal del capitalismo globalizado, que interconecta a piratas, traficantes y sicarios en Somalia, México o Chechenia con empresarios, abogados y políticos en Gran Bretaña, Luxemburgo o las Islas Caimán. Un denso entramado que no constituye una anomalía excepcional, sino el subproducto y correlato necesario de treinta años de radical liberalización y desregulación neoliberal de las relaciones económicas internacionales y de igualmente radical profundización en el inmemorial expolio Norte/Sur. "Los mercados sin restricciones", escribe Castells, "equivalen a sociedades salvajes". En este sentido, la piratería del Índico no es ningún flashback marginal del pasado remoto, sino un ilustrativo flashforward de nuestro inmediato futuro.
¿Hasta qué profundidad podrá hundir el escalpelo judicial en estas tramas ubicuas y multiformes el magistrado Pedraz? ¿Alcanzará, por ejemplo, a los mafiosos italianos, que corrompiendo políticos obtienen concesiones en los servicios de basura, y que en cargueros rusos, matriculados en Liberia o Panamá, transportan esa basura (incluidos residuos químicos y nucleares) hasta las costas de Somalia, devastando el medio natural y el medio de vida tradicional de la zona, la pesca de bajura, y empujando a los antiguos pescadores a la práctica de la piratería? ¿A los armadores y patrones de los centenares de barcos japoneses y europeos bajo bandera de conveniencia que aprovechándose del caos en el país pescan ilegalmente en aguas somalíes libres de cualquier tributo o limitación de capturas? ¿A los traficantes de armas que inundan África de ametralladoras y lanzagranadas de saldo, procedentes de los arsenales del antiguo Pacto de Varsovia, con la complicidad de la nueva casta político-empresarial de los países del Este, infiltrada hasta el tuétano por las mafias? ¿A esas oficinas que todos los grandes bancos y empresas financieras occidentales tienen en los paraísos fiscales, donde se centrifugan los beneficios de todas estas actividades mafiosas y se ejecuta su reinversión en forma de fondos de pensiones, propiedades inmobiliarias y otros respetables valores legales? ¿Hasta qué punto puede desarrollarse una investigación judicial sobre la piratería naval sin poner en cuestión circuitos y procedimientos clave en el funcionamiento del capitalismo actual, y qué reacción cabe esperar de quienes se benefician de ellos? La apresurada y poco creíble ofensiva propagandística emprendida por los neoconservadores norteamericanos y españoles para vincular piratería y terrorismo islamista e incardinar las aguas del Índico en la caprichosa geometría del choque de civilizaciones, salpimentada de retórica nacionalista y melancólica evocación a las hazañas de los Tercios de Flandes ("¡Hay que bombardear Somalia!", gruñía un conocido energúmeno ultraderechista en un debate televisivo en prime-time sobre el secuestro del Alakrana), nos anticipa por dónde pueden correr las cortinas de humo destinadas a proteger de la mirada pública y la investigación judicial la trastienda occidental y financiera del problema de la piratería.
"En vez de fiarlo todo al buque policía que se hace a la mar para imponer la ley y despejar las aguas de delincuentes", ha escrito el historiador norteamericano Leon Fink, "mucho mejor sería la organización de un sistema global y multilateral de justicia, tanto en mar abierto como en tierra firme". Es en esta dirección, y más decisivamente que toda la artillería de la operación militar internacional, que la investigación de la Audiencia Nacional entreabre una puerta hacia la resolución efectiva del problema de la piratería naval en el Índico. Pero, además de voluntad judicial, hace falta mucha voluntad política para que una investigación de este tipo, con tantas implicaciones económicas y diplomáticas, fructifique. Exactamente ese tipo de voluntad política que al gobierno de Rodríguez Zapatero le ha fallado clamorosamente en los últimos meses en asuntos de perfil similar, como la persecución de los crímenes de lesa humanidad, las limitaciones al comercio de armas o la lucha contra los paraísos fiscales, en los que la biensonante retórica progresista ha cedido muy pronto el paso a la más correosa realpolitik. Con estos pésimos precedentes, será prudente poner en cuarentena las declaraciones de la ministra de Defensa Carme Chacón sobre la persecución de los intermediarios de estos secuestros navales, y esperar a que sean los hechos los que determinen la sinceridad y eficacia de este buen propósito gubernamental. Mientras tanto, el gobierno de España, como los gobiernos del resto de potencias capitalistas, sigue mereciendo una imputación por colaboración necesaria en cada delito de secuestro marítimo.
