sábado, 27 de junio de 2009

Un artículo que levantará ampollas en ciertos circos aznarfabéticos y socialisticas de la Puta Graná

Javier EGEA con Mario BENEDETTI

El poeta doblemente muerto

Gregorio MORÁN
LA VANGUARDIA, Sábado, 27 de junio de 2009, página 26.


La sociedad a los poetas los prefiere muertos. Es un asunto que viene de siglos. En vida parecen un engorro, porque no sólo hay que alimentarlos, sino que en general tienen gustos raros; en algunos casos incluso caros, lo que ya es el colmo, pero sobre todo complicados, difíciles, singulares, intratables.

La galería de raros de la poesía española moderna es verdad que tiene algún tipo simpático como García Lorca, también algún humilde como Miguel Hernández, pero predominan los de carácter atrabiliario, a lo Cernuda, o literalmente insoportables como Juan Ramón, sobre el que su propia esposa, santa Zenobia Camprubí, canonizable en su laicismo, se preguntaba cómo era posible un tipo tan perverso como su marido, el gran Jiménez; genial e inaguantable.

Habrá gente a quien el asunto le parezca divertido, pero no lo es. Los poetas, en sociedades agresivas, pobres y cainitas –la nuestra, sin ir más lejos–, son personajes a la intemperie, sometidos más que cualquiera a la lucha por la vida, porque alimentan una dificultad congénita que es la de convivir y adaptarse a un mundo que expresamente los desprecia y los rechaza. El poeta en nuestra sociedad desempeña el papel que antaño representaban los músicos de bodas y banquetes; unos intérpretes que amenizan las fiestas para complacer al público que les paga y les jalea mientras dura el espectáculo.

Y cuando acaba, a su casa, a sufrir la sordidez de la necesidad y la rutina. Alguien me dirá que siempre fue así, y quizá sea cierto, pero entonces el poeta tenía garantizada casa y comida a poco esfuerzo que hiciera por ejercer de siervo y dando por descontado el talento, porque no había tanta competencia. Pero ahora se les pide mucho a los siervos poéticos. Se les exige en primer lugar que crean, y si no, al menos que disimulen. Yo recuerdo, por ejemplo, los años finales de Ángel González, un poeta al que estimo, y me da un cierto amargor evocarle bailando el agua a los señores; porque los de hoy no se llaman Duque de Lerma o de Olivares, sino el poder, el partido en campaña, el galardón ganado a pulso de saliva. ¿Alguien tendrá algún día el valor de hacer la lista de viajes y charlitas en los Institutos Cervantes del mundo entero? Seamos un poco crueles para ser precisos, ¿acaso un notable poeta como Antonio Gamoneda, que arrastró durante décadas, prácticamente toda su vida, una pobreza de público y de gloria, no debe este tardío reconocimiento a ser de León, por más que nacido en Oviedo, y compartir patronazgo con un presidente planetario?

