viernes, 8 de agosto de 2008

En recuerdo de mi gran Maestro: hoy hace 20 años de tu puta y siniestra muerte


Pasa el tiempo de una manera poco reposada. Hace ya nada más y nada menos que veinte años que te segó la vida la puta carretera. Un 8 de agosto de 1988 fue. Tres días después apareció una breve nota de tu asesinato a manos de esas jodidas máquinas de guerra conocidas por su imposible denominación aristotélica, automóviles, y que la industria de la muerte en serie -y en serio- coloca en manos de imbéciles potencialmente criminales y absolutamente aznarfabetos, en un asqueroso periódico de tirada nazional. Para algunos tu muerte se produjo el 11. Y así lo dejaron registrado en sus fúnebres notitas de prensa. No, fue un día que pareciera ser hasta un decisivo destino clave: 8 del 8 del 88. ¡¡¡Cómo olvidarlo!!!


Por un estúpido accidente tu vida dejó de existir. Y bobamente nos preguntamos: ¿Qué demonios es un automóvil? ¿Qué significa esa expresión tan extraña, tan supuestamente metafísica, como si estuviera sacada de los viejos papeles de un tal Aristóteles de Estagira? Se sabe que con el tiempo dejó de ser conocido así. Llevan razón algunos -entre ellos tu: ¡como nadie lo pusiste bien claro: en ese monumento a tu paisano riojano de San Millán de la Cogolla conocido como Gonzalo de Berceo, como el que le erigiste en tu grandiosa obra de arquitectura sociológica con un lenguaje bien trabajado, definido y elaborado en conceptos que podrían ser usados como armas o herramientas para hacer un buen trabajo, ese del buen conocimiento con filo que es tu inigualable Reprimir y liberar!- cuando dicen que la Iglesia católica hizo en sus feudos castellanos del español una lengua soberbiamente metafísica. Llamarle automóvil a lo que vulgar y con simpleza se le llama coche no es un mal ejemplo. O designar como Ente al complejo radiotelevisivo español o La Ser a una cadena radiofónica: ¿para que luego no quieran polémicas dialécticas sobre las cuestiones de género? La Ser: ¡ahí es ná! Tiene tanta sustancia como el caldo de gallina...


Quién genera la posibilidad de que el móvil ese se mueva. Quién lo lleva. Quién lo conduce. Cómo se hace ESO. Si tu pusiste poner en solfa la estructura de clases de nuestro criminal sistema educativo en tu gran obra Escuela, ideología y clases sociales en España, no deja de ser un enigma cómo algunos malformados por una tal máquina de producir imbecilidad e ignorancia pueden creerse capaces de manejar con lógica -e inteligencia- una potentísima máquina como esa. Y: encima obtienen su permiso en otra metafísica institución mal llamada autoescuela.


Unos miserables criminales te eliminaron de un golpe. Brutal hubo de ser. No quedó de tu existencia más que un cuerpo malformado carbonizado. A dónde fue a parar tu sencillez, qué fue de tu amable presencia, qué pasó con aquella sabia inteligencia.


Poca gente se acordó de ti como hubiera merecido tu ingente trabajo. Así es esta España: este reino borbónico de los Bribones resulta francamente muy desagradecido para la gente trabajadora, humilde y sencilla como tu eras. Nadie como tu enseñó antes a Marx, a Gramsci, a Platón en la Universidad como tu lo hiciste. No te gustaban los catecismos. Elaborabas mapas conceptuales que rompieran a las mentes beatas. No deseabas máquinas de pensar que repitieran cual ordenadores cibernéticos una colosal información sin ningún tipo de regla que fuera más allá de las meras sintaxis o gramáticas de las subordinadas y de las servidumbres voluntarias. Quizá por eso hasta cuando en el Círculo de Lectores reeditaron tu imprescindible tesis doctoral en su colección de libros claves o excelentes manuales de Universidad te remataron varias veces. Es indignante que en el mismo libro te dieran por muerto hasta dos veces diferentes: distinta es la fecha de tu fallecimiento en la solapa de la contraportada y la que consta en la introducción que elaboró el despitado José Luis Abellán. ¿¡¡Como para fiarse de los datos que sostiene en su Historia crítica del pensamiento español!!? Pero así sigue siendo esta patraña ibérica.


Podría contarte todo lo que han sufrido las pobres gentes de tu país en estos veinte años. Pero: otra vez será. Algunos de tus compas ascendieron algunos peldaños en las escalas escolares de la burricie universitaria. Crearon algunas escuelas, institutos, universidades más. Pero el Producto Interior Bruto no mejoró, sí se reforzó aún más. Y se embruteció hasta cotas impensables tanto en el interior como en el exterior. Las lógicas de la dominación señorial -esa rancia tradición feudal de los suelos hispánicos- no han dejado de pudrir hasta las raíces los pocos árboles que cultivaba con esmero la agria cultura de la dialéctica popular. En muchos casos se los arrancó de cuajo. En otros se envenenó hasta los acuíferos. Si alguien pudo hablar de erial refiriéndose al estado de la cultura en los tiempos férreos de la dictadura franquista, después ese erial fue rociado con cemento, asfalto y sal.


Las gentes están peor que confundidas. Aunque parecen contentas. Pues el consumo tanatocrático las tiene obnubiladas. Ya ni los ríos son como antes, ni los campos están cultivados. Crecen las aplicaciones industriales a los productos agrícolas. Se multiplican los hospitales ya que no dan abasto a tanta producción de cánceres como se siembran a diario. El capital tanatocrático obtiene sus jodidos beneficios a base de la aplicación de sus injustos maleficios.


Ya ni siquiera esperanza queda. Hace tiempo que los sindicatos no tienen nada que ver con los sueños de un mundo más fraterno, libre y justo. La política electoral está en manos de mafiosos que le deben absolutamente todo a las subsidiadas rentas que usufructúan los bancos.


Decía la letra del tango que veinte años no son nada. Don Carlos -tu tocayo argentino- se equivocó una vez más. Sí, son bastantes. Muchísimos esos años en los que te echamos tanto de menos. ¡Y de Marx! Aunque tu entenderías, quizá, mejor que nadie lo poco que se ha movido lo central. Es la misma lógica criminal y radiactiva que nos impusieron los vencedores atómicos de Hiroshima, esos que nos joden el planeta hasta hacerlo reventar de miseria y asco putrefacto todos los días. Le va el negocio en ello. Su negocio es la muerte. Y, por ahora, les funciona.

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