Nota al margen de este asunto de la piratería, y sin duda merecedor de una reflexión específica y más amplia que la aquí podemos hacer, es el gravísimo error que supone, por parte del gobierno español, el haber cedido a las presiones de la oposición conservadora y la patronal del sector, dando amparo legal, entrenando y armando una fuerza militar privada para la protección de los atuneros. La privatización de la guerra y la proliferación de grandes corporaciones mercenarias en las zonas de conflicto es uno de los aspectos más siniestros y peligrosos de la globalización capitalista. La actividad mercenaria supone siempre, a corto, medio o largo plazo, un problema gravísimo en términos de derechos humanos y seguridad internacional, como se ha demostrado reiteradamente en Afganistán e Iraq, donde estas empresas paramilitares han acumulado un terrorífico historial de expolios y crímenes. Ampliar el marco legal para el desarrollo de este tipo de actividades en España (desde donde ya operan algunas pequeñas pero pujantes compañías del sector como High Security Solutions o SGSI, a las que ha dedicado algunas excelentes páginas de investigación el periódico Diagonal) ha sido una de las decisiones más insensatas, desafortunadas y preocupantes tomadas por un gobierno español desde los aciagos días de las Azores, y sin duda debería ser objeto de una crítica radical por parte de aquella fracción de la ciudadanía española efectivamente comprometida con una política exterior fundada en valores progresistas de paz y cooperación.
http://jfmoriche.blogspot.com jfmoriche@gmail.com
[NOTA: este texto se publicará en el número 62 (noviembre de 2009) de La Crónica del Ambroz. Versión digital disponible en http://www.radiohervas.es/]
Rebelión ha publicado este artículo con la autorización del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
sábado, 21 de noviembre de 2009
Los Putos tontólog@s opinan de TODO sin saber que ni siquiera SABEN de NADA
Por razones profesionales, desde hace varios años, vivo en dos países, EEUU y España. Y también tengo que viajar y pasar tiempo en otros países. Ello me da la oportunidad de ver diferencias en los comportamientos y prácticas de los medios de información. Y uno de ellos es ver cómo cubren las previsiones del tiempo los rotativos de mayor difusión en cada país. Así, si estando en Baltimore, donde está mi universidad, The Johns Hopkins University, tengo que ir al día siguiente a París, Roma o Londres, miraré el New York Times o el Washington Post o el Baltimore Sun, o cualquier diario estadounidense, que me dirá la temperatura del día siguiente, no sólo en Baltimore o cualquier ciudad estadounidense, sino también en las mayores ciudades del mundo. Ello me ayuda a saber la vestimenta que tengo que usar al día siguiente (para ponerla en la maleta), dependiendo de si hará más frío o más calor que en Baltimore.