Hoy voy a contarles algo de la historia de Javier Egea, no sólo por poeta excepcional sino porque me peta ahora que se van a cumplir diez años de su voluntaria muerte, y después de saber que al fin acaba de ser recopilada su vertiginosa obra. Fuera de Granada, su casi permanente lugar de vida, nacimiento y fin, y exceptuando la reducida, malévola y endogámica masonería envidiosa de los poetas, Javier Egea es un imperfecto desconocido (este es el momento en el que el enterado de turno se enerva y grita que él estuvo en el recital de Lleida en 1995 y en el de Barcelona de 1996). En más de una ocasión me ha tentado preparar una galería de raros a los que casi nadie hizo maldito el caso, y a los que tras su muerte les florecieron amigos y conocidos hasta el hartazgo. En el caso de Egea y Granada casi se ha convertido en una afición de la inteligencia local. Todos admiraban mucho a Egea, y todos le consideraban un gran poeta, el mejor, bastaba declamar alguna estrofa rotunda de Troppo mare, o ponerse estupendo con unos versos del Paseo de los tristes. Pero resulta que se murió, o más exactamente se voló la cabeza con su escopeta de caza, un 29 de julio que fue jueves. Y poco antes de llegar hasta ese punto irreversible hizo algo que su postinera familia y sus encumbrados colegas del verso y la veleta no le perdonarán nunca: redactó de su puño y letra un testamento legando sus bienes –un millar y pico de libros, y otro tanto de manuscritos y papeles– a su novia más querida, al tiempo que le hacía un guiño de despedida a su amigo más veterano. De tal modo que la heredera del legado de Javier Egea, gran poeta, pasó a manos de Helena Capetillo, enfermera, quien a su vez confió todo lo referente a concesión de derechos de publicación, al amigo veterano, Pío Alcántara, cartero. Todo el desdén y la desconfianza que abrigaba Javier Egea hacia sus colegas del gran gremio de poetas de Granada, incluida su nada poética familia, quedó patente en ese gesto. No daban crédito a lo ocurrido. Podían pasar por el suicidio a los 47 años –son cosas afines al riesgo de la angustia del creador–, podían admitir que el vate llevaba años muy distante de las preocupaciones de sus compañeros generacionales, incluso que su radicalidad de raíz –rasgo siempre a tener en cuenta en el caso de Egea– le hacía difícil de tragar después del reto que había supuesto su Raro de luna (1990), último libro publicado, apabullante combinación de exquisitez formal y hallazgos rítmicos. Se podía también entender la deriva alcohólica hasta el borde del delirio, su escaso interés por integrarse en las subvenciones que se ganaban a pulso de favores de diputaciones y premios de cajas de ahorros. Pero que se matara sin dejarles la oportunidad de manejar sus restos, sería algo que habrían de pagar la enfermera y el cartero en forma de ofensas, insidias, calumnias y procesos, hasta llegar incluso a aprobar la detención de la novia legataria por la desaparición de un par de cajas de libros del difunto. Que el poeta más brillante de Granada desde García Lorca estuviera bajo la custodia de una enfermera y un cartero se entendió como una provocación, la última y definitiva de Javier Egea hacia las instituciones granadinas, amplias de subvenciones pero cortas de luces y de aliento.

Porque Granada es ciudad de poetas, desde siempre, y algunos buenos, y los poetas muertos son un bien amortizable para los vivos, no sólo en enseñanzas sino sobre todo en prestigio. El joven Egea había formado parte de un trío que se presentaría en sociedad, hacia 1982, como “la otra sentimentalidad”, un guiño al gran y último don Antonio Machado en su Juan de Mairena. Un grupo nada compacto formado por Luis García Montero, Álvaro Salvador y el propio Egea. Frente a lo que la gente suele creer, la historia es muy importante en la poesía. En octubre de 1982, se había producido en España la victoria absoluta del Partido Socialista, y “la otra sentimentalidad” se situaba entonces en posiciones más críticas y a su izquierda. Una de esas plumas siempre agradecidas a los jefes de la parroquia granadina, Fernando Valverde, escribiría a modo de curioso balance generacional: “Mientras García Montero y Salvador obtenían reconocimiento público, Egea prefirió convertirse en una especie de poeta maldito, alejado de cualquier academicismo”. Fíjense en la señal: “Egea prefirió convertirse en una especie de...” Con esta reflexión ya puedes hacerte cargo del Festival de Poesía de Granada. Detrás de todo mediocre –poeta o periodista– hay un vampiro.


Atento conocedor de su inminente muerte, Javier Egea intuyó lo que vendría, a la manera que lo hacen los suicidas; conscientes del lío que armarán pero seguros de que el tiempo les dará la razón, si es que hay caso. Preparó una antología de toda su obra que tituló a la manera de su adorado Góngora, Soledades, pero la voluntad de sus devotos albaceas –la enfermera y el cartero– no pudo vencer la incompetencia y el miedo del editor que la contrató. Luego advirtió que no quería “que se le utilizase”, cosa que ronda lo imposible tratándose del mundo de la pluma. Hubo incluso quienes promovieron libros y clubs en la esperanza de sumar su magra obra a la aparición de inéditos del muerto. Al fin, el jueves de la semana pasada se presentaron en Granada cuatro volúmenes con la obra completa de Javier Egea, compilados por Pío Alcántara y Juan Antonio Hernández, en edición artesana de cuatro ejemplares. Cuatro volúmenes y cuatro ejemplares; un testimonio que trata de superar la doble muerte del poeta español más interesante, en mi opinión, del último tercio del siglo XX. Una edición en la que asoma de un modo sarcástico la pretensión del autor en el que fue probablemente su último poema: “Me desperté de nuevo entre dos sombras...”*.

