domingo, 15 de marzo de 2009

Para comprender algo mejor el tiempo de las Putas crisis


Sobre la implantación política de la Filoletizia en el Reino borbónico de los Bribones


Pablito de la Peña Delfargue
Peligros de Graná a 14 de marzo de 2009
126º aniversario de la muerte de Carlos Marx


¿Qué es lo que se puede aprender en unas horas de Filosofía en los estudios de bachillerato? ¿Y qué se aprende en verdad cuando nos licenciamos de Filosofía en una Facultad universitaria? Quizá para responder a esas preguntas se tenga que sortear la Caribdis del psicologismo y la Escila del sociologismo. Sin embargo creemos que se puede responder con contundencia que lo que realmente se aprende en el tiempo estudiantil en el que alguien se dispone a hacerse licenciado en una cosa que nadie sabe aún lo que es pasa por el respeto y consiguiente mansedumbre ante la estructura más criminal de la lucha de clases. Se aprende, pues, a desclasarse o a enclasarse. Y para que se pueda ver mejor esta posición nos vamos a perder por los laberintos reales de la implantación política de lo que hemos dado en llamar Filoletizia.

La Constitución española de 1978 es intragable, ilógica e infumable. Y, sin embargo, desde los departamentos universitarios de Filosofía no se realizó ni una crítica radical. Se asumió como una especie de mal menor. Quizá lo que pesó en demasía fue la pedagogía del millón de muertos. Y es que la dictadura criminal pornocapitalista del Generalísimo Francisco Franco dejó su sentir y su padecer bien grabados en el alma hispánica.

Esa constitución no tiene desperdicio para cualquiera que pudiera estudiar artes o ciencias en cualquier Facultad universitaria que se preciara y se enseñara a la ciudadanía el valor de la libertad política.

No hubo ni un catedrático de Derecho que muriera de la risa cuando se escribía en el artículo 1º de la Constitución que “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho”. ¿Qué es eso? Alguna gente anda tan perdida que ni siquiera sabe qué es una sociedad, una nación política o un Estado. Y, al parecer, a nadie le importa ni aclararse ni aclarar esas cuestiones a nadie. Es mejor tragarse esos gazapos sin ni tan siquiera pestañear.

No hubo ni siquiera un catedrático de Letras que pusiera en solfa su artículo 3 cuando dice que “el castellano es la lengua española oficial del Estado”. ¿Cuántas increíbles falsedades puede encerrar una frase tan breve como la citada? Se miente acerca de las relaciones históricas que forjaron la lengua española; se hace creer que los Estados han de poseer una lengua; y no se dice nada acerca de lo que está presuponiendo tanta mentira y falsedad ideológica. ¿Para qué derrochar tantos años de estudio investigando en una Facultad universitaria si después la mentira toma cuerpo de ley y se constituye en una verdad oficial inatacable?

No había ningún especialista en Filosofía Moderna que despertara cierto espíritu crítico ante lo que la Constitución en su artículo 1º punto 3 cuando se declara que “la forma política del Estado español es la monarquía parlamentaria”. De esa manera se anula radicalmente la posibilidad democrática de poseer libertad política. La forma política del Estado nos viene dictada, impuesta de manera irrevocable por la voluntad de una camarilla de Bribones a sueldo del familiarismo franco borbónico.

Y en su artículo 56 punto 3 declara al Rey totalmente irresponsable judicialmente. ¿No hubo nadie que desde alguna cátedra de Ética hiciera ver con claridad lo que se nos venía encima con tamaña insensatez? ¿Cómo se puede dejar sin pensar lo que el mercado pornocapitalista supondrá en la formación de la mentalidad sumisa de los sujetos más irresponsables?

Tampoco hubo, al parecer, nadie que fuera experto en algo parecido a las Relaciones Internacionales en la época radiactiva de la Organización del Terrorismo desde América del Norte ya que en su artículo 95 punto primero se dice textualmente: “La celebración de un tratado internacional que contenga estipulaciones contrarias a la Constitución exigirá la previa revisión constitucional”. Y luego se marea la perdiz de que la Constitución española de 1978 no se puede modificar.

¿Y para qué seguir? Habría tanto que enseñar desde una mínima filosofía que reflexionara sobre el valor que para una ciudadanía realmente real ha de poseer una equilibrada y racional Constitución política que fuera radicalmente democrática. Es mucho mejor no meterse en líos, dejar las cosas de la política para unas muy determinantes y determinadas minorías de la elite social. Al pueblo es mejor embrutecerlo a diario mediante una estructura económica que hunda radicalmente sus cimientos en la irracionalidad y que entre en crisis de manera periódica. Las crisis tienen el enorme valor de servir como metástasis cancerígenas y hasta pareciera que se programan para hacer limpieza de lo más insano y putrefacto. Harto de pelear el pueblo trabajador por unos mínimos básicos que le hagan soportar su subsistencia aplaudirá la calma chicha como el mejor tiempo de vida que les ha tocado en suerte vivir.

No sabemos quién creó el cuento de que estudiando filosofía se podía alguien liberar de algo. En el Reino de España eso es totalmente imposible. Las prensas que más se imprimen son: la deportiva para un público masculino cuasianalfabeto; o la del corazón –de cursilerías y chismorreos– para una gran parte de las féminas del país. De su conjunción nace la filoletizia o ese cuento de hadas mediante el cual cualquier hija de vecino puede soñar con que puede llegar a ser una princesa como la de Asturias. ¿¿¿¡¡¡¡Patético!!!!???

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