Ello no me es posible, sin embargo, en España. Si tengo que viajar desde Barcelona (donde está la Universidad Pompeu Fabra, donde yo trabajo) a aquellas ciudades (o cualquier otra ciudad en el mundo, incluyendo ciudades españolas), los diarios de mayor difusión españoles no me dicen qué temperatura hará al día siguiente en ellas. Publican las temperaturas de hoy y algunos rotativos (como La Vanguardia y El Periódico, en Cataluña) publican las de ayer, pero no las de mañana. Estoy seguro, sin embargo, de que para la gran mayoría de lectores las temperaturas del día siguiente son mucho más importantes que las que se dieron el día anterior. Tengo que reconocer que siempre me ha intrigado por qué tales rotativos creen que la temperatura de ayer es más importante al lector que la de mañana. Si lo hacen los diarios de Baltimore, ¿por qué no pueden hacerlo los de Barcelona o de cualquier ciudad de España? Si el lector está de acuerdo en que los diarios debieran publicar la temperatura de hoy y la que se predice para el día siguiente en España y en cualquier parte del mundo, le sugiero que envíe cartas al director exigiendo que ofrezcan mejores servicios de predicción meteorológica a sus lectores.
Todólogos tertulianos
La escasa diversidad ideológica de las tertulias
Esta falta de diversidad en las tertulias, y en los medios en general, debiera movilizar a la población y al oyente o vidente protestando a aquellos medios que discriminan sistemáticamente a las izquierdas. De ahí que le sugiero al lector que se movilice y responda a aquellos medios. Permítanme un ejemplo. Me alegró constatar que el artículo que escribí en Público señalando que no era cierta la aseveración de que España tenía demasiados trabajadores en los servicios públicos tuvo bastante impacto (“¿Demasiados funcionarios?” Público 24.06.09). Mostré datos que documentaban que el empleo público está poco desarrollado, siendo España uno de los países de la UE-15 que tiene un porcentaje menor de población adulta trabajando en el sector público. Ello no fue obstáculo para que muchos articulistas en la prensa conservadora y liberal continuaran repitiendo aquella aseveración sin responder a mis argumentos e ignorando los datos que yo presenté cuestionando tal postura. Pues bien, si cada lector que hubiese leído mi artículo y estuviese de acuerdo con ello hubiera enviado un artículo a tales autores (recibiendo miles de notas) criticándoles por la ignorancia de aquellos datos, les aseguro que habría tenido algún impacto. El lector es ciudadano y debe participar en la lucha ideológica que tiene lugar cada día, respondiendo la enorme avalancha de la Brunete mediática ppsoedomoliberal a la cual los lectores están expuestos en bases diarias. Lo que es peor es no hacer nada, que es lo que miles y millones de lectores hacen en España. Y si no hacen nada, les aseguro que nada cambiará. Y el país (y sus medios) necesitan que se hagan cambios profundos tanto como el aire que respira.
El autor es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Una vez más Albiac se queda corto a la hora de contar lo que realmente sucede a DIARIO en este Puto Reino FrancoBourbónico de los Bribones
GABRIEL ALBIAC
ABC, Madrid,
miércoles , 18-11-09
HAY acontecimientos en la historia que tienen valor de epítome. (Epítome: «resumen o compendio de una obra extensa», define la Academia). Pueden ser en diverso grado triviales, esos hechos. No es trascendencia alguna lo que los trueca en espejo. Sino que en ellos confluyan los hilos que dibujan el mapa espiritual de un tiempo. Ahora que ha terminado, ahora que ningún marinero está ya en peligro, es momento de decir que el «caso Alakrana» ha sido epítome del envilecimiento: eso que es hoy la nota identificatoria de esta pobre piltrafa a la deriva, a la cual, por convención piadosa, seguimos llamando España.
No hay nación sin Estado. No hay Estado donde no hay metódico monopolio de la fuerza armada. No hay fuerza armada allí donde poner en riesgo vidas enemigas está vetado. El éxito mayor del zapaterismo ha consistido en suprimir el ejército. En cinco años. Queda el nombre. Y una red funcionarial sin atribuciones, que lo mismo está llamada a ejercer labor de bombero que de enfermería. Y de cuyas tareas, la de atacar, perseguir, desarmar o dar muerte en combate al enemigo ha sido formalmente desechada. «No hay ejército» equivale a decir «no hay Estado». Que equivale a decir no hay nación, ni, por tanto, ciudadano libre. No es verdad que en España haya un mal gobierno. No hay gobierno. No existe peligro más alto para una sociedad que sueñe con mantenerse a salvo de la barbarie.