18 comentarios:

Anónimo dijo...

Gregrorio Morán hace periodismo como la cotilla del pueblo; sus artículos no pasan de una colección carroñera de chismes y maledicencias, una especie de “Aquí hay tomate” en plan cultureta.
Como el mal escritor recomido por la envidia que es, lanza su veneno contra Ángel González, Gamoneda, Juan Ramón, García Montero, Fernando Valverde, Álvaro Salvador, etc., a los que no llega a la altura del betún. En otros artículos lo ha hecho contra otros muchos, contra cualquiera que esté por encima de él en calidad y pretigio, o sea, casi todos.
Vergonzoso el concepto que tiene del poeta: el bufón de la corte, o menos aún.
Y grotesco que tenga el cinismo de escribir la frase “detrás de todo mediocre – poeta o periodista- hay un vampiro” que sería perfecta para retratarlo a él.
Por si alguien no conoce quién es Morán, ahí tiene un comentario crítico a su libro sobre Barrett, tan demoledor como divertido, no tanto por la crítica en sí como por los soberbios disparates que el libro contiene: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=63063

Anónimo dijo...

El comentario anterior, de “anónimo” sólo me puede llevar a la siguiente reflexión: Para los que sabemos algo del affaire Javier Egea pensamos que, si en algo podemos quejarnos del artículo de Morán, es que se ha quedado corto en sus detalles, en sus comentarios, en su crítica sobre esta camarilla de intelectualoides granadinos y sus prácticas semi-dictatoriales. También me sorprende del comentarista dos aspectos: en primer lugar, su casi nula capacidad de lectura, pues no ha entendido prácticamente nada del artículo; y, en segundo lugar, demuestra ser otro más de tantos vientres acomodados o “vientre sentado” como los calificaba L. Cernuda en un texto memorable. Respecto al artículo de rebelión, en una réplica magnífica del propio Morán, deja resuelta, con su magnífica prosa, tanta idiotez y tanta estulticia a la que nos tiene acostumbrados el mundo cultural de este país: ese estado-cultural que vive por y para la subvención y el lameculismo diario al poder y a los mandamases. Eso, esas denuncias, son las que nunca le perdonarán a Gregorio Morán: su independencia de criterio y su crítica ácida a prácticas corruptas que nos rodean y asfixian continuamente.

Anónimo dijo...

En verdad que Gregorio Morán necesitaría todo un año de Sabatinas Intempestivas, como mínimo, para contar y analizar los tejemanejes de todo este grupito. Como ejemplo, para F. Valverde, el día 6 junio 2009, en La nueva España, periódico de Oviedo, J.L. García Martín (miembro del jurado del premio de poesía E. Alarcos Llorach, otros miembros: L. García Montero, Chus Visor, Aurora Luque) nos contaba sobre este poeta-periodista (o como lo califica Morán: “plumas siempre agradecidas” – “mediocre” – “vampiro”): «¡Siempre a disgusto con el resultado del premio "Emilio Alarcos"! Dices que no ha ganado el mejor libro, o el que tú creías el mejor, pero eso ocurre a menudo. Además, tu criterio puede no ser el más acertado. No siempre has de tener razón». «La verdad es que soy un incoherente. Si descreo de la utilidad de los premios, ¿qué hago yo de jurado? Y si acepto ser jurado, ¿por qué no me lo tomo en serio?». «¿No te lo tomas en serio?» «No, me limito a vigilar que se cumpla la legalidad, que no se nos cuele nadie al margen de las bases, como en el "Planeta" o en el "Loewe", y luego a ir votando lo que creo mejor. ¿Y qué consigo con ello? Pues que siempre se lleve el premio el candidato de la casa, como en las oposiciones universitarias, esto es, el defendido por Chus Visor y por Luis García Montero. Los independientes deberíamos ponernos de acuerdo en un candidato, unir los votos. Así no ocurriría lo que ha acabado de ocurrir, que, frente a varios libros claramente superiores, gane un buen discípulo granadino, autor de un libro impersonal y prescindible. Y con sólo tres votos en un jurado de seis».

