viernes, 26 de febrero de 2010

De lo que ni se ve ni se entiende: la sexplotación pornocapitalista tanatocrática impone sus códigos diarios a sangre y fuego

Salaam Habana

Gabriela Martin

Rebelión 26/02/10

Salaam Bombay es una película india que nos muestra las terribles vivencias de los niños de la calle en Bombay.

Krishna es un niño de temprana edad que por diversas circunstancias familiares es abandonado a su suerte y debe sobrevivir de cualquier modo en las calles de Bombay.

En su recorrido se encontrará con la trata de blancas, la venta y consumo de heroína y la miseria más absoluta.

La escena que más me sorprendió de esta película es el banquete de bodas, donde los niños trabajan como camareros (sirviendo el convite) por 20 rupias, unos 0’31 €, el día entero. El hecho es que a ningún invitado parece molestarle esta explotación infantil. Da la impresión que la sociedad india lo tiene bien asumido.

A pesar de haber ganado numerosos premios en diversos festivales la directora india Mira Nair también ha recibido críticas negativas. Una de ellas es que “la película ofrece una mirada-denuncia puramente occidental, y que por eso Nair no sería una verdadera india. Debería introducir otros elementos como la religión, misticismo” y supongo yo el exotismo de las “Mil y una noches” que tanto nos gusta por este lado “occidental” del mundo.

Es evidente que a nadie le gusta ver tanta desgracia junta y que resulta mucho mas placentero poder descubrir las diferencia agradables de una cultura tan singular como la india y tan diferente a la nuestra.

La burguesía india nos ha vendido una imagen bollywudiense esplendorosa, donde los saris de seda, las flores amarillas y el abanico de divinidades logran tapar todo ese submundo de pobreza y desamparo que se sabe existe pero también se minimiza fácilmente.

Como diría una amiga mía amante de esta cultura “la india es maravillosa. A los pocos días te acostumbras al olor a mierda mezclado con sahumerio”. Y ya está.

Allí van los occidentales fascinados con la amabilidad de estos “pobres hindúes que nunca se quejan de nada y todo lo aceptan con una blanca sonrisa”. ¡Genial! No se quejan de nada, si no imagínate que aburrimiento de país si cada vez que va un acomodado occidental estas gentes nos hicieran sentir culpables de sus vidas miserables. Por suerte, nada de eso ocurre y podemos volver a casa con la conciencia tranquila, que nada debemos y de nada somos responsables, ni que hablar si encima colaboramos veinte días en una ONG. Ya tenemos hecha la buena acción del año o de toda la vida.

Sí, allá y a eso vamos los occidentales. Esos mismos occidentales cuya mayor audacia de conciencia es alabar sin fisuras a un Gandhi que fracasó rotundamente en la eliminación de las castas, o sea, de las diferencias de clases fundamentadas en el fanatismo religioso.

Y ahora propongo que peguemos un largo salto geográfico y viajemos a América, la Latina, no la otra, y nos detengamos en Cuba, esa pequeñísima isla que tanto da que hablar. También aquí hay turismo europeo y burgués del bueno pero las cosas se miden con otra vara.

Aquí también se minimizan aspectos de la sociedad visitada… pero al revés. En lugar de sus carencias e inconvenientes son los logros de la Revolución Cubana lo que se minimiza. Se sabe de su excelente servicio de salud, su sistema educativo y la máxima protección a la infancia, pero nada de eso tiene importancia, lo condenable es que el cubano medio no puede decidir libremente hipotecarse de por vida o hacer turismo barato o a lo sumo morirse de un empacho de consumismo puro y duro.

Y siempre son los mismos, los occidentales, los que condenan a Cuba, donde jamás veríamos la explotación, desidia y miseria que sufren millones de personas en la India y salvan a esta última, donde no parece tener importancia la pobreza: simplemente forma parte del paisaje urbano y se acepta sin más; sin embargo, las dificultades cubanas, que por otra parte no llevan a la indigencia a ningún ciudadano cubano, son tan trascendentales que medio mundo se esfuerza en dar lecciones al gobierno y al pueblo cubano de cómo llevar adelante la soberanía de su país.

¿Por qué nos parece tan alucinante la India Bollywudiense que nos han vendido desde el turismo y que en realidad no conocemos ni nos interesa conocer y, sin embargo, no podemos tolerar la revolución social cubana? ¿O es que necesitamos ejercer esa condescendencia paternalista con un pueblo siempre amable y sonriente que se supone acepta su puto karma sin rechistar? Quizás detrás de esos enormes y hermosos ojos negros indios haya muchas lágrimas y no tanta alegría cuando el europeo de turno no está presente.

En Cuba no hay servilismos y la alegría mezclada con sus tristezas es auténtica, no se intenta agradar al europeo por el solo hecho de serlo, los cubanos enseñan y aprenden a ser solidarios con los otros seres humanos por su desnuda condición de humanos, sin oropeles, y el respeto hay que ganarlo. Quizás ese sea su mayor pecado, si es que el pecado existe.

A la exótica India se le perdona todo a la Cuba revolucionaria no se le perdona nada.

Nota aclaratoria: salaam en árabe significa paz.

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