Epítome de vileza. O llámese suicidio, si se prefiere: suicidio de Estado, libertad, nación, derecho. Ahora que ya ninguna vida está en peligro, sería obsceno no decirlo.
1) Impedir que la Armada interviniese para perseguir, abordar y hundir a los piratas, como toda racionalidad marítima exige, fue declarar urbi et orbi a este país indefenso, dejarlo a la merced de cualquier chantaje. No es nuevo. Fue lo que consagró la rendición después del 11-M. Algunos no entendemos que se mantenga un ejército para eso.
2) Pagar un rescate tan sólo está justificado como ardid militar para quitar a los civiles del campo de tiro y poder luego emprender una persecución implacable que dé con los piratas en la cárcel o en el fondo del mar. Pagar y aceptar la huida, viola todas las leyes básicas de cualquier Estado de derecho. Y así se considera, cuando el pagado es una organización terrorista como ETA. Y así no puede dejar de considerarse, cuando lo es una banda de criminales somalíes.
3) Hacer que los jueces suplan al ejecutivo y que den a los delincuentes trato preferencial, por completo distinto al que recibiría cualquier pobre diablo que no posea la capacidad de chantajear al Estado, no es sólo una repugnante cobardía. Es la destrucción del derecho. La destrucción, por tanto, de la democracia. Porque, desde que el abad de Sieyès lo formulara en el verano de 1789, no hay más especificidad de una democracia moderna que la ficción jurídica que nos trueca a todos en iguales a la hora de responder ante ley y jueces. Que pueda existir un juez, que pueda existir una fiscalía, dispuestos a hacer un uso diferenciado de las leyes cuando los intereses de un gobierno así lo dicten; que se pueda tratar de diferente modo a un pirata somalí que a un criminal vallecano, es el fin –el fin– de la democracia. La impermeable barrera que debe aislar al que gobierna del que juzga lleva muchos años agrietada en España. El mimo con el pirata adolescente y la tierna promesa de reponerlo en casa muestran que no hay barrera, que en España el juez confirma lo que el gobernante impone. Y punto.
España está zozobrando. Y esta náusea de ahora es sólo un síntoma. No hay vida en esta tierra. Estamos muertos.
martes, 17 de noviembre de 2009
De cómo se miente a diario y se construye una siniestra y diabólica representación de nuestras luchas
Luis Raúl Vázquez Muñoz
Mijaíl Kalashnikov cumplió 90 años. Arropado en su uniforme de general, el creador del AKM o el AK-47 —como también se le conoce— fue saludado como un héroe nacional. En los salones del Kremlin o en su apartamento de los Urales, el ingeniero recibió el saludo de presidentes y veteranos, sin olvidar los mensajes de algún que otro cuidador de armas exóticas.
«Diseñé ese fusil para defender las fronteras de mi país», ha repetido Kalashnikov y no es para menos. En los últimos años, la aclaración es una constante en su vida, y esta vez no ha sido la excepción ante los ataques que relacionan su nombre con la muerte.
Cierta prensa, más preocupada por las consecuencias y no por las causas de la noticia, ha insistido en que el AK es el arma de los narcotraficantes y pandilleros. Otros recordaron que es el fusil con mayor presencia en el mundo con más de cien millones de copias, y otros lanzaron la profecía de que en los próximos años él será el causante de las masacres en los campos y ciudades.
Es una ironía en medio de los olvidos. El sistema, en su afán de limpieza, ensucia a otros para otorgarle la paz y el glamur a los verdaderos ensuciadores. Así los muertos que están por venir se deben a un objeto y no a una filosofía que en su afán por obtener dinero perpetua la muerte y ahoga la vida.