Anónimo dijo...

Difícil empresa, la del anónimo escudero o subalterno de Morán, intentando defender a su Pope en lo indefendible. Todo el que conoce a Gregorio Morán sabe que, a más de escritor mediocre (¿qué libro ha escrito de algún valor literario?) es un articulista insidioso, difamador habitual de los verdaderos escritores por su envida mal contenida, y de los académicos por su complejo de no haber logrado nunca entrar en la universidad.
Hace unos años, su ataque rastrero a Haro Tecglen cuando acababa de morir, y al que sólo había escrito en vida para pedirle favores, mereció la demoledora respuesta de la viuda y la repulsa de toda persona decente.
Más recientes son sus insidias contra Juan Manuel de Prada, contra Santiago Alba Rico, contra Mario Benedetti, contra Vladimiro Muñoz, contra Carlos Meneses…, y corto para no hacer la lista interminable. Todas están escritas y, si alguien lo duda, que lo diga y le busco las referencias.
Pero si justificar sus insidias es tarea difícil, ocultar sus errores de bulto y su ingorancia supina es ya misión imposible. ¿Dónde está su aclaración al artículo de Rebelión? ¿Dónde se ha publicado esa réplica? Porque los disparates que el artículo prueba y cita son monumentales; la metida de pata sobre las “revistas orientales” haría sonrojar a cualquiera que tuviera un poco de vergüenza.
¿También ha replicado a la crítica de Alberto Noguera: http://www.albertonoguera.com/2005/12/las-siete-falacias-de-gregorio-morn.html?
¿y a la de Guillermo Rendueles: http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pRef=1862_52_591284__Opinion-Descubrir-Barret?
La “independencia de criterio” de Morán es ya la absoluta descojonación. Un periodista a sueldo de La Vanguardia, la de los Godó, el periódico de la derecha más recalcitrante de Barcelona y que tiene la desvergüenza de escribir lo siguiente: “Nosotros estamos con quienes nos pagan, y quienes nos pagan están en crisis, por tanto nuestro deber de empleados es el de disimular la crisis local y magnificar la crisis externa.”
¡Toma ya "independencia de criterio"!

la Puta Graná dijo...

Claro ante tantos anónimos tan poco creativos se hace difícil poner en solfa tanta ignorancia como la que se esconde tras la defensa del monterín y del ignominioso periodista de Prisa

la Puta Graná dijo...

Por no haber no hay ninguna crítica al esclarecedor planteamiento de Gregorio Morán sobre la maffia del difamador Montero. Y si el "anónimo defensor" no lee libros de Morán impagables como puedan serlo "El precio de la transición" o "El maestro en el erial" es que lo suyo es aznarfabetismo en el Establo más bruto de acémila descerebrada. ¡¡¡No resulta nada extraño en el Reino de los Bribones FrancoBourbónicos y su comparsa socialistica!!!!

la Puta Graná dijo...

Resulta francamente curioso como uno de los críticos "anónimos" entrelee lo que no se escribe acerca de Montero. Eso denota que el artículo de Morán da en hueso.
Deja caer elípticamente los problemas que existen realmente. Y esa manera provoca escándalo y se lanza a los ataques personales. ¡¡¡Qué manera tan grosera -en si sentido más matemático posible- de descalificar sus libros (algunos como el dedicado al PC o a Ortega y Gasset le han llevado años de dura y madura investigación en terrenos nada fáciles ni proclives al aliento) y sus sabatinas imtempestivas. Acaso ¿la Universidad es sinónimo de Academia? ¿Acaso la actual Universidad tiene nada que ver con el lugar donde habite la inteligencia crítica? Ni la poesía, ni la filosofía ni la ciencia han tenido en la Modernidad nada que ver con los laberintos endogámicos e infernales de lo universitario. Es más: se podría decir que la Universidad sólo sirve para reproducir la servidumbre voluntaria. Y como botón de muestra, quizá, sólo baste con el affaire Montero y su antijurídico uso. La PGr se siente cómoda con haber alentado lo que hay debajo del latifundismo neouniversitario de los Bolonios.

Anónimo dijo...

Ni escudero, ni Pope, ni defensa. Sí, desde luego, me alegro de conocer y estudiar la magnífica obra publicada de G. Morán. Este anónimo, que demuestra desconocer por completo la obra de este critico (la sitúa en el ámbito literario, ¡Toma ya!), y sólo sabe recurrir para explicarlo todo, a lo que nos tiene más que acostumbrados el circulito granadino de aburridos poetas, a la “envidia”. Menudo chiste: Morán envidiando a A. Salvador (que como poeta sólo lo conocen en su casa), a Valverde (un periodista de provincias que fuera del término municipal de Granada no lo conoce ni Dios), a Montero (que el sector serio del gremio de poetas se ríe en su cara, por lo mal prosista y poeta que es desde hace ya muchos años) ¿Estos son los verdaderos escritores que envidia? Menuda broma y chiste, ahora mismo me estoy descojonando.Y, en serio, ¿podemos creer que es deseable entrar en la Universidad con la masa de burros, y me refiero a profesores, que en ella habita y rumia? Lo de Haro Tecglen y demás (… olvida, le recuerdo, al torpe novelista Javier Cercas, que con su lírica Soldados de Salamina, mereció el honor de una estupenda Sabatina, y que cruzaron críticas y contracríticas en La Vanguardia; o, también, cómo volvió locos a catedráticos de filosofía –de Universidad- en sus contracríticas por el libro sobre Ortega y Gasset; y …) hasta donde se sabe no fue refutado, con argumentos y datos, sino todo lo contrario. El resto las conozco y Ud., en cambio, demuestra un desconocimiento casi absoluto de las réplicas del escritor Morán. Desde luego si el Sr. Morán estuviese a sueldo del periódico La Vanguardia, ¿qué pensar de otros, y no daré nombres ya que no es necesario, que mas que a sueldo, son verdaderos intelectuales orgánicos al servicio del poder mediático y de la destrucción de cualquier pensamiento crítico e independiente? Pero todo lo anterior es innecesario, superfluo, un juego florentino… pues como indica la puta graná en su texto, que si no es del Salvador merecería serlo por su torpeza e inquina como suele ser costumbre en él, no entra en la cuestión, la obvia, y demuestra que la sabatina da justo en el clavo, en el centro de la cuestión, en la verdad de los hechos, en lo que han tenido que sufrir y soportar los herederos de Javier Egea, en los juegos sucios y ataques (que todos conocemos pues están publicados en prensa y en diversos lugares en la web) que Ud. NO puede negar y calla pues sabe que son reales: esa ruindad y ese clasismo que, de modo tan valiente, denuncia Gregorio Morán. Esa es la fortaleza del texto de Morán y esa es la debilidad de su réplica: la mentira en la que Ud. se sitúa e intenta defender. Algo que Ud. y todos sabemos pues, me temo, Ud. forma parte activa en todo este asunto.

Unknown dijo...

Pues a mi, en contra del primer anónimo, me parece sobresaliente la exposición social que de la poesía escribe en este artículo el ingenioso, crítico y perspicaz Gregorio Morán.
Quizás no sepa el anónimo meapilas casi nada de la brillante trayectoria intelectual de Gregorio Morán. Pocas personas conocen el teatro contemporáneo como él. Pero los que sólo saben del reconocimiento a través de los besamanos que imponen los Bribones no se percatarán nunca que cuando hablan de rencor, envidia, resentimiento sólo abocetean su autoretrato...

la Puta Graná dijo...