Diversas organizaciones mundiales han alertado que el armamento es uno de los comercios con mayor vía libre en el mundo. Pocos hablan de él, muchos congresos y poderes ejecutivos lo pasan por alto y solo 35 aduanas en el planeta tienen indicaciones expresas para regularlo. También es uno de los oficios más remunerados. Lockheed Martin, Boeing y Northrop Grumman —tres de las más grandes compañías norteamericanas y del mundo en la industria bélica— reciben en total 53 000 millones de dólares para suministrarles armas a Israel y a países aliados al gobierno de Estados Unidos. Al mismo tiempo, sus ejecutivos reciben un sueldo 44 veces más alto que el de un general norteamericano con 20 años de servicio.
Esto no se menciona en los ataques contra el AKM, porque sus embates llevan otras sutilezas. Cincuenta y cinco naciones —todos países del Sur— muestran la imagen del AK en sus banderas; pero los despachos de prensa no dicen la razón. Porque la otra verdad es que en el derrumbe de los imperios coloniales, ese fusil —cuya altura apenas alcanza la cintura de un hombre— fue el arma de los pueblos y uno de los martirios de las oligarquías.
Fue ahí cuando adquirió su carácter simbólico y una maquinaria de propaganda lo enfrentó al M-16, el fusil reglamentario del ejército norteamericano. En la iconografía de la guerra de Vietnam, el Kalashnikov tiene un lugar privilegiado aunque no en el lado de la derrota, y ese ajuste de cuentas se mantiene.
El capitalismo, en aras de perpetuarse, le otorga la ideología a los objetos y se la retira a las personas. De un símbolo de rebeldía, al AKM lo han querido convertir —a él y no a sus empuñadores— en el asesino por antonomasia de la posmodernidad. Solo que los hechos son tercos, y ellos se imponen aunque sea por los recuerdos.
Y uno de ellos ocurrió en la noche del 25 de febrero de 1969. En la aldea de Thanh Pong dormían cien familias de campesinos y pescadores. Una unidad élite de Estados Unidos se deslizó en la oscuridad y atacó por sorpresa al poblado. Decían que allí se reuniría el Comité Local del Frente Nacional de Liberación, y por ello la sentencia de muerte fue dada.
Pham Thi Lanh, uno de los pobladores, dormía en un refugio antiaéreo cuando se inició el ataque. Metió trapos en la boca a sus hijos para que no gritaran. Al amanecer encontró un pesado olor a sangre y pólvora y a sus vecinos muertos a tiros y muchos con el cuello pasado a cuchillo.
Pero la memoria más terrible fue otra. En medio de la oscuridad del refugio sintió cómo sacaban de las cabañas a su abuela, a su tía y a sus primos. Escuchó el llanto de la anciana y los pedidos para que no mataran a los suyos. Después sintió las ráfagas de los fusiles. Los recuerdos son tercos y no mueren. Ninguno de esos disparos fue hecho por un Kalashnikov.
lunes, 16 de noviembre de 2009
De la corrupción y sus variaciones fascistas en el Reino FrancoBourbónico de los Bribones
Nazional-sindicalismo
GABRIEL ALBIAC
ABC, Madrid,
lunes , 16-11-09
UNA sociedad corrupta alcanza sólo condición estable cuando corrompe el lenguaje a su propia medida. También aquí impera la despótica fórmula que
En tiempos de la dictadura, no producía asombro llamar «sindicatos» a semejante cosa: agentes del gobierno. Además, el adjetivo «verticales» limpiaba de cualquier equívoco. Aquello era a un sindicato lo que una marcha militar a las Vísperas de Monteverdi. Y hasta tenía su gracia ver a los de la camisa azul y el correaje pavonear sus zarzueleros modos de castizo proletario. El «vertical» era un pintoresco ministerio pastoreado por jerarcas camisoviéjicos tan hilarantes como José Solís: lo más parecido, en floritura retórica y nulidad conceptual, al Felipe González más galano. Luego, vino la transición. Y el «vertical» siguió allí. Aunque sin adjetivo. Cambiaron algunos nombres. La esencia era intangible: que el Estado financiara a los sujetos que, bajo retórica defensa del desvalido obrero, habían decidido vivir a costa del erario público, que es decir a costa de los faraónicos impuestos que en este loco país pagamos todos. El trato se completó sin más anécdota dolorosa que la liquidación -mitad conspirativa, mitad burocrática- de
En la segunda mitad del siglo XIX, los sindicatos nacieron como organizaciones de defensa de la clase obrera. Sobre un principio elemental: uno está siempre al servicio de quien le paga; si un sindicato obrero pretende ser instrumento de lucha, ni un céntimo de su presupuesto puede venirle de otra fuente que no sea la que acumulan las cuotas de sus afiliados. Nadie da nada gratis. Mucho menos, a un enemigo. En la jerga sindical de principio del siglo veinte, a aquellos sindicatos que vivían de fondos recibidos por vía que no fuera la del proletariado militante al cual decían representar, se les dio un nombre infamante que pervive hasta nuestros días: esquiroles, gentes que, bajo máscara sindical, trabajaban para el beneficio de los tipos más odiados. Cuando aquel que pagaba era el gobierno, los nombres eran mucho más feos, el odio más intenso. A nadie juzgó nunca un sindicato enemigo más imperdonable que al obsceno sujeto que cobraba del gobernante de turno para ser su correveidile en los conflictos.
De aquel viejo sindicalismo de hasta hace tres cuartos de siglo, se podrá criticar lo que se quiera. Nadie podrá negar su blindada coherencia. De esta subdirección general de orden público que son hoy las redes funcionariales de los muy peronistas Toxo y Méndez, nada habría que decir si conservasen, al menos, el adjetivo que define su estructura de piquetes defensivos del gobierno que paga sus sueldos: sindicato vertical, forma española del fascismo. Pero la lengua corrupta dice sólo «sindicato».
domingo, 8 de noviembre de 2009
El "Planeta" como espejo mimético de la cultureta que los Bribones del Reino FrancoBourbónico prostituyen a diario
¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo la farsa, el chanchullo, la componenda, la compraventa, la antiliteratura, la corruptela, la ostentación cateta, tratada como si fuese un asunto cultural serio? ¿Hasta cuándo ver la corrupción únicamente en la política y los negocios, y no verla en eso que se llama industria cultural, que es ciertamente industria, pero no cultural, sostenida por una mafia editorial que ha rebajado el libro de valor de uso, como siempre fue, a valor de cambio, con la complicidad, por ende, de quienes deberían defender la literatura y que en seguida voy a nombrar?
Todo el mundo sabe lo que es el Premio Planeta. Es la manera que tiene un editor, un comerciante, un industrial de la cultura, un fabricante de libros, sin el menor apego por la literatura, para ganar dinero, con la colaboración de periodistas, críticos literarios, profesores de literatura, académicos, escritores, políticos gestores de la política cultural y hasta miembros de la casa real, que, se dice, no participa de balde en la puesta en escena de la charlotada.
El inventor del Premio Planeta, José Manuel de Lara, analfabeto pero muy listo, distinguido con el título de Marqués del Pedroso de Lara por Su Majestad, “en reconocimiento a sus aportaciones a la cultura” lo dijo paladinamente en una entrevista con un redactor del diario Pueblo, allá por los 70, según he leído en La Fiera Literaria: "Y así es: los premios literarios se inventaron para obtener millones de publicidad gratuita". ¿Y por qué se puede obtener publicidad gratuita con los sainetes de los premios literarios? Porque los medios de comunicación españoles, los críticos literarios, los escritores, los profesores de literatura, los ministros de Cultura, los políticos, la Generalitat de Cataluña, los miembros de la Casa Real como ya he apuntado, dan tratamiento de acontecimientos culturales a las que no son sino operaciones de marketing.
Este tipo de premios, otorgado por una editorial a un libro inédito que ella misma va a publicar no se conoce en ninguna otra parte del mundo occidental… Ni oriental, por supuesto. La limpieza, honradez, seriedad y objetividad están excluidas por principio de su selección y su concesión.
En su desarrollo y de cara a la masa lectora, que ignora toda esta picaresca, la convocatoria y concesión del Premio Planeta adquiere todos los visos de una inmoralidad, de un delito, por supuesto, de un delito de lesa cultura.
Se anuncia un concurso de novelas, dando a entender tácitamente que se trata de premiar el mejor libro de ese género, de entre los que se presenten. El premio consistirá en una fabulosa cantidad de euros que este modesto ordenador “no sabe” escribir. Del relumbrón que produce se beneficiarán también otros libros del “ganador” y, además del libro premiado, otras publicaciones de la editorial, empezando por la novela que haya quedado finalista.
Mientras las bases del “concurso” circulan por los tontideros, las redacciones de los periódicos, los departamentos de literatura, las librerías, el astuto fabricante de libros encarga sin el menor disimulo, a la vista de todos, a un escritorcete más o menos conocido, a un reportero, a un popular presentador de televisión, a una guaperas o a un guaperas de la jet o a un payaso, un libro a la medida de sus intereses: es decir, aliterario, vulgar, pedestre –“que lo entiendan hasta las porteras”, es uno de los axiomas de la filosofía planetaria–, sobre un tema de actualidad, mejor si escabroso, “con mucho tomate”, como decía el marqués.
El día señalado, el comerciante organiza una cena de ésas que no conocen en Uganda, Tanzania ni Zimbawe, a la que asiste el Todo Chorrez –actrices, actores, banqueros, periodistas de todos los medios, profesores universitarios, políticos, entre los que se cuentan el Presidente de la Generalitat y la Ministra de Cultura, miembros de la Casa Real y, en una ocasión, los propios Reyes, porque era el cincuenta cumpleaños del invento–.
Desde varios meses antes, ya sabe todo el mundo quien va a “ganar”, no obstante lo cual, un grupo de escritores aparentemente serios y profesores de los llamados importantes y considerados serios y honrados fingen estar enfrascados, en un comedor aparte, en reñidas votaciones, cuyo desarrollo comunican a los comensales entre plato y plato.
Proclamado el nada sorprendente fallo, felicitaciones, parabienes, entrevistas, etc., etc. para el “ganador”: millones de publicidad gratuita, ya lo dije. En las radios, las televisiones y los diarios, reportajes, entrevistas, artículos, comentarios en los que se trata el suceso como un acontecimiento cultural y, al ganador, como alguien que, estando allí presente por casualidad, ha llevado a cabo una gran hazaña literaria.
Es justamente en este punto donde uno recuerda aquella frase lapidaria de don Ramón del Valle Inclán, que dice: "ESPAÑA ES UNA DEFORMACIÓN GROTESCA DE LA CULTURA EUROPEA". Como diría un Hamlet de la Zarzuela, no es extraño que en los países serios nos tachen de beodos.
Un interesante dato, que no conviene olvidar, es el que atañe a los ganadores. Son escogidos principalmente entre escritores y periodistas con ínfulas de novelistas, todos los cuales, casi absolutamente todos, son personas acérrimas defensoras de la honradez y la limpieza en las relaciones humanas, que diariamente denuncian en sus columnas la corrupción, la mentira, el chalaneo, el robo etc., pero que no tienen reparo en prestarse al chanchullo del Premio Planeta o de cualquier otro premio, defraudando a los casi quinientos concursantes que han optado al premio de buena fe. Engañando a los miles de lectores que comprarán el libro no porque sea de quien es, sino porque ha sido premiado en un concurso que ellos, que no están al tanto del trucaje, creen que es de verdad. Mintiendo en las entrevistas y en las declaraciones a la prensa. Participando en la payasada engañosa del fallo, las “votaciones”, etc. Beneficiando a un industrial de la cultura a quien sólo le preocupa la ganancia, no los valores literarios. Y embolsándose, mediante tantas falsedades, una millonaria cantidad de euros que, de otra forma, no hubiese conseguido.