Los hechos son los hechos: y... al parecer escuecen. Escribe el anónimo besamanos que Morán hace periodismo como la ¿cotilla de pueblo? Más nos gustaría que entre el populacho del Reino FrancoBourbónico el personal tuviera la formación inteligente de la que hace gala Gregorio Morán en cada uno de sus escritos. ¿Errores en ellos? ¡¡¡Como para no haberlos!!! Se cuentan con los dedos de una mano los que algo sabían de Rafael Barret antes de su impagable monografía. Después de un siglo de su exilio al Cono Sur americano ha sido el primero en indagar a la excelente prosa literaria: ¿podría alguien dentro de los establos de la mediocre Universidad hispánica mostrar algún mínimo trabajo sobre un hombre tan completo como el anarquista Barret? Que en su libro Gregorio Morán reconoce que antes de su odisea literaria nunca había pisado tierras paraguayas y se dedique a repartir sopapos a diestra y siniestra contra antologistas, prologuistas y cometa algunos saltos en el aire, pues es cierto. Y él lo has reconocido: pretendía con ello hacer la lectura de su inhabitual monografía algo ágil y atrayente. Acaso: ¿la crítica literaria que se practica -¡¡¡ya sé que anda por estos pagos por los sumideros de cualquier hediondo tanatorio!!!- en los recintos universitarios puede hacerlo mejor que Gregorio Morán? Lo dudo. Es más: algún día tendríamos que dedicar algo de nuestro tiempo a redactar nuestra crítica a los miserables ensayos del clan de los Monteros. ¿Sabían a modo de mero ejemplo que "Poesía, cuartel de invierno" es un libro tan mal hecho que en las cuatro calas que lo componen sólo se refieren a lo previo a la concepción leninista de la literatura? Pardiez: ¡¡¡los tiempos estaban cambiando y ya Lenin se estaba descafeinando!!! Pues bien: Lenin -perdón la concepción leninista de la poesía como cuartel de invierno- no se expone. Sintomático: ¿no? No nos extraña que el club de los Monteros caiga en sus propias entelequias mentales cuando leyendo tan mal como lo hacen crean que se les está acusando de haber matado a Javier Egea. Quisquete se suicidó después de que el clan maffioso asesinara las esperanzas de la otra sentimentalidad: la roja, la revolucionaria, la subversiva. ¿Hay que recordar que en estas noches bárbaras sólo Claudia y el poeta se quedaron tan solos? En 1999 ya no podía sentir como señal de lucha los últimos versos de su magistral Poética: "...y me mantengo firme, gracias a tí, poesía/ pequeño pueblo en armas contra la soledad"...

Anónimo dijo...

La nutrida agitación de respuestas me empuja a pensar que he dado en el clavo; y me lo confirma la forma de salirse por las ramas eludiendo las pruebas concretas de la impudicia intelectual de Morán.
¿Dónde he defendido yo a Montero ni a Salvador? Dejen de inventar fantasías y aténganse a lo escrito. Rebatan mis palabras y no las que se imaginan y me atribuyen. Sería un detalle básico de rigor intelectual; pero no me sorprende, siendo admiradores de Morán que es la antítesis de la honestidad y del rigor.
Como acólitos de Morán, seguramente no conciben que uno no sea acólito de alguien; pues no lo soy. Y ni Montero ni Salvador son santos de mi devoción, pero eso no me impide ver el cinismo y el impudor de un personaje como Morán.
Y reitero mi pregunta ¿dónde está la réplica al artículo de Rebelión? ¿Dónde se ha publicado esa “magnifica respuesta”? Si siguen sin contestar y escapando por la tangente, habrá que pensar que se han tirado un farol y les han pillado en el renuncio.
Y para terminar y no excederme, ahí les dejo otra prueba (otra más) del “rigor” de tan “brillante intelectual”:
Christian Aguilera, autor de un libro sobre Mankiewicz que Morán comentaba en uno de sus artículos, escribió lo siguiente:
“Parecería algo contradictorio que un servidor, autor del libro sobre Joseph L. Mankiewicz, no hiciera gala de cortesía cuando se refieren a su propia obra como “elocuente y detallada”. La verdad, agradezco los comentarios favorables, pero dudo mucho que el Sr. Morán haya leído el libro ni tan siquiera la introducción. Por ejemplo, Joseph Mankiewicz nunca ejerció ni estudió periodismo; cursó estudios de psiquiatría y luego los abandonó en aras a licenciarse en Historia del Ate. Lo que ayudó y estimuló la carrera de Gregory Peck no lo veo por ningún sitio: él fue productor y guionista de “Las llaves del reino” (1944) y cuando debutó como director con “El castillo de Dragonwyck” (1946) se le ofreció la opción de trabajar con Peck pero lo descartó en beneficio de Vincent Price. Tampoco es cierto que desde su retiro en Bedford, en 1972 hasta la fecha de su defunción no hubiera concedido entrevistas. Existen unas cuantas de periodistas franceses y una muy significativa a cargo de José Ruiz para la revista “Casablanca” en la que habló por vez primera de lo que comportó para Mankiewicz el rodaje de “Cleopatra” (1963).
Lo que quiero decir con todo ello es que el Sr. Morán antes de arremeter contra la nueva generación de cinéfilos e impartir doctrina lo que debería hacer es leer lo que comenta o que parece que conoce.”
Christian Aguilera.
Ese es el “estilo” de Morán: tres lecturas superficiales y mal asimiladas, cuatro ideas simplistas sin la menor matización y luego escupir a diestro y siniestro para aparentar que es original y para que no se note de dónde ha tomado las tres ideas que presenta como suyas. Estilo de vendedor de crecepelo.

Anónimo dijo...

Para la Puta Graná
Sólo un par de breves cuestiones:
- Por su interesante blog, deduzco que valora usted la obra de Santiago Alba Rico. Yo también; me parece uno de los pensadores más lúcidos, radicales y coherentes del presente. Y pregunto ¿sabe usted por qué Gregorio Morán ataca a Alba con tanta saña? ¿nos lo podría decir? Si no lo sabe ¿quiere que se lo diga yo?
- Habla usted del “anarquista Barrett” ¿es usted consciente de que con eso se ha ganado la inquina y los insultos de Morán, que descalifica a todo el que considere anarquista a Barrett, empezando por el propio Barrett que así se autodefine?

Anónimo dijo...

No sé si nutrida… yo escribo sólo por mí. Pero es que su falta de rigor intelectual y su estulticia hiere la más mínima sensibilidad, por no hablar de ese seguidismo, rozando el delirio, tras el rastro de G. Morán. Hombre, dedíquese a algo más en este vida, hay tantas cosas por las que vivir y disfrutar. Qué triste lo suyo. Y desde luego, si no es el Salvador, en retórico, falta de argumentos y obcecación, se le parece a los anónimos suyos. ¿Dos iguales en este mundo? Puede. Pero vayamos al asunto, si se puede, ya que trata de imponer que se escriba de todo (de Barrett, de…) excepto de lo que trata la Sabatina en cuestión: DE JAVIER EGEA. Curioso método, y renuncio, como le llama, por su parte, y grave. Me imagino que NO se atreve, que no le interesa o que le produce cierto miedo adentrarse en esta cuestión. Pero, le repito, de Javier Egea va la Sabatina, NO de lo que intenta imponernos. Se ha equivodado de asunto: NO se trata de Barrett, y SÍ de Javier Egea. Del Salvador, del Montero… Ud. es el que los introdujo en este asunto, en su primer comentario, poca memoria tiene u olvidadizo que es. A mí, al menos, poco me interesan estos Srs., ni como personas, ni como escritores, y menos como intelectuales. Respecto a la réplica de Morán (sobre el asunto Barrett, que le repito, por si lo ha olvidado, NO es tema de esta Sabatina, por más que se obsesione con ese escritor: le parece a Corral que, como perro de presa, busca y rebusca, en el libro de Morán, por si encuentra el mínimo error posible, pero que… NO refuta las críticas que Morán hace de sus libros –de Corral- y de sus ediciones de Barrett. Otro Sr. curioso: sale por la tangente y no trata el asunto en cuestión) le daré una pista, para que encuentre la contracrítica de Morán: se encuentra en el periódico La Vanguardia. Así ya podrá disfrutar y entretenerse un tiempo, le aseguro que no es difícil de localizar. Suerte. Y, por ahora, este juego florentino (de ¿acólitos? ¿envidiosos?... que simplicidad la suya y falta de cualquier rigor analítico) acaba. Me despediré repitiendo al fin de mi anterior comentario, ya que sí hace referencia a la Sabatina en cuestión y que Ud. obvia, y olvida, sistemáticamente, pero de esto se trata: “no entra en la cuestión, la obvia, y demuestra que la sabatina da justo en el clavo, en el centro de la cuestión, en la verdad de los hechos, en lo que han tenido que sufrir y soportar los herederos de Javier Egea, en los juegos sucios y ataques (que todos conocemos pues están publicados en prensa y en diversos lugares en la web) que Ud. NO puede negar y calla pues sabe que son reales: esa ruindad y ese clasismo que, de modo tan valiente, denuncia Gregorio Morán. Esa es la fortaleza del texto de Morán y esa es la debilidad de su réplica: la mentira en la que Ud. se sitúa e intenta defender. Algo que Ud. y todos sabemos pues, me temo, Ud. forma parte activa en todo este asunto.” PD.- Por su obcecación en el asunto Barrett pienso que, tal vez, sea Ud. el mismo Fº Corral. Si lo desea podemos tratar esa Sabatina y las críticas de Morán, pero le reitero que NO se trata de eso aquí. Gracias. Ah, y su torpeza en la lectura, tremenda, la demuestra al señalar que critica a Alba Rico en el Prólogo a Barrett: o NO lo ha leído o NO se ha enterado. Qué pena.