Relaciono aquí los nombres de algunos de los moralistas que, en un descuido, no han considerado inmoral ni fraudulento prestarse a una componenda que tiene las delictivas consecuencias que he enumerado: Emilio Romero, Torcuato Luca de Tena, Jesús Torbado, a quien además le facilitaron el tema y el argumento, porque se trataba de aprovechar la circunstancia de la muerte de Franco. Lo ha declarado paladinamente quien entonces era director de la editorial, Rafael Borrás Bertriu, Juan Marsé, Fernando Schwartz, Francisco Umbral, Terenci Moix, Fernando Fernán Gómez, Ricardo de la Cierva, Gonzalo Torrente Ballester, Camilo José Cela, Mario Vargas Llosa, Fernando Sánchez Dragó, Fernando Savater (profesor de ética), Soledad Puértolas, Antonio Gala, Antonio Muñoz Molina, Juan Manuel de Prada, Carmen Rigalt, Fernando Delgado, José María Mendiluce, Carmen Posadas, Espido Freire, Maruja Torres, Rosa Regás, Lucía Etxebarría, Ángela Vallvey, Juan José Millas, Ángeles Caso, entre otros tantos. Naturalmente, el industrial no sólo no trata de paliar cualquier escándalo que surgiese por causa de ciertas “coincidencias” o declaraciones imprudentes (a Muñoz Molina y a Maruja Torres de les escapó en su momento decir en la prensa que les habían encargado el libro con la promesa del premio). Sabe que todo lo que se hable o rumoree, aunque sea negativo, le favorece, porque los medios, al tiempo que denuncian las irregularidades, como si se tratase de una cosa graciosa, siguen considerando y tratando como algo importante, en relación con la cultura, “ganar” el premio.
¿Y el jurado? Escritores con ínfulas de serios, profesores universitarios, fingiendo que deliberan, representando el papel de discutidores, simulando el sudor de la frente, saliendo una docena de veces al estrado para informar de cómo van las votaciones, obedeciendo al fabricante de libros con quien han acordado una paga… ¡Qué vergüenza! Insisto en que este tipo de “premios” sólo se dan en la Españeta, como llama Carlos Rojas a la España sainetesca de la monarquía cocotera.
Sin el menor disimulo, la obra ganadora y la finalista, suelen estar ya impresas y encuadernadas para el día del “fallo”, y los críticos se apresuran a comentarla, por supuesto favorablemente.
La Fiera Literaria ha presentado en el registro del Ministerio de Cultura, durante la “regencia” de Esperanza Aguirre, Pilar del Castillo y Carmen Calvo, una solicitud avalada por un centenar de firmas, pidiendo que, si no se pueden abolir los “premios literarios”, de los que hay en España —Y ES RIDÍCULO— cerca de seis mil, al menos se regulen. Ni siquiera han acusado recibo a la revista, única defensora en España de la transparencia, la seriedad, la literatura auténtica y la honradez. ¡Que un editor premie un libro que él va a publicar! se escandalizaba ante mí un profesor de la universidad de Florencia.
Si el Rey o algún otro miembro de la Casa Real acude al lanzamiento de un producto comercial, como es el libro en manos de este tipo de editores, ¿por qué no bendice con su presencia el lanzamiento de una nueva clase de embutido o de cerveza, entre mil ejemplos?
Es vergonzoso, es cateto, es repulsivo, es anticultural, sólo propio de una república bananera o de una monarquía cocotera. Papatera...