Carioca dijo...

No, qué va, Morán no critica a Santiago Alba; no le critica, no; sólo le INSULTA, textualmente y con todas las palabras de:
- "manipulador”
- "pedantería de la indolencia"
- "ignorancia imaginativa"
- "farfolla"
- "desgana"
- "vagancia"
- "interpretación sesgada"
y otras lindezas por el estilo.
¿Quién NO lo había leído o NO se ha enterado?

Y en cuanto a la relación con Egea ¿será que tampoco ME he enterado? Pues verá: ¿Acaso habla Morán de la obra de Egea? Ni lo hace ni podría hacerlo, porque le falta capacidad y nivel para ello. No habla de la obra, habla de chismerios biográficos. Y en eso, ni entro ni voy a entrar.
Pero resulta que quien firma el artículo es Morán; y sí digo que las maledicencias carroñeras de un insultador profesional, impostor y farsante, carecen del menor valor. Basta con ver la larga lista de insultados que ha salido a relucir en estos breves posts.
Y lo digo, se habrá percatado, desde sus escritos, no desde cotilleos biográficos de ningún tipo.

sueltos dijo...

Lo dicho: obsesionado. Miréselo con el psicólogo más cercano, y tómese la vida con más tranquilidad. Adiós.

Carioca dijo...

Le agradezco sus consejos. Pero ocurre que el psicólogo más cercano soy yo mismo.
Por mi parte, podría darle alguna indicación sobre el acto de negar la evidencia y huir de la realidad; pero tendría que cobrarle por ello.
Lo siento.

sueltos dijo...

Pues eso que se ahorra. Enhorabuena.

Unknown dijo...

No sé si se dan cuenta de que uno de los grandes fallos que se nos aparece por doquier es el argumento "ad hominem" o el psicologismo como enfermedad mental del criticismo.
Se le achacan a Gregorio Morán fallos que están en otro sitio. Podríamos ampliarlos: ¡¡¡sin duda!!! En su voluminosa historia del partido comunista STALINISTA español comete errores a punta (de) pala. Pero eso no quita que haya sido pionero en abrir vetas increíbles para conocer la penosa derrota del comunismo a manos de las mismísimas hordas asesinas estalinistas.
Que a Gregorio Morán no le gusta el "estilo ensayístico" de Santiago ALBA RICO, pues está en su derecho. Ciertamente hay argumentaciones que sobran como cuando en su libro "Leer con niños" ve en la soltería la causa primordial del malestar nuclear de las suciedades pornocapitalistas contemporáneas. Una payasada, pues, pese a la evidencia, sostiene que Bush II es un ejemplo modélico de soltero. Que nosotros no tenemos que estar de acuerdo con él no nos hace censurarlo pues hace tiempo que aprendimos desde la obra de Goethe -por lo menos- que respetar y tolerar la estulticia es ofender a la inteligencia. Pues sí. Sea, pues. Vale...
Pero en la "Sabatina intempestiva" dedicada el sábado pasado en LaVanguardia al magnífico poeta Javier EGEA su autor da en el clavo, y eso no se le puede negar. Y ojalá sus aportaciones no se queden ahí. Pues en esa historia hay mucha más mierda que la que se suele alegar cuando se desea buena suerte a los que va a representar una obra de teatro. Y ya era hora de que aguien empezara a